Despertamos el viernes con la
noticia de que montaron en Estados Unidos una gasolinera que despacha
combustible usando la marca PEMEX. Es la primera de las cinco que los mandamases
de la petrolera nacional pretenden instalar al norte del río Bravo. Según
ellos, se trata de un programa piloto que intenta medir qué tan bien puede
competir la marca nacional con las extranjeras; anticipándose a que en 2018,
según lo establece la Reforma Energética, tendrá que competir en territorio
nacional con esas mismas marcas. Hasta ahí, todo en orden.
No pasó mucho tiempo, sin
embargo, para que se empezara a divulgar evidencia de que allá en Texas PEMEX
estaba vendiendo el litro de gasolina en poco menos de siete pesos, la mitad de
lo que se paga de este lado de la frontera. Toda vez se supo semejante disparidad
de precios, a los mexicanos nos ganó la cerrazón y avanzó la ignorancia; con
estridencia.
A todos se nos ocurrió exigir que
se igualaran los precios de inmediato, pero nadie recordó que en Estados Unidos
el precio de la gasolina es flotante, que depende en buena medida del precio
del crudo (que, les recuerdo, está en mínimos históricos a menos de 30 USD el
barril); que goza de condiciones de competencia en donde varias empresas pueden
jugar con el precio para conseguir clientes y en donde tienen la capacidad para
refinar la materia prima con relativa facilidad y a bajo costo. Por si eso no
fuera suficiente, la tasa de impuesto a la gasolina en Estados Unidos es el
equivalente a $1.7 pesos por litro, muy por debajo de los $5.4 pesos por litro
con los que gravan el combustible aquí en México.
En nuestro país el precio de la
gasolina es constante y fuertemente regulado por el gobierno, hay un único
proveedor del combustible y mucha de nuestra producción de petróleo debe
refinarse en el extranjero (precisamente con nuestros vecinos del norte) e
importarse de regreso, ya procesado. ¿Cómo esperamos pues un precio que compita
si las condiciones son tan abismalmente distintas?
"¿Entonces por qué está
PEMEX vendiendo en Estados Unidos a precios competitivos?" me preguntarás.
Y la respuesta es, porque no lo está haciendo.
La gasolina que se vende bajo la
marca PEMEX en Estados Unidos sigue siendo refinada localmente, con materia
prima extraída allá. Lo único que hizo la petrolera nacional fue llegar a un
acuerdo con el franquiciatario para que vistiera sus colores con el fin de
estudiar cómo le iba a la marca. Ni le paga nada a PEMEX, ni PEMEX le paga nada
al dueño de las bombas. Al menos no por la gasolina que coloca.
Todo mundo eligió ignorar las
diferentes circunstancias y condiciones que envuelven a la industria petrolera
en uno y otro país. No sé si habrá sido
un orgullo nacionalista herido, o si el grueso de la población sintió que la
petrolera nacional les estaba clavando una puñalada artera por la espalda al
ofrecerle mejores precios a los gabachos; pero lo que yo vi en redes sociales
es un enorme ejemplo de incongruencia.
Por un lado la disparidad de
precios provoca indignación, por otro, esos que critican la disparidad protegen
a capa y espada las circunstancias monopólicas que la producen porque ¿Cómo se
va a privatizar el recurso nacional?. ¿Cómo ahí qué, pues?
PD: Un día como hoy, pero de hace
un año, vio la luz este pequeño proyecto en donde suelto una diatriba ocasional
que nadie pidió. Nos faltó constancia para llenar las 52 semanas que tiene el
año con el mismo número de entradas, pero ahí vamos. Esperamos hacerlo mejor
este segundo año. A mis cuatro lectores ¡Muchas gracias por acompañarme!
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