Llamar “desafortunadas” las declaraciones de Andrés Manuel en estos últimos días respecto a las organizaciones de la sociedad civil (OSC’s) es quedarse sumamente cortos. “Desafortunado” suena a casi fortuito, accidental y está completamente fuera de lugar cuando es evidente que existe una estrategia para desacreditar sistemáticamente, desde Palacio Nacional, a dichas organizaciones.
Fiel a su costumbre, durante sus homilías matutinas el presidente mezcla conceptos y hace saltos lógicos que no respalda con dato duro alguno. Asume que las más de 30 mil organizaciones operando en México y registradas ante el Instituto Nacional de Desarrollo Social son todas igualmente corruptas, a pesar de ser las entidades más auditadas y con más requerimientos fiscales. A pesar de que se les exige que dediquen cierto porcentaje de sus ingresos a gasto social y apenas una fracción muy pequeña a gasto administrativo (son brutalmente eficientes y hacen mucho con muy poco)
Señala que están coptadas por “consorcios” y por nuestro nuevo enemigo nacional, “el conservadurismo”. Dice no conocer organizaciones “de izquierda”, claramente olvidando Movimiento Regeneración Nacional, AC, Honestidad Valiente, AC, Proyecto Alternativo de Nación, AC, No nos vamos a dejar, AC, y Austeridad Republicana, AC. Curiosamente, él mismo ha dicho que fue Honestidad Valiente y los fondos aportados por sus seguidores los que le permitieron recorrer el país sin tener cargo ni financiamiento público.
Las acusa de estar a las órdenes de intereses particulares, a pesar de que la Secretaría de Desarrollo Social tiene perfecto registro de las 80 mil actividades que realizan a lo largo y ancho de toda la república mexicana y que van desde procurar alimentos para los que menos tienen, hasta promoción del deporte, pasando por salud, educación, impulso a la equidad de género y protección al medio ambiente.
No, el ataque del presidente no obedece ninguna de las causas que él señala, se trata de pura y simple hambre de poder y de amarrarle las manos a la ciudadanía organizada, una de las pocas fuerzas que puede hacerle frente. Y no hace siquiera el esfuerzo por ocultarlo. “Nosotros ya no vamos a entregar recursos a organizaciones ni a fundaciones, para eso es el gobierno, esto debe quedar muy claro [...] los apoyos van directo a los beneficiarios”
Se trata pues de justificar su red de programas sociales, finamente estudiado para armar estructuras clientelares; al tiempo que se deshace de un valiente grupo de ciudadanos (muchos de ellos voluntarios) que miden, estudian, hacen visibles y dan solución a las problemáticas de México, esas que él no quiere ver y no quiere que el resto de la población vea
Estoy de acuerdo que el régimen fiscal de las OSC’s permite o da lugar, quizá, a muchos malos manejos. Después de todo, es difícil (pero no imposible) justificar que el gobierno esté financiando a las orquestas de Salinas Pliego (Asociación Azteca Amigos de la Cultura y las Artes A.C. recibió 807 millones de pesos durante el sexenio de Peña Nieto). Nadie está en contra de una fuerte revisión a las condiciones con las que trabajan las organizaciones que solicitan apoyo federal, pero su absoluta desaparición es un fenómeno que debería preocuparnos. El presidente quiere hacer, con un mazo de demolición, una intervención que requiere de un bisturí y una lupa.
Las OSC’s forman parte integral del desarrollo del país, no solo resuelven problemáticas sociales, también organizan y empoderan a la población. Andres Manuel contrapone a la Sociedad Civil con “el pueblo” o “la gente” sin darse cuenta de que son uno y lo mismo y así, una vez más, polariza y enfrenta. No lo permitamos.
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