No hace mucho leí "Defendiendo
lo Indefendible" de Walter Block (1976). En el libro, el autor defiende
los oficios regularmente catalogados como "indeseables". Desde proxenetas
hasta policías corruptos pasando por los chantajistas, los usureros e incluso
los revendedores de entradas en los estadios, su pluma intenta pintarlos a
todos como héroes económicos. Sí, también a los narcotraficantes.
Block presenta argumentos que,
aunque medianamente convincentes, tienen su principal mérito en su capacidad de
hacerte cuestionar las cosas, lo que damos por sentado en la sociedad actual.
Finalmente, estos oficios no surgen de la nada. Proliferan porque existe una
demanda muy real de los productos o servicios que ofrecen.
Con ese antecedente, me enteré de
la (segunda) fuga del Chapo Guzmán de una prisión de máxima seguridad.
No hablaré del obvio contubernio entre
las autoridades y el capo, o del inverosímil método de escape, o de las
tensiones internacionales provocadas por la negativa del gobierno federal a
extraditarlo a los Estados Unidos cuando se solicitó.
(Jesús Murillo Karam, entonces
Procurador General de la República, fue mordaz y soberbio en sus declaraciones
luego de capturarlo: "Yo puedo aceptar la extradición, pero en el momento
que yo diga. “El Chapo” se tiene que quedar aquí a cumplir su condena y después
lo extradito. Unos 300-400 años después, falta mucho" Aseguró también en
esa misma rueda de prensa que "no existía" riesgo de una segunda fuga.
Pero bueno, de su incompetencia estamos ya todos enterados.)
No, de lo que quiero hablar es de
ese halo de héroe que la población le ha dado al líder criminal; de esa leyenda
que se ha ido construyendo a su alrededor, parecida a la de Robin Hood, en
donde el criminal es el protagonista y el gobierno el villano. Ya desde su
captura hubo marchas de apoyo al capo en su natal Sinaloa. Hoy puedes
preguntarle a cualquier transeúnte y el sentimiento generalizado es de simpatía
hacia el prófugo. ¿Por qué?
Pues porque, muy parecido a lo
que Walter Block describe en su libro, el capo ha conseguido su posición y
apoyo satisfaciendo necesidades. Es la manera en la que el libre mercado
reacciona para destruir a un monopolio que no está funcionando: el gobierno.
Las autoridades se erigen como
proveedoras únicas de una serie de servicios: desde educación y salud hasta
alcantarillado y electricidad. También impone, unilateralmente, prohibiciones a
ciertos productos o servicios, como las drogas.
Pero a medida que dejan de
cumplir con esos compromisos, marginan comunidades y traicionan la confianza de
la población, van dejando grietas. Dejan de tener la presencia moral para
imponer sus prohibiciones y generan los espacios por donde el hampa, que
necesita de la protección de la población local y su mano de obra, tiene
terreno fértil para ganárselos con un producto que, por ilícito, les reporta
enormes beneficios.
Por eso tenemos escuelas,
hospitales y redes de agua corriente financiadas con dinero de los criminales.
Por eso encontramos muestras de apoyo tan decididas (¿realmente son
sorprendentes?) entre las comunidades más pobres del país. Por eso muchos
campesinos prefieren sembrar marihuana y ganar más que con cualquier otro cultivo
legal.
En vista de que el monopolio
gubernamental no funciona, la solución estriba en derribar dicho monopolio, y
cualquier restricción a productos o servicios. Si cualquiera pudiera proveer servicios
con libertad en este país (como electricidad, agua o gas) o si la droga no
fuera tan redituable (por ser ilegal) desaparecerían las armas del narcotraficante
para erigirse en héroe nacional, desaparecerían los tratos por debajo de la
mesa entre los capos de la droga y los de las curules y tal vez, la avalancha
de bromas y memes que la fuga produjeron. Pero quien sabe, la creatividad del
mexicano es inagotable, tanto para levantar héroes como villanos y todo lo que
exista entre los dos.
Addendum:
Addendum:
El pasado 11 de julio perdió la vida por un tumor en la vía biliar el hasta entonces presidente de Nintendo, Satoru Iwata. Su fallecimiento llena de tristeza a los fanáticos de los videojuegos de todo le mundo, sean o no fanáticos de la marca japonesa. Será siempre recordado por su sencillez y su compromiso con hacer el videojuego sencillo, accesible y divertido. D.E.P.
“On my business card, I am a corporate president. In my mind, I am a game developer. But in my heart, I am a gamer.”
[En mi tarjeta, aparezco como presidente corporativo. En mi mente, soy un desarrollador de videojuegos. Pero en mi corazón, soy un jugador más]
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