Encuentro dificil encontrar un calificativo conciso para describir el veredicto de “Culpable” que dejaron caer sobre Genaro García Luna el pasado martes 21.
Se puede presentar como una contundente victoria política para el régimen, una validación del discurso morenista de la “Mafia del Poder” y del viejo régimen corrupto, sí. Excepto que al cubrirse con esa manta, descobijan el hecho de que la investigación, captura y juicio la llevaron a cabo las instituciones estadounidenses, no las mexicanas. Que lo dicho durante el juicio debería detonar medio centenar de investigaciones de este lado del río Bravo para encontrar y sancionar a sus colaboradores, pero estas nunca van a ocurrir. Y que mientras aquí celebran como si el veredicto fuera un logro suyo, en Estados Unidos el resultado disparó sospechas y ya le están pidiendo explicaciones a la DEA y al FBI, sobre cuánto sabían del exsecretario de Seguridad de México con el que estaban colaborando y por qué siguieron trabajando con él como si nada. Países e ideologías distintas, pues.
No faltará quien alabe la superioridad institucional y del sistema de justicia norteamericanos. Pero la verdad, también quedó a deber. Se presentaron muchos testigos, sí, e infinidad de declaraciones. Pero la evidencia contundente y dura brilló por su ausencia durante todo el procedimiento. Aunque la fiscalía asegurara tener horas de grabaciones, videos, fotografías, registros electrónicos… Nada salió a la luz durante el juicio, ni se esclareció mayor cosa. Si acaso valdría la pena volverse a cuestionar qué tan válido es dejar la sentencia en manos de un jurado de doce ciudadanos que pueden o no tener conocimiento e interés previo por el caso. Es un método menos vulnerable a la corrupción y al soborno, pero con sus propios problemas.
Acá en México segura y justificadamente el resultado se utilizará como ariete político frente a Felipe Calderón y lo que representa. Pero cuestiono el impacto real de la herramienta, sobre todo cuando Claudia Sheinbaum, quien alega que “Es imposible que no se hubiera dado cuenta de lo que ocurría”, le parece de lo más natural asegurar no tener idea de las andanzas de su marido Carlos Ímaz, siendo que literalmente vivían bajo el mismo techo. Aunado al hecho de que no será Felipe Calderón el rival a vencer en 2024, y tampoco es que vayan a iniciar ninguna investigación contra el expresidente.
Habrá alguno más que lo pinte como un triunfo de la justicia, que estará contento de que García Luna pasará varias cadenas perpetuas (sic, porque así es el sistema de justicia norteamericano) pero también ahí hay consideraciones. El exsecretario tiene aún muchas cartas en la mano. Es altamente probable que apele al fallo y si todo lo demás falla, podrá ofrecerse a negociar con las autoridad para hablar en contra de un pez más grande. Recordemos, a Estados Unidos le interesa más la seguridad de su frontera y el peligro que suponen a esta los grupos del crimen organizado, no necesariamente la corrupción en México
Total, que el juicio no sirve sino para regresarnos a 2006 y a una añeja rivalidad (López Obrador - Felipe Calderón) que parecía ya superada. No avanzamos. Peor, seguimos celebrando que Estados Unidos detenga, investigue y enjuicie a criminales mexicanos cuando se nos debería caer la cara de vergüenza por nuestra propia incapacidad de poner la casa en orden.
Así que supongo que eso es lo que en realidad es el juicio: Una llamada de atención (otra vez) a nuestra propia ciudadanía. Al camino que nos falta y al hecho innegable de que a nuestra cúpula política se le podrán encimar más de cien juicios más, no va a mover las cosas. Nos toca a nosotros. Empecemos por defender la democracia el domingo.