El parquímetro es, probablemente,
el botón más pequeño que puede usarse como ejemplo de la ineptitud y voracidad
gubernamental. Es fácil de explicar, esclarecedor y contundente.
Según la lógica de quienes deciden
(porque "gobiernan" les queda muy grande) los beneficios de los
parquímetros son varios.
Que el dinero recaudado se
invierte en infraestructura para mejorar el espacio público; que la instalación
de parquímetros favorece la rotación de lugares para el estacionamiento; que
fomentan la aplicación de la ley, pues se maximiza la operación de los lugares
y ya no hay tanta permisividad para estacionarse en las banquetas y doble fila
y finalmente, que con los parquímetros se busca recuperar las vialidades para
el transporte colectivo eficiente, menos contaminante y de alta calidad, así
como promover la movilidad no motorizada.
Voy a permitirme tener dudas
sobre todos los puntos.
En primer lugar recordemos que
cualquier propiedad inmobiliaria ya paga un impuesto predial para el mantenimiento
de luminarias, asfaltado, banquetas, drenajes, jardineras y mobiliario urbano.
La cuota del parquímetro es un segundo impuesto por el mismo concepto y abre otra
posibilidad de corrupción y malos manejos del dinero recabado, como sucedió
recientemente con Tonalá. ¿Por qué la insistencia gubernamental de complicar la
recaudación?
Por otro lado, se insiste en que
la mayor parte del ingreso por parquímetros van a inversión, mantenimiento y
operación de los mismos, además de una utilidad para la empresa que los opera.
¿Realmente vale la pena la inversión en parquímetros para que la recaudación
sea pobre?
Prometen además, eficiencia y
rotación en los lugares de estacionamiento. Pero si yo laboro por los
alrededores y tengo necesidad de acudir al trabajar y estacionarme en horario
de oficina, voy a seguir necesitando y ocupando ese espacio durante las ocho o
nueve horas que dure mi turno. Yo no tengo forma de "rotar" nada. En
todo caso, me ha pegado en mi bolsillo y mi salario de oficinista debe cubrir
ahora también el importe del parquímetro, o la pensión del nuevo
estacionamiento público (propiedad privada) que algún visionario instaló para
hacer su agosto con mejores tarifas que las del medidor público.
¡Pero entonces tienes un
incentivo para usar el transporte público! ¡Así disminuimos el tráfico! me
dirás. Yo te respondería que eso no es un beneficio, eso es coacción. Me estás
forzando a elegir una opción que no prefiero. Me estás dando "incentivos
negativos". Llegados a este punto, es elegir qué quiero que me quites: mi
dinero en el parquímetro, o mi tiempo (por los traslados) y mi comodidad (aún
si no me toca ir de pié) en el transporte público.
Pero no necesitas hacer eso. Si
el transporte público fuera igualmente cómodo y eficiente que mi automóvil, lo
utilizaría igualmente para proteger mi bolsillo y no gastar en gasolina, o
mantenimiento. El problema es que no lo quieres hacer. No quieres, por ejemplo,
privatizar el transporte público y permitir que la competencia obligue a los proveedores
a bajar los precios, a mejorar el servicio y a darme verdaderos incentivos.
Ahora, sobre que fomenten la
aplicación de la ley o reduzcan la permisividad para estacionarse en las
banquetas o doble fila, a mi me parece un despropósito. Al contrario, tendré
mayor interés en estacionarme mal, o fuera de lugar, con tal de no ocupar un
espacio con parquímetro. Nunca he visto que un parquímetro se mueva de sitio
para evitar que alguien suba el auto a la banqueta.
Sólo unos pocos se benefician de
un parquímetro, los dueños de la concesión y quienes tienen la oportunidad de
establecer estacionamientos públicos. Los negocios locales lo resienten, porque
visitarlos tiene ahora el costo agregado del estacionamiento y se vuelven menos
atractivos. Los empleados también ven afectado su ingreso, como ya discutimos
más arriba. ¡Valiente medida la que aplasta el crecimiento y la riqueza!
Lo más curioso, sin embargo, es
la respuesta que da Andrés Sañudo, ferreo defensor del parquímetro y
Coordinador en Políticas de Estacionamiento (¿es en serio, necesitan una
coordinación?) a Animal Político cuando le preguntan:
¿Cuáles son las razones por las
que algunas personas se resisten a la implementación de los parquímetros?
Responde Sañudo
"Algunas personas [...]
están acostumbradas a estacionar sus autos de manera gratuita en la calle y
sienten que les están quitando un derecho. Este derecho es falso porque la
calle es de todos y un coche es propiedad privada, nadie está obligado a
brindarte un espacio para el mismo.
Una persona no se puede
aprovechar de algo que es de todos, algo público, por lo que el pago de los
estacionamientos es justo."
La respuesta es el último clavo
del ataúd para todos los defensores de la propiedad pública. Si el individuo no
puede aprovechar algo que es compartido, entonces nadie puede hacerlo y el
resultado es el desperdicio. Siguiendo esa lógica, no puedo aprovechar el
parque de mi colonia para hacer ejercicio, o acudir a instruirme en museos
públicos o... esperen ¡Mejor no doy ideas!
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