El Washington Post reprodujo y difundió esta semana transcipciones íntegras de las conversaciones telefónicas que Donald Trump sostuvo con los mandatarios de México y Australia a finales de enero de éste año. Dando comienzo así a una semana de tragedia para el presidente norteamericano.
Por supuesto que con el puro texto, no puedo sino imaginar el tono y cadencia que adoptó Trump en su charla con el presidente Peña; pero si a mi me lo preguntaran, yo diría que el multimillonario que ahora despacha en el Salón Oval estaba desesperado. Una opinión sin duda contrastante con lo que en su momento algunos medios nacionales pretendieron hacernos pensar (Dolia Estévez, por ejemplo, utilizó los calificativos “humillante” y “amenazante” para referirse a la actitud del estadounidense.)
Si, Trump arranca fuerte diciendo que pensaba seriamente imponer aranceles a todos los productos mexicanos; utiliza técnicas interesantes para menguar la autoridad de su interlocutor durante la conversación, como dirigirse a él por su primer nombre, “Enrique” (que aunque es cada vez más frecuente en la iniciativa privada, sigue siendo muy extraño escucharlo en charlas diplomáticas), e incluso interrumpe en un par de ocasiones al presidente Peña. Pero nada de eso importa porque la amenaza de los aranceles.
Pero, al leer la conversación completa y ver cómo suelta datos al azar, falsos o fuera de contexto y sin relevancia: su campaña, el tamaño de sus mitines, su victoria electoral con el voto latino, el déficit intercambiario que tiene con México (y que todos los expertos señalan que no es algo malo para Estados Unidos per se), las fábricas que se han perdido por mudarse a México (y los ejemplos que puso son de producciones que se mudaron a otros estados, dentro del mismo Estados Unidos) Uno se da cuenta de que es, verdaderamente, el mismo bocafloja de poca sustancia que vimos en campaña.
Quizá la evidencia más reveladora de la efectividad de este “tremendo negociador” sea el tema del mentadísimo muro; tema que Peña intentó superar una y otra vez, ofreciendo dejar de hablar del tema en público y girar la atención a otras áreas en donde pudieran mostrar logros de la relación bilateral.
Trump: El hecho es que estamos los dos atorados políticamente, porque yo necesito que México pague por el muro. Lo necesito. He estado hablando de ello por un periodo de dos años.
Peña: Esto es lo que propongo, Sr. Presidente, dejemos de hablar del muro. He reconocido el derecho de todo gobierno a proteger sus fronteras como crea necesario y conveniente. Pero mi posición ha sido y seguirá siendo muy firme diciendo que México no puede pagar ese muro.
Trump: Pero no puedes decir eso a la prensa. La prensa tomará eso y yo no puedo vivir con eso. No puedo negociar en esas circunstancias.
Peña: Entiendo este punto tan crítico para usted y su país, Sr. Presidente. Busquemos maneras creativas de solventar el obstáculo. [...] Para México es algo que va más allá del tema económico porque es un asunto relacionado con la dignidad de México y con el orgullo nacional de mi país.
Traducción propia
No sé. ¿Le parece esto agachón, le parece que Peña no defendió los intereses nacionales? ¿Que se vió tibio? No soy ningún experto en diplomacia internacional, pero a mi me parece una muy razonable posición la del presidente. ¿O qué preferiría? ¿Franca oposición? ¿Aún viendo el ejemplo de Corea del Norte, que abiertamente se le opone y al que amenazan con “furia y fuego”?
Por una vez, creo que el presidente lo ha hecho bien y creo que esta será la manera correcta de lidiar con Trump mientras dure su mandato. Después de todo, bien dicen que lo cortés no quita lo valiente.
Si usted quiere leer toda la conversación, puede hacerlo en la siguiente liga:
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