El domingo se transmitió el primero de los tres debates programados para este proceso electoral. Era la oportunidad perfecta de dar un segundo pistoletazo de salida a unas campañas que, aunque habían arrancado tres semanas antes, seguían sin alcanzar al votante promedio más allá de la imparable avalancha de spots en radio y televisión que a todo mundo cansa y que no comunica nada de importancia. Era, finalmente, la oportunidad de poner a los candidatos frente a frente, contrastar ideas, perspectivas, escuchar propuestas y marcar diferencias. Hasta cierto punto, cumplió.
La cultura del debate en México está en pañales, pero hay que reconocer al INE porque el nuevo formato le dió a los candidatos mucho más margen de maniobra, permitió la confrontación, el uso de la estrategia en el manejo de los tiempos y de las intervenciones. Hubo quien se quejó, pero el cronómetro fue parejo para todos, el orden de las intervenciones elegido al azar no benefició a nadie en particular y a los moderadores se les dio algo más de libertad para ser incisivos. Todo ello redundó en una experiencia más dinámica, con más personalidad y más útil para el elector promedio. Si el debate quedó a deber no fue por el formato, ni por culpa de la logística del INE, fue culpa de los candidatos.
La falta de propuestas, el único punto en donde los cinco participantes parecieron ponerse de acuerdo, ahogó la discusión y la transformó en un intercambio de acusaciones y en una repetición de frases hechas. No hubo argumentos para elegir a nadie, solo para descartar a quienes de plano no pudieron manejarse adecuadamente o quedaron muy evidenciados. No hubo un proyecto o idea de nación diferenciado detrás de cada rostro y por lo tanto estamos eligiendo por eliminación. Sigue siendo punto de mejora para el futuro de nuestra democracia, aunque no se vaya a corregir pronto; los candidatos ya están ahí y la estructura política mexicana es lo que produce, candidatos de medio pelo, no más. No hay estadistas, no hay visionarios.
En cuanto al desempeño de los candidatos, voy por orden alfabético, para no herir las suceptibilidades de nadie:
Andrés Manuel López Obrador.
Quien se queje de que le hicieron montón, es porque no entiende de qué se trata el ejercicio. Debate es confrontación y él es el puntero en las encuestas y con una ventaja cómoda, además. Era natural y estaba cantado que se le fueran a la yugular.
Habiendo dicho esto, la estrategia de López fue la de administrar su ventaja, salir a no perder. No hizo ningún esfuerzo por resultar atractivo a nuevos votantes y la mayoría de sus intervenciones fueron frases prefabricadas que ya hemos escuchado hasta el cansancio en sus spots. Frases que además sus contrincantes supieron capitalizar. (¿Vas a limpiar al país con el ejemplo, como se limpian las escaleras? ¿Y qué pasó con Imaz, Bejarano y Gustavo Ponce? ¿Por qué no siguieron tu ejemplo?)
No se engarzó en confrontación y eso probablemente fue un acierto, porque debatir no se le dá. Lo noté cansado, poco preparado, se le acababa el tiempo constantemente y no salió de su zona de confort. Es decepcionante porque el Proyecto de Nación que tanto cacarea y en donde supuestamente han participado y avalado cientos de expertos es precisamente el que mejor se puede diferenciar. De hecho, con lo poco que ha dicho (amnistía) fue suficiente para marcar una clara línea en el debate. Hubiera sido refrescante verlo proponer, explicarse, exponer, en lugar de verlo en su papel limitado de saco de boxeo.
No creo que pierda ni gane puntos. La gente que lo apoya lo hace o por una convicción desmedida, o sencillamente porque está cansada de pan con lo mismo y para ellos el debate no va a pesar en su decisión de voto.
Jaime Heliodoro Rodríguez Calderón “El Bronco”
¿Qué hace este hombre ahí? Fue disruptivo, le dió sabor al debate y fue ocasión de cientos de memes en redes sociales, pero hasta ahí. Que en pleno debate te veas forzado a decir “Mandenme WhatsApp raza ¡No sé qué hacer!” cuando te preguntan por tu estrategia de seguridad es alarmante. Por otro lado, las propuestas que sí sabe, están absolutamente fuera de la realidad. ¿Militarizar las preparatorias? ¿Cortarle la mano a los políticos corruptos? (que, por cierto, sería anticonstitucional) Puntadas como la de mentirle a su esposa si la va o no a llevar al cine...
Como estrategia, creo que le funcionó; aprovechó para causar impacto en la audiencia que no lo conocía (que es la gran mayoría) pero se quedó muy, muy corto en todo lo demás. Seguramente habrá quien le haga segunda y muy probablemente gane votos, pero está lejos de ser una opción real; empezando por la manera tramposa que lo llevó a la boleta.
José Antonio Meade Kuribreña
El ejemplo perfecto de cómo se pueden hacer las cosas bien, tener una digna participación en el debate y aún así perder en el gran esquema de las cosas.
Entre Meade y Anaya había un empate técnico que tenía que romperse. El público tenía que saber quién de los dos tenía posibilidades más claras de vencer al puntero y aprovechar el voto útil, que volverá a ser clave. Ese era el reto particular de Meade en este debate y, para su desgracia, el frentista le ganó la partida en prácticamente todos los aspectos.
Mucho tuvo que ver la personalidad de José Antonio: Un robot sería más empático con el electorado. No importa que sea el candidato mejor preparado o con más experiencia en el servicio público, se vio gris, falto de emoción, mecánico, poco apasionado. Sus propuestas están recicladas (el Código Penal Único lo han fue propuesta tanto de Calderón como de Peña y en el congreso no lo han dejado pasar; quitarle el fuero al presidente ya está en discusión en el Senado). Le pesa demasiado la losa del partido que lo candidatea y no tiene el carisma o la personalidad para echárselo a cuestas y sacarlo adelante.
Hizo su papel, se presentó como un candidato de continuidad y propositivo y hasta ahí. Intentó atacar al puntero, pero se vió menos contundente que Anaya; no pudo meterse directamente con Anaya, que estaba bien metido en su propia estrategia. Al final, quedó bien parado pero poco relevante. Creo que perderá puntos a favor del frentista.
Margarita Ester Zavala Gómez del Campo
Empezó fuerte, con buen lenguaje corporal y un emotivo y viceral discurso. Desafortunadamente se fue desdibujando conforme avanzaba el debate. Transmitía su emoción, su pasión, pero trastabillaba en su oratoria y más de una vez el tartamudeo hizo notorio su nerviosismo.
Fue una de las pocas que no recibió ataques directos, pero si sufrió el antecedente del sexenio de su marido que bien o mal tiene la etiqueta de ser el culpable de la escalada en la ola de violencia y el derramamiento de sangre. Abrazó la política calderonista y eso hay que reconocéselo, sabe que ahí tiene una base y así buscó diferenciarse.
Creo que va a perder puntos, porque aunque consiguió establecer su postura, también se hizo evidente que no tiene el aplomo ni la fuerza necesaria para ser una opción real. Incluso entre los calderonistas hay quienes considerarían su presidencia casi como una reelección así que su base hipotética ni siquiera tiene el tamaño para impulsarla. El argumento de que es mujer tampoco parece ganarle muchas adeptas.
Ricardo Anaya Cortés
Probablemente al que le fue mejor. Ya se sabía de la capacidad retórica y de oratoria de Anaya y no decepcionó. Traía la consigna de posicionarse como la opción viable para el voto útil de los que no quieren a López y lo consiguió. Se fue directamente contra el puntero e ignoró a los demás, siendo consistente con su discurso de que la elección es entre dos.
Administró sus tiempos, le recetó varios rectos a su rival directo y varias veces lo increpó sin que el tabasqueño pudiera contestar, anotándose puntos en el marcador. En resumen, una participación redonda.
Aún así, no tiene ni la mitad de la batalla ganada. Algunas de las cifras que ofreció fueron puestas en entredicho y ha tenido que salir a aclararlas, matizarlas o citar sus fuentes; e ignorar a los otros tres oponentes no significa que estos no existan. Creo que gana puntos a costa de Meade y de Margarita.
En conclusión. Es temprano para que cualquiera se declare ganador. Faltan dos meses de campañas y dos debates más. Eso, en política, es un mundo de tiempo. Y mientras unos son fuertes en el debate y la oratoria, otros tienen otro tipo de estrategias. Habrá que esperar, habrá que ver, habrá que analizar y votar.
Addendum
A causa de un viaje personal que me ilusiona mucho, esta columna descansará las próximas dos semanas. ¡Volvemos a leernos el miércoles 16 de mayo!