Konrad Adenauer, político alemán, sentenció alguna vez que “la historia, es la suma total de todas aquellas cosas que hubieran podido evitarse”. Conviene prestar atención a sus palabras porque era un hombre que sabía de lo que hablaba. Como primer canciller de la República Federal de Alemania (Alemania Occidental), en sus hombros depositaron la responsabilidad de reconstruir y dar identidad a una nación que, luego de la guerra, quedó para siempre marcada con la sombra de la dictadura nacionalsocialista y sus crímenes.¿Cómo lidia Alemania con la realidad de que durante años estuvo dirigida por el que muchos no dudarían en llamar el hombre más malo que ha existido?
No fue nada fácil. Durante años ese periodo oscuro de la historia alemana permaneció fuera de las aulas y los libros de texto. Los horrores del holocausto no volverían a enseñarse sino hasta muchos años después, en los setentas y gracias a las protestas estudiantiles. Los jóvenes alemanes se dieron cuenta de que olvidar no era una opción y a partir de entonces, se levantaron memoriales y museos. En el aniversario número 70 del cierre de Auschwitz, fue la misma Angela Merkel quien aseguró que los alemanes no tenían derecho a olvidar: “es algo que les debemos a los millones de víctimas”.
Ciertamente no están enzalzando a Hitler, pero tampoco pretenden borrarlo de ningún lado. La historia se estudia como fue: se consideran los hechos, se entienden sus causas y se analizan las consecuencias. De esa forma los errores no se repiten.
Y mientras tanto en Mexico, 50 años después de un hecho trágico, pero ni de broma de las dimensiones de la tragedia de la Segunda Guerra Mundial, nos ahogamos en un vaso de agua por el retiro de unas placas con el nombre del expresidente que inauguró el Sistema de Transporte Colectivo Metro so pretexto de “cerrar ciclos”.
El gesto, inútil por donde los haya, corre un velo sobre la verdad de lo que pasó en Tlatelolco en 1968. “Dos de octubre no se olvida”, repetimos cada año pretendiendo que significa algo; pero ¿sabe el grueso de la población por qué protestaban los estudiantes? ¿si eran justos su reclamo? ¿Quién, sino unos pocos curiosos, se ha preocupado por entender las causas que le dieron vida, así como las razones de su abrupto final?
Hoy el hecho histórico ha desaparecido, se ha transformado en un mito útil, un fantasma en la conciencia del mexicano promedio que de repente uno que otro político agita para llevar agua a su molino. ¿No me cree? Vea como los políticos se llenan la boca en discursos, hasta los mismos priistas. O lo invito a leer la pieza que publicó ayer “RT en Español”, un portal de noticias de capital y origen ruso. “Del 68 al triunfo de López Obrador: 50 años de lucha por la democracia en México” la titulan. ¿Hablan del 68? Apenas lo indispensable. No es una remembranza, no es un análisis, es algo mucho más burdo: un informercial que utiliza la muerte de los estudiantes para hacer ruido y promoción política. Para un político, cabe aclarar, que precisamente se unió a las filas del partido hegemónico poco después (porque hueso es hueso) y que tiene en su círculo íntimo a Porfirio Muñoz Ledo quien apoyó incondicionalmente a Diaz Ordaz después del hecho y que ahora cínicamente presidió la ceremonia aniversario.
Queridos lectores (los dos que tengo) estamos en la época de la posverdad y si no podemos conocer (ya no digamos defender) lo que supuestamente jamás deberíamos olvidar; entonces nos limitamos a un papel de tontos útiles; siempre “pueblo”, nunca “ciudadanos”
Addendum:
Hablando de ni perdón ni olvido y aquello de honrar la verdad histórica. ¿Se enteró de la boda de César Yáñez? Esa en la que sirvieron cena de cinco tiempos con langosta incluida. (#TupperChallenge ¡Pero para llevarnos pa'l recalentado!)
La cosa está bien fácil, cada quien se gasta la lana que quiere y puede cuando se va a casar. No sería el primero en tirar la casa por la ventana en un evento así. Total, se supone que pasa sólo una vez en la vida.
El tema aquí es que tanto Yañez como su patrón (es vocero del presidente electo) han estado vendiendo con rotundo éxito el discurso de la austeridad. Más de treinta millones de mexicanos se los compraron. Y está cabrón (que las damas disculpen mi francés) tener los tamaños para decir con toda la seriedad del mundo que “se te caería la cara de vergüenza” si te vieran subiéndote al avión presidencial, pero no te de ni tantita pena que te vean en una boda de 870 mil pesos, cuando el novio reporta ingresos de 37 mil pesos mensuales y a su novia la acaban de sacar del tambo luego de estar acusada de lavado de dinero.
Menos mal que los políticos de siempre “ya se van”
¡Memoria histórica, chavos!
PS: Admito, eso sí, que ha sido divertido ver a la prensa militante (esa que “le dolía México” convertida en prensa del corazón. ¡La cuarta transformación!
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