miércoles, 16 de noviembre de 2016

Nacionalismo económico, la gran ficción.

Los fuegos de nuestro comodino nacionalismo mexicano--ese que sólo se enciende cada que juega la Selección, porque ya ni siquiera durante septiembre arden bonito-- parecen haberse avivado con la victoria de Donald Trump en Estados Unidos. Durante la última semana, los he visto especialmente en redes sociales, transformados en un discurso muy elocuente, pero también muy ignorante:

¡Llegó la hora de mandarlos a su país y rescatar el comercio mexicano! ¡Fortalezcamos la economía nacional! ¡Dejemos de consumir productos extranjeros a cadenas internacionales! ¡Se llevan el dinero que se va del país! Se lee en los alarmistas carteles que se volvieron virales la semana pasada.

Dejemos de lado el hecho (muy irónico, por cierto) de que un discurso nacionalista que parecía incendiario cuando era Trump quien lo esgrimía, tenga un símil y resulte aceptable en nuestro país, cuando nos beneficia a nosotros. El doble estándar es entendible, pero igualmente está mal y hay que evidenciarlo.

No, lo que a mi me preocupa de este discurso es que simplifica una realidad económica compleja hasta que le resulta conveniente para promover sus intereses, dejando fuera consideraciones muy importantes. Póngase a pensar: ¿Cuándo fue la última vez que le atendió un estadounidense en un Walmart, o un japonés en su concesionaria Toyota? Dejar de consumir a empresas extranjeras afecta, antes que a los dueños de los negocios, a los empleados mexicanos, sobre todo a los que dependen de comisiones sobre venta.

¿Y no se activa la economía mexicana cuando dichas empresas vienen al país? ¿Qué hay de la inversión directa en plantas de producción aquí en México, cuando contratan a las constructoras que levantan las naves industriales? ¿Qué hay de todo el expertise que dejan y las capacitaciones que imparten y que le permiten a millones salir adelante?

Quienes presumen que Oxxo y 7-Eleven han acabado con el sustento de miles de familias que tenían pequeñas abarroterías evidentemente piensan que no tienen que contratar empleados, o quizá no han considerado que esas mismas familias quizá están mejor trabajando en una empresa que les proporciona Seguridad Social, Caja de Ahorro, Seguro de Vida y otras prestaciones a las que de otro modo no tendrían acceso.

¿Nada de esto reactiva nuestra economía, nos fortalece como nación?

El mensaje subyacente “No necesitamos al extranjero” no solo es xenófobo, también es risible. Quienes proponen esto han de creer que México está viviendo en una burbuja y no han entendido muy bien cómo funciona la economía global, ni la ecuación del progreso.
Nuestro país es la 12º mayor economía de exportación en el mundo, con $400 miles de millones de dólares en juego. ¿Qué pasa si a nuestros clientes de allende fronteras les dá por cerrar sus mercados, como pretenden hacer con México? ¿Por qué creen que hay preocupación por Trump, sí a Estados Unidos le exportamos más de tres cuartas partes de esa cifra? ¿Qué pasa con el montón de productos que no podemos producir aquí, pero que necesitamos?

México no necesita más nacionalismo barato; bien intencionado, pero ignorante. México necesita inversión, más y mejores empresas, de la nacionalidad que sean. Más y mejores empleos. Aprender y adoptar procesos productivos más eficaces y que nos permitan competir.
Decisiones como la del Brexit, o las políticas de Trump son un peligro precisamente porque representan un retroceso. La tendencia es hacia la Integración, no hacia el aislamiento. Y quedarse fuera, no aprovechar y compartir el impulso de otras naciones, perjudica más que comprarles algunos productos.

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