Columna invitada enviada por nuestro colaborador y amigo, René Galindo (Síguelo en Twitter: @ReneGalindo1)
Se encuentra muy asentado en el imaginario popular mexicano
que somos una nación pobre que aspira a ser rica y que los problemas que se
viven en el llamado “primer mundo” no son comparables con aquellos que se
tienen en nuestro país. Sin embargo, hay problemas que son universales y que
parecen repetirse por la falta de conocimiento histórico.
En México se ha elegido democráticamente un nuevo gobierno,
un gobierno que se empeña en mostrar una cara de esperanza y reconciliación
que, sin embargo, toma lo más podrido del viejo sistema y lo vuelve a reciclar
en el poder. De ser confirmados, personas como Manuel Bartlett y René Bejarano
regresarán a ser figuras dentro de la política nacional y la poca oposición que
se muestra ante ello solo refleja el desconocimiento histórico que se tiene de
las trayectorias de esos individuos. Muchos los defienden asumiendo que “no son
los mismos” o que, como dentro del catolicismo, “están arrepentidos de corazón
y no volverán a pecar.” Lo cual hace estos nombramientos aún más preocupantes;
analizando la historia ninguno de ellos ha realmente tenido consecuencias por
sus reprobables actos. Manuel Bartlett salió del PRI solo cuando no tuvo manera
de continuar viviendo del erario en una posición política del partido que lo
vio nacer y por el que hizo cosas que son del todo reprobables y por las cuales
nunca tuvo consecuencias.
Italia se enfrenta a una encrucijada similar, aunque el
ambiente que permea es de ideas viejas con rostros verdaderamente nuevos.
Matteo Salvini es el flamante líder de un partido que parecía muerto en la
caída del último gobierno Berlusconi, la Lega Nord (Liga Norte). El genio de
Salvini es que ha sabido mutar el partido que era abiertamente racista con los
italianos del sur y establecer un miedo irracional a todo extracomunitario que
llegue a Italia. A pesar de que no obtuvo el mayor número de votos, su
coalición fue la ganadora de las elecciones en marzo pasado y ha comenzado a
ejercer su poder desde el Ministerio del Interior. Nuevamente se coloca al
“enemigo” como alguien extranjero que viene a robarle a los italianos el
trabajo y la identidad; algo que no se veía desde los años treinta del siglo
pasado cuando el fascismo emitía campañas similares contra los judíos. A pesar
de que en este caso Salvini no tiene la mayoría del parlamento ni de las
carteras del ejecutivo, muchos de sus colegas de coalición han callado ante las
decisiones de cerrar los puertos a las naves de ayuda humanitaria, así como a
los tweets en donde criminaliza a muchas ONG que se dedican a salvar gente en
el Mediterráneo. Ya ha habido muertos debido a estas decisiones.
Dos países muy distantes geográficamente y económicamente
diferentes. Aún con todo con pasados que no permiten que vean a un futuro más
prometedor, así como el fantasma del proteccionismo se cierne sobre México, el
fascismo es un fantasma que nuevamente parece crecer en una Europa que se ha
convertido en el último reducto de las democracias ante el avance del
populismo. La única manera de evitar escenarios que ya han probado ser
destructivos anteriormente es el promover nuevamente la participación
ciudadana, pero una participación que evite que las decisiones legislativas
sean contrarias al progreso de los países y que la participación activa de la
gente fortalezca las instituciones nacionales. Actuemos en conciencia de que
cada decisión implica ser responsables de las consecuencias que la misma
traiga.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Tu opinión es muy importante ¡Súmate al debate y déjanos un comentario!