Lo de Bartlett es una cosa por demás curiosa. En poco más de 17 meses, él y su familia han protagonizado sendos escándalos de corrupción que podrían rivalizar y dejar pequeños los peores momentos del sexenio de Peña. Aún así, la presente administración parece dispuesta a sacrificar cuanto capital político y credibilidad sean necesarios para sostener en su puesto y lavarle la cara al director de la Comisión Federal de Electricidad (CFE).
Sirva un caso particular de ejemplo, para que no se me tache de exagerado:
El valor de la casa blanca del expresidente se calculó en siete millones de dólares. Al tipo de cambio de aquel entonces (13.48 pesos por dolar ¡qué tiempos!) son 94 millones de pesos. En comparación, el imperio de inmobiliario de la familia Bartlett se calcula en 800 millones de pesos; ocho veces y media más grande.
Ambos casos se manejaron de un modo tan parecido que resulta inverosímil. Ambos implicados señalaron a su pareja sentimental como dueñas de las propiedades. En ambos casos se le pidió a un Secretario de la Función Pública (Virgilio Andrade, en el caso de la Casa Blanca e Irma Eréndira Sandoval, en el caso de Bartlett) que investigaran el asunto y en ambos casos se les exoneró de cualquier culpa.
Esta semana la familia Bartlett protagonizó otro escándalo y nuevamente el aparato morenista se movilizó para intentar tapar el sol con un dedo. Resulta que León Manuel Bartlett Álvarez, hijo del director general de la CFE, recibió contratos de gobierno sin licitación de por medio; sin competir por ellos. Según el portal de transparencia Compranet, Cyber Robotics Solutions, la empresa del hijo de Bartlett, le vende lo mismo al IMSS, al ISSSTE, al Ejército o a la Marina. Los contratos suman más de 162 millones de pesos y de los siete, seis fueron adjudicación directa.
Huelga decir que el detalle de los contratos también es muy particular. El 17 de abril, por ejemplo, la empresa le vendió al IMSS Hidalgo 20 ventiladores artificiales para combatir la pandemia del COVID-19, cada uno por la modesta suma de un millón 550 mil pesos. Un sobreprecio brutal.
Desde esta trinchera como que la cosa no cuadra, y apesta mucho a nepotismo, tráfico de influencias y corrupción.
Y ese es precisamente el tema. Para ser un gobierno que hizo del combate a la corrupción su principal bandera y la vendió como panacea mágica a todos los problemas del país, la administración de Andrés Manuel López Obrador se está quedando cortísima en el rubro cuando se trata de Bartlett y los suyos. Es la segunda vez que el director de la CFE le dejan vulnerable, pero el presidente sencillamente repite la jugada: Que la Secretaria de la Función Pública investigue. Dentro de un par de meses seguramente saldrá el aviso de que queda limpio de todos los cargos. Le apuestan al olvido
¿Qué se le debe a Bartlett? ¿Qué baza tiene que permanece intocable a pesar de ser un lastre político claro? ¿Con qué compró esa inmunidad? ¿Cómo es que se pasa de ser el autor intelectual de una “caida del sistema” histórica que le robó la oportunidad a Cárdenas, a ser un incondicional “de izquierda”?
La lucha contra la corrupción de Andrés Manuel es un bulo, un mal chiste. La presencia de Bartlett y la protección incondicional de la que parece disponer confirman que, lejos del “Ya se van” que presumían, en realidad se quedaron los mismos y con las mismas prácticas.
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