miércoles, 29 de junio de 2022

El político da hasta donde el pueblo exige.


Faltan todavía dos años para las elecciones presidenciales de 2024. Es muchísimo tiempo. Discutirlas desde hoy en términos de “¿A quién propones?”, “¿Quién es tu gallo?” y “¿Por quién votarías entre X y Y?” es ocioso y hasta irresponsable con el México del ahora, del hoy. 

La actual administración tiene enfrente una tormenta perfecta de su propia manufactura, agravada por factores externos que debió anticipar y contrarrestar. En cualquier rubro razonable por el que se pueda medir a un gobierno, éste nos queda a deber. Tiene el país cayéndose a pedazos en lo económico, lo social, lo financiero, en temas de seguridad y en el manejo político. Es un fracaso de proporciones que no habíamos visto desde Echeverría, López Portillo y Miguel de la Madrid. Y nada, absolutamente nada le conviene más que que lo dejemos nadar de muertito hasta la meta, el 30 de noviembre del 2024.


Pero eso es, precisamente, lo que parece que queremos hacer. En la última semana han aparecido presidenciables impresentables hasta de debajo de las piedras. Las famosas “corcholatas” en primer lugar, impulsadas por la misma presidencia para jalar la marca (Ebrard, Sheinbaum, Monreal, López), pero también un montón de tontos útiles al régimen que colaboran con el circo (Gabriel Quadri, Enrique de la Madrid, Alito Moreno) haciendo propuestas al aire y promesas de aliento y saliva. Todos tienen cargos actualmente, todos están en una posición privilegiada para HACER y demostrar su capacidad y valía, empujando e incomodando al régimen, pero prefieren hacerla de espantapájaros, oposición nominal que nomás mira desde la barrera y espera su turno para ver qué saca del árbol caído.

 

El caso de Alito Moreno es particularmente punzante. El hombre es diputado, presidente de un partido de oposición emblemático de cierta fuerza. Pero en lugar de ser una espina en el costado de la administración, un impulsor de planes y estrategias sale hoy con la populista propuesta de una ley para que los integrantes de las Fuerzas Armadas, la Guardia Nacional, el Ejército, la Fuerza Aérea y la Marina puedan llevarse sus armas de cargo a sus casas,  y para que que, con mayor facilidad, las familias mexicanas puedan tener acceso a armas de mayor calibre, a efecto de que puedan proteger sus casas, sus negocios y sus vidas. En resumen, en lugar de exigir, le lava las manos al gobierno.


Luis Donaldo Colosio Rojas, presidente municipal de Monterrey y a quien muchos ya lo quieren ver en la SIlla Presidencial nomás por el apellido, demostró lo poco que vale pidiendo conmiseración y empatía porque “él también lleva diez días sin agua”. Señor, se le eligió para resolver. Si no puede, hágale espacio a alguien que sí o que al menos esté dispuesto a entrarle a la discusión y a jalar para que las cosas se hagan, no que se siente en juntas “para que nos digan cómo le van a hacer”. Es usted el ejecutivo municipal, ejecute.


El político no va a hacer más allá de lo que le exija el electorado. Es responsabilidad de la ciudadanía, por tanto, poner el foco y la lupa en lo que le interesa, en lo que le duele, en lo que le urge solucionar y actuar en consecuencia. Si la caballada está flaca, si a un cartucho quemado como Gabriel Quadri le alcanza con soltar al aire una vaguísima propuesta de cancelar el Tren Maya y transformarlo en una “Gran Ciclovía” para que la ciudadanía lo empiece a barajear como presidenciable (a dos años de la elección). Si Ricardo Anaya nomás tiene que grabar un par de videítos desde su casa en el gabacho para que le resuciten las aspiraciones presidenciales. Si nomás con pararse en el púlpito del Congreso a ladrarle un par de palabras fuertes al presidente le da a Lily Téllez para que haya quien la quiera en la boleta… bueno, pues eso es culpa nuestra, mexicanos; por quedarnos con las poses, sin exigir resultados.





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