miércoles, 7 de diciembre de 2016

¡Falta año y medio! ¡Estense quietos!

Faltan 571 días para las próximas elecciones presidenciales (asumiendo que fueran el domingo 1 de julio de 2018) Sin embargo, al menos mi noticiero matutino de cabecera, ya está inundado de especulación, presidenciables, dimes y diretes.

Acción Nacional es el principal culpable. Aunque la traten de vender como un ejercicio democrático que los pone por encima de la elección “al dedazo” de otros partidos, la pelea interna por ser el abanderado del PAN en la carrera por la grande está irritando al electorado. Para cuando el INE finalmente haga oficial la temporada de elecciones, cualquiera que llegue lo hará desgastado, probablemente con un partido fraccionado y sin la certeza de contar con el respaldo que necesita (sirva como referencia, Josefina Vázquez Mota)

La situación se agrava porque es el actuar del mismo presidente del partido, Ricardo Anaya, el que lo está provocando. Cuando él impulsa su imagen a través de pautas comerciales supuestamente del partido, pero que giran alrededor de su persona y carisma, el resto de los precandidatos recurren a cualquier medio a su alcance para contrarrestar ese avance y no perder terreno entre los votantes ya sea aprovechando coyunturas (la FIL y el libro de Margarita Zavala) o de plano creando oportunidades de publicidad (la revista de Rafael Moreno Valle).

Algunas de esas acciones apenas pasan raspando los criterios definidos como actos anticipados de campaña y entonces surge otro problema: el que se involucra y desgasta es el INE. Justo en el momento en el que se debería de proteger su imagen de árbitro competente y mediador independiente, el juego interno del partido golpea su credibilidad. Cuando intenta imponer una sanción, el candidato afectado recurre al Tribunal Electoral y comienzan los roces y la guerra de declaraciones.

Y aunque el PAN es el ejemplo más reciente de esta circunstancia, tampoco es el único. Osorio Chong ya ha comenzado a utilizar sus redes sociales (que tienen un enorme alcance, por la posición que ocupa) para pulir y promocionar su imagen y Andrés Manuel lleva ya casi 18 años de campaña ininterrumpida sin que nadie le diga nada.

El INE se creó con la intención de reemplazar a un muy desacreditado IFE, para dar certeza a las elecciones y recuperar la confianza del electorado. Pero estas condiciones amenazan con robarle toda credibilidad antes siquiera de su primera elección presidencial ¿Con qué autoridad llegará el INE al 2018? ¿Estará en condiciones de dar un resultado incontestable la madrugada del día siguiente a la elección?

¿La solución? Dando por perdida mi primera opción la abolición de los partidos políticos o por lo menos de su financiamiento público, exagerado hasta la indignación las elecciones son las únicas instancias en las que abogaría por controles y legislaciones más restrictivas, normativas que aseguren la confrontación de ideas, no la confrontación de presupuestos.

Se me ocurre, por ejemplo, limitar la aparición de los candidatos a debates o pautas oficiales en la televisión, gestionadas por el mismo INE. Restringir el uso de basura y propaganda, que de cualquier manera no convencen a nadie, y sustituirla por un portal en internet (una vez más, montado por el INE) con las propuestas en cada rubro de cada candidato. También podrían incluir ahí su #3de3 y su experiencia previa. Que el proceso para elegir a cada candidato al interior de sus respectivos partidos no sea público. Y lo más importante, reducir el tiempo que duran las campañas.

Hay que recordarle a esta gente que nos “gobierna” que no son importantes, al menos no lo suficiente como para que acaparen la atención de la nación entera a más de un año y medio de distancia de las elecciones.

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