Dentro de dos semanas se celebran comicios para renovar el poder ejecutivo en seis estados de la República: Aguascalientes, Hidalgo, Quintana Roo, Durango, Oaxaca y Tamaulipas. La cita es importante. En esta penúltima escaramuza electoral se dirime, de nuevo, el equilibrio y acomodo de fuerzas entre los oficialistas y la “alianza” opositora.
En Morena lo saben. Saben que el ejercicio de este 5 de junio es antesala y laboratorio de las preferencias, una “toma de pulso” previo a la renovación presidencial en 2024. Y como el actual titular del ejecutivo tuvo a bien soltar a sus gallos para la sucesión con, literalmente, años de anticipación para ellos este experimento ha cobrado aún más importancia. Para los precandidatos es tiempo de tocar bases, de medir apoyos internos, de construir plataformas en giras territoriales disfrazadas de apoyo a los candidatos a las gubernaturas.
Así lo han entendido Marcelo Ebrard, Claudia Sheinbaum y Augusto López, quienes, fuera de los tiempos que marca la ley, abandonan las responsabilidades constitucionales derivadas de sus actuales cargos para prepararse el terreno al máximo hueso al que pueden aspirar, la presidencia de la república.
Claudia estuvo este fin de semana en Oaxaca y Tamaulipas, hablando sin tapujos de como México estaba preparado para tener una presidenta. Ebrard se dio tiempo de visitar primero Aguascalientes y luego Quintana Roo, mientras lidia con las tensiones entre México y Estados Unidos por la Cumbre de las Américas. Y el secretario de gobernación se paseó por Hidalgo.
Mover ficha de esta manera tan descarada viola la equidad de la contienda en los respectivos estados, es un ejemplo de uso indebido de recursos públicos y, evidentemente, se considera un acto anticipado de campaña de parte de los involucrados. Las tres son delitos que debieran investigarse y castigarse con todo el rigor de la ley.
El movimiento adelantado también, aunque suene irónico, es un error estratégico. Una prolongada y desgastante precampaña terminará por erosionar la imagen de los aspirantes a la candidatura y producirá (si es que finalmente optan por un proceso democrático para elegir al candidato) un piso desigual en la contienda interna.
Recuerdo por ejemplo, el caso de Acción Nacional en 2012. En el empecinamiento presidencial por hacer de Ernesto Cordero el abanderado panista, el proceso interno fue largo y desgastante. Los precandidatos se despedazaron entre sí y cuando finalmente Josefina Vázquez Mota se alzó con la victoria, había tal división al interior del partido que la dejaron sola, prefiriendo apoyar incluso al candidato priista antes que a la su propia ungida.
La historia y los antecedentes de los actuales miembros de Morena me invitan a pensar que la película en 2024 puede ser similar y que, en la jugada de desviar la atención de su gobierno “destapando” a sus posibles reemplazos, Andrés Manuel le haya infligido una peligrosa herida a su movimiento.
Por supuesto, todo esto depende de que los partidos de oposición y sobre todo la ciudadanía, capitalicen el conflicto interno de Morena y no sigan por el mismo camino, tratando de nombrar un abanderado demasiado pronto.
Construyamos ideas, construyamos qué queremos y los perfiles llegarán y se acomodarán por si solos. Plantear el nombre antes que el proyecto es poner la carreta antes que los caballos. y da lugar a más división y desgaste innecesario.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Tu opinión es muy importante ¡Súmate al debate y déjanos un comentario!