miércoles, 16 de febrero de 2022

El tema no es la casa, ni los periodistas...

Aunque la mona se vista de seda, mona se queda y aunque el presidente pregone austeridad republicana y justa medianía, el de las casas en Houston es el segundo periodicazo que le acomodan sus hijos para exhibirle su verdadera naturaleza; la de un corruptazo consumado.

El primero fue el escándalo de Chocolates Rocío y Hugo Chávez Ayala, su socio y operador que se está haciendo millonario usando Sembrando Vida para pagarle desarrollos cacaoteros que luego le venden su producción a precio de ganga. Ahora nos enteramos que José Ramón López Beltrán, hijo del presidente Andrés Manuel López Obrador, anda rentándole un humilde jacalito de 20 millones de pesos en Houston a Keith Schilling, alto ejecutivo de una empresa petrolera. ¿Y eso qué tiene de raro? Bueno, pues que desde agosto de 2019 (cuando José Ramón López ocupó la casa) y hasta julio de 2020, la empresa de Keith Schilling, Baker Hughes, recibió contratos de PEMEX por 194 millones de dólares, equivalentes a unos 3,900 millones de pesos.

Cuando poco, se trata de un conflicto de interés importante, cuando mucho, apesta a acuerdo previo, a arreglo “por fuera”, a prebenda, negociación y corruptela. Los involucrados han intentado negar cualquier vínculo, incluso que tenían conocimiento de quien era el otro, pero es poco probable, dada la forma en la que se se dan los contratos de arrendamiento en el estado de Texas. Debió aparecer en la investigación que López Beltrán era una persona “políticamente expuesta”, al menos si fue honesto en el trámite (de lo cual no hay certeza alguna, pero le daremos el beneficio de la duda).

Sea como fuere, la investigación se consideró lo suficientemente seria como para que un grupo de inversionistas de Baker Hughes, que pueden perderle mucha lana, presentara una solicitud para investigar a través de una carta dirigida al comité de dirección de la compañía y marcando copia a la Comisión de la Bolsa y Valores de Estados Unidos (SEC) y al Departamento de Justicia, porque de aquel lado no se andan con tarugadas y hay mucho en juego.

Lo que siguió de este lado ha sido el peor manejo de crisis que he visto en cualquier gobierno en mucho, mucho tiempo. Primero, que si era la nuera del presidente, Carolyn Adams, la que pagaba la renta y no José Ramón. Luego, que ni sabían a quién le rentaban. Días después, que sí era José Ramón el pagano, con su sueldo como abogado. ¡Pero, oh sorpresa! Resulta que trabaja para un hijo de Daniel Chávez Morán, fundador de Vidanta —un consorcio con 30 desarrollos turísticos de lujo—, que compró 200 millones de pesos en boletos de lotería para “rifar” el avión, es integrante del consejo asesor de López Obrador y además representante de la presidencia en la supervisión del Tren Maya. Acusarse de un segundo conflicto de interés para tratar de zafarse del primero debe estar entre las jugadas más surrealistas de la historia moderna de este país, un autogol espectacular. Y ni hablar de violar la Constitución dando a conocer datos personales del periodista que te exhibió, o de la ineptitud política de exhibir a tus amigos (Daniel Chávez, Vidanta) con tal de salvarle el pellejo de tu vástago

Desplegando tan maravilloso juego defensivo, creo que nunca antes había estado la actual administración tan vulnerable como la ha estado las últimas dos semanas. Era el momento perfecto para robarle la narrativa y trascenderlo, evidenciarlo como el tartufo irrelevante que es en realidad y empezar a proponer, empezar a construir.
Sin embargo ¿qué está haciendo la oposición? En lugar de aislarlo, le da vida. Se enfrasca en una conversación improductiva e irrelevante con el estrado montado en Palacio Nacional, le da oxígeno, le presta legitimidad. ¿Qué necesidad, caramba?

Como ciudadanos, nos toca jalarle las orejas a nuestros representantes y “líderes de la oposición” desde lo local. Recordarles que el diálogo es con nosotros, los mexicanos que vamos a votar y que queremos trabajar por un mejor país. Porque juntar a 65 mil personas en un espacio virtual bajo la etiqueta de #TodosSomosLoret podrá parecer un acto muy contestatario, pero no sirve de nada si no construye alternativas. 
¿Y sabe qué? Hay que usar lo local como palanca. Por ejemplo, tras las declaraciones de poner “en pausa” la relación con España Mauricio Kuri González, gobernador de en Querétaro, fue veloz para declarar que “Tenemos aquí abierto el estado para la inversión tanto española como cualquier parte del mundo. (…) En Querétaro estamos puestos y dispuestos para recibirlos” y a pregunta expresa, hacerse a un lado, trascender el discurso de la mojiganga con la banda presidencial: "Prefiero no opinar", "Desconozco los motivos de las declaraciones, es un tema de diplomacia mexicana pero aquí en Querétaro hay una gran colonia de descendientes españoles, y una gran cantidad de empresas”.

¡Que refrescante postura! ¡Qué envidia, caray! Bien por Querétaro... ya nomás nos faltan los otros 31 estados, la "oposición" de ambas cámaras y más de 120 millones de mexicanos.
¡Plop! ¡Ya merito!



1 comentario:

  1. En lo único que suelo disentir es que cada tropezón del Tlatoani de albos cabellos vaya puntuado por un "y la oposición no aprovechó su oportunidad".
    Desconozco si la oposición lo hace deliberadamente o no, pero, considero que la mejor estrategia con López, es dejarlo que se ahorque solo, o mejor aún, que la ciudadanía, esos treinta millones que lo pusieron en la Silla o los sesenta millones que no lo impedimos, lo baje de ahí. Sí, tal vez le llevó tres años dar una maroma desnucadora, pero con personajes como este, todo intento de sus antagonistas por derribarlo, lo hacen más fuerte. Porque su papel es el de héroe del pueblo, el enemigo del sistema. Y aunque ahora él es el Sistema, sigue vendiendo esa imagen.
    No, a él hay que dejarlo solo, dejarlo llegar hasta el 2024. Lo que se tenga que pelear, se peleara en el Senado o en la Cámara de Diputados, ahí sí tenemos que hacer presión. Pero en lo demás, en donde no se le puede obligar a modificar sus decisiones, ahí es mejor no contender con él, porque siempre va a ser la víctima.

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