miércoles, 23 de marzo de 2022

Promesas, aeropuertos y garnachas

 

El lunes se inauguró finalmente el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA). La inauguración ha sido, voluntariamente y por diseño, una verbena popular. Los acabados en obra gris, instalaciones eléctricas expuestas, folclóricos baños sin agua y hasta las fotos del ambulantaje que desde el día uno hizo su presencia en las instalaciones, son todos anzuelos; trampas estratégicamente colocadas para que la crítica vaya por ahí. Dos motivos para hacerlo así:

  1. Toda crítica a cualquiera de estos puntos puede señalarse como “clasista” o “de fifís” y desestimarse, como ha ocurrido ya en la mañanera de ayer martes. La maniobra refuerza la división y el encono en este país y le suma puntos a la presente administración en su base electoral histórica y abona a la narrativa de “pueblo bueno” vs “privilegiados”

  2. Todo tiempo perdido en discutir nimiedades, como el estilo arquitectónico del edificio terminal, es tiempo que no se discuten realidades más apremiantes respecto a la conectividad aeroportuaria del la capital del país y del proyecto del AIFA en particular.


¿Por qué nos dijeron que era necesario el AIFA, en lugar del NAIM? ¿Qué se prometió? ¿Qué se entregó finalmente? y ¿Cómo se llegó al entregable? Son, a mi entender, cuatro preguntas mucho más relevantes para el acontecer nacional que si la zona infantil del nuevo aeropuerto dice Eurora donde debe decir Europa, o si está bien que la señora de las tlayudas se haya instalado en la terminal de pasajeros. 


Se nos dijo que el NAIM se cancelaba, principalmente, para detener la rampante corrupción en el proceso de diseño y construcción. No sólo nunca se demostró esa corrupción, sino que independientemente de que se construyera o no, terminamos pagándola igualmente en el costo de la cancelación, sanciones y acuerdos por incumplimiento de los contratos. Comienza la mentira sistémica que ha caracterizado a este gobierno desde sus inicios.


Si el motivo de la cancelación fue la corrupción, se desdobla que el nuevo aeropuerto tendría que estar libre de este vicio y ser impoluto y transparente en sus cuentas. Pero no funciona así en la lógica de la presente administración, que hizo todo lo posible por ocultar la información, catalogándola incluso como “de interés a la seguridad nacional” para eludir su obligación de hacerla pública. Como la verdad finalmente gana, Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad finalmente identificó algunas muy preocupantes realidades:

Que la totalidad de los contratos otorgados por la SEDENA fueron por dedazo y sin licitación de por medio. Que al menos $1,572 millones de pesos fueron a parar a una decena de empresas recién creadas en este sexenio. Y que, por ejemplo Gramath, una de estas empresas, recibió 4 contratos por un valor de $5.2 MDP, pero su domicilio fiscal es un departamento en un conjunto habitacional del Infonavit. La empresa que rentó vehículos para el aeropuerto de Santa Lucía reportó su domicilio en un lote baldío en el valle de Chalco. Otra empresa ganadora de contratos, fue señalada por el SAT como simuladora de operaciones y compartió domicilio fiscal con el Sindicato Libertad, cuyo líder está preso acusado de secuestro, extorsión y lavado de dinero.


Así que, claramente, la cancelación del NAIM y su “sustitución” por el AIFA no responde en modo alguno a una “lucha contra la corrupción”. La razón ofrecida es una enorme ficción y sencillamente contribuyó a ensanchar el nido de corrupción. 

Vale, ni modo, pasamos a la segunda y tercera preguntas: ¿Qué se prometió y qué se entregó finalmente? El lunes un montón de militares y algunos civiles se daban palmaditas en la espalda por haber concluido la magna obra en tiempo y en el presupuesto prometido. ¿Es correcta esa aseveración?


El Plan Maestro de la 1era Etapa del proyecto, que presentaron en agosto de 2018, incluía dos pistas, y además del edificio terminal, otras 28 edificaciones. Entre ellas un hotel de 310 habitaciones y un estacionamiento techado. El lunes todas las festividades ocurrieron dentro del edificio terminal, hemos visto fotos de la torre de control y de la única pista construida. Es todo.

Lo demás no ha sido construido, en algunos casos ni empezado. 90% de la infraestructura necesaria para operar está en el olvido. Las terminales de carga internacional y doméstica, el edificio que alberga las oficinas del SAT y las diferentes agencias aduanales, la pista norte, el espacio para el Servicio Postal Mexicano, el tren suburbano que conecta el aeropuerto con la ciudad, el hotel principal, ese de 310 habitaciones que aún no tiene muros, ni habitaciones, ni muebles, ni electricidad, ni agua…


¿Y del costo? El Plan Maestro al que me remito señalaba que el proyecto iba a costar 66 mil 878 millones de pesos. Para diciembre del 2021, según el Presupuesto de Egresos de la Federación, el gobierno ya había gastado 104 mil 531 millones de pesos. Y para el 2022, se asignaron otros 11 mil 450 millones. El AIFA, así incompleto e inoperante como lo entregaron el lunes, ya nos costó 73% más de lo que nos dijeron que iba a costar.


Y finalmente ¿Cómo llegamos al entregable? Bueno, querido lector, si vio algunas fotos del auditorio durante la ceremonia de inauguración, seguramente se percató de la abrumadora mayoría militar entre los asistentes. También habrá visto las fotos de los inflables que llevaron el domingo 13 de marzo, para la “rodada” que organizaron en las instalaciones. Dos militares inflables de piso a techo en la nave industrial, con caricaturescas y amigables sonrisas.

La narrativa oficial está dándole poder a las fuerzas castrenses, poniéndolos a cargo de obras de infraestructura civiles y estableciendo empresas paraestatales a su cargo para la operación de las mismas. Recuerde aquel triste adagio de “No me des, nomás ponme donde hay”


Se nos está vendiendo la idea de que nada que se haga sin el ejército funciona, o puede considerarse libre de corrupción. Que la iniciativa privada no funciona y merece desdeñarse. Esto, junto con otras iniciativas, como la naturaleza militar de la Guardia Nacional pintan un tétrico panorama para el futuro de México.


¿Ya se percató, querido lector, de lo increíblemente irrelevante que es que el interior del edificio terminal huela a garnacha recién hecha?





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