El 12 de octubre de 1957, Fidel Castro escribió y firmó El Manifiesto de la Sierra. Un documento que dirigía al pueblo de Cuba en donde exponía las razones de la revolución y las acciones a seguir a partir de la victoria. En general se hablaba de la instauración de la democracia y la libertad:
"Queremos elecciones, pero con una condición: elecciones verdaderamente libres, democráticas, imparciales."
El primero de enero de 1959, año y medio después, la revuelta de Fidel Castro triunfa en su intención de derrocar al régimen de Fulgencio Batista. Desde el balcón del Ayuntamiento de Santiago de Cuba el comandante en jefe, que por entonces tendría 33 años, arengó a la nación con un discurso que rezaba más o menos así:
Esta vez, por fortuna para Cuba, la Revolución llegará de verdad al poder, no será como en el 95, que vinieron los americanos y se hicieron dueños de esto, [...]. No será como en el 33, que cuando el pueblo empezó a creer que una Revolución se estaba haciendo, vino el señor Batista, traicionó la Revolución, se apoderó del poder e instauró una dictadura por once años. No será como en el 44, año en el que las multitudes se enardecieron creyendo que al fin el pueblo había llegado al poder y los que llegaron al poder fueron los ladrones. Ni ladrones, ni traidores ni intervencionistas, esta vez sí que es la Revolución.
Prometió paz, democracia, riqueza, libertad y elecciones. Entregó más años de dictadura, de represión política y de guerra sin cuartel a la propiedad privada y a la libertad económica. ¿Qué era entonces la Revolución prometida?
Leyendo la vida del personaje cubano, una de las figuras más importantes de latinoamérica en los últimos años, da la impresión de que ni él mismo lo tenía muy claro y que abrazaba la ideología que más le conviniera en cada circunstancia. La Revolución era lo que Castro necesitaba que fuera para perpetuarse en el poder, aplastar libertades y justificar la persecución de los enemigos políticos por ser “traidores a la revolución”. El modelo se lo han copiado a la perfección varios líderes latinoamericanos.
Hay quienes insisten en que los cubanos sacrifican esas libertades para alcanzar beneficios sociales garantizados que no alcanzan en ningún otro lugar del mundo. Presumen su sistema de salud, sus tasas de alfabetización, su cobertura alimentaria y ser el único país que cumple con los criterios de la ONU para el desarrollo sostenible: alto desarrollo humano y huella económica sostenible; todo pese a la imposición del “imperio” norteamericano
A quienes perpetúan esta imagen de Cuba como el paraíso socialista, me gustaría introducirlos al concepto desarrollado por Charles Tiebout, economista y geógrafo norteamericano: Votar con los pies. La teoría sostiene los ciudadanos manifiestan sus preferencias con respecto a ingresos, gastos y políticas públicas desplazándose a aquellas áreas que comparten esas preferencias en su legislación (social, fiscal o de cualquier otro tipo)
A lo que voy es, no he visto ninguna barca hechiza tratando de llegar a Cuba desde Florida o Yucatán, pero si he visto y escuchado de muchas que van en sentido inverso. Si la utopía socialista ha llegado a Cuba ¿Por qué los cubanos siguen intentando escapar de ella? ¿Por qué los votantes de origen cubano en Florida le dieron el triunfo a Trump en el estado, cuando éste ha amenazado con dar marcha atrás a las políticas de acercamiento entre las dos naciones?
Parafraseando una página de Facebook que sigo: Cuba es como aquella casa desde donde se oyen diariamente gritos. En donde sabemos que el padre de familia golpea a la esposa, la misma esposa lo ha dicho. Pero cuando enviamos inspectores o trabajadores sociales, el hombre se niega a recibirlos, no permite que la esposa declare y alega que todo está bien. Los inspectores anotan “Este es un hogar feliz” y el mundo se lo cree, porque no tiene manera de verificar lo contrario.
Desconfiemos de quienes nos ofrecen revoluciones, o hacen de la revolución su bandera (más aún si son revoluciones institucionales, democráticas o amorosas) quien sabe si sepan de lo que hablan; quien sabe si no sea otro fin eternamente inalcanzable que justifica todos sus medios.
"No se establece una dictadura para salvaguardar una revolución; se hace la revolución para establecer una dictadura."
George Orwell
Que curioso!una de las criticas más agudas a Don Porfio Díaz, fue ser un dictador. Los amantes de la revolución y el socialismo hablan de democracia y gobierno del pueblo, defienden a capa y espada al gobierno cubano como ejemplo de salud y bienestar. Pero nunca ven que lo único por lo que se pelearon, que era libertad y democracia, fue lo único que nunca les dieron.
ResponderBorrarIgual está Venezuela, Bolivia y por lo que veo, los seguidores de AMLO quisieran que llegaramos a eso.