Somos un pueblo noble, aguantador y con poca conciencia cívica. Nuestras actividades y preocupaciones diarias nos dejan poco tiempo para dedicarlo a la política. La actitud de inevitabilidad e indefensión frente al gobierno (desarrollada durante años de “dictadura perfecta” priista) y la cultura que valora la resiliencia estóica a las calamidades, nos han dificultado muchísimo echar a andar nuestra incipiente democracia y sobre todo, saber qué hacer con ella y qué esperar de ella.
Por eso en nuestra historia reciente hemos tenido apenas un puñado de ocasiones como las del domingo pasado, porque las circunstancias tienen que ser muy extremas, tiene que haber muchísimo en juego, para que nos decidamos a salir de nuestro letargo cívico a tomar acción. Y cuando sucede, todavía nos sorprendemos de nuestras propias fuerzas. Y a veces hasta nos asustamos de la responsabilidad que dicha fuerza conlleva.
La histórica marcha en defensa del INE del domingo reunió y organizó a millones de personas en diferentes partes de la república alrededor de un reclamo claro y tajante, que no se le modifique absolutamente nada al INE en su estructura y operación por lo menos de aquí al 2025.
Con cualquier métrica que se quiera usar para evaluarlo, el ejercicio ciudadano fue un éxito rotundo. A mi la que más me gusta utilizar es el acuse de recibo desde el aparato gubernamental, con la mención en la mañanera, la intentona de la jefa de gobierno de inhibir la participación implementando la contingencia ambiental, y el asedio desde TV Azteca (medio oficialista). Tocamos donde duele, pues.
Escenas como las del domingo me llenan de esperanza. Esperanza de que el ciudadano mexicano promedio se percate de que su intervención organizada es crucial y puede incidir en la vida pública del país; de que para vivir en “democracia” no le basta con salir a votar cada seis años, que tenemos todos la obligación de ir más allá y apretar y exigir cuentas y dejar claro el rumbo que queremos para nuestro país. Esta toma de conciencia es primer paso indispensable de una vida en libertad y de un país próspero y democrático.
Nada de esto significa que la batalla está ganada, sin embargo. Vendrán otros pasos, vendrán otros desafíos. Si la marcha del domingo queda para el anecdotario y no viene acompañada de la exigencia y el escrutinio al legislador, será apenas un estertor pasajero. Queda ese desafío, el que la participación política sea cosa de todos los días. En que la interacción con nuestros representantes y las demandas sea cosa de todos los días.
Queda también el desafío de ver más allá de colores y membretes y entender la política como algo multidimensional que va más allá de derecha e izquierda, gobierno y oposición. Hacer funcionar y que trabaje para nosotros a un diputado azul que a un guinda, requerirá el mismo trabajo y la misma presión, porque al político siempre le será más fructífero y fácil negociar con otro político que con el electorado que lo puso a cargo.
Botón de ejemplo: Bajo la etiqueta de “oposición”, el Partido Acción Nacional tiene ya su propia propuesta de reforma electoral turnada a comisiones. La propuesta contempla el voto electrónico manzana envenenada que no debemos aceptar por ningún motivo. ¿A cambió de qué está negociando Acción Nacional vender a los ciudadanos y darles atole con el dedo? ¿En razón de qué, después de participar en la marcha del domingo, se hacen los que no entendieron el reclamo?
Como puede observar, querido lector, la victoria del domingo no se traducirá automáticamente en acciones dentro de las Cámaras. Es aún más dudoso que se traduzca en acciones en beneficio de usted y yo, la ciudadanía. No podemos bajar los brazos ni dormirnos en nuestros laureles. Si le impresionó la fuerza con la que congregamos a millones en Paseo de la Reforma, convénzase de que usted es y tiene esa fuerza, es cuestión de que la apliquemos juiciosamente y sin descanso. Ni un paso atrás.
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