A menos de que sea una persona que le conozca y quiera bien, cuídese de quien se ofrezca a luchar sus batallas, porque normalmente nadie se echa broncas gratis. Probablemente el ofrecido en algo aventaje haciéndola de buen samaritano. Además, conforme más hagan por usted y más tiempo lo hagan, más pensará que depende de ellos y la dependencia es la manera más rápida de perder la libertad.
Lo que pretende el Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT), a través de sus Lineamientos Generales sobre la Defensa de las Audiencias es precisamente eso, pelear batallas ajenas. Ya sea porque nos suponen (nos, la audiencia) o demasiado tontos como para percatarnos de las chapuzas de los medios o demasiado débiles como para enfrentarlas. ¿De qué otra forma se explica uno el montón de regulaciones tontas que proponen?
¿De verdad piensan que necesitamos un aviso de cinco segundos cada que comience o termine una pausa comercial? ¡Ah! Y con notificación auditiva, por cualquier televidente que sufra discapacidad visual (sí, leyó usted bien). Los lineamientos también exigen que haya una clara diferenciación, indicada de forma visual y auditiva, entre la difusión de la información noticiosa y cualquier “opinión” o comentario que la acompañe. No imagino bajo este esquema ninguna mesa de análisis político que pueda hilvanar más de tres oraciones sin la necesidad de hacer una interrupción.
Cartón de Paco Calderón publicado en los periódicos de Grupo Reforma el pasado 1° de febrero, extraído de la fan page de Facebook del monero. |
Estas medidas, aunque personalmente las siento insultantes, palidecen comparadas con algunas otras disposiciones de los mentados Lineamientos. So pretexto de defender nuestros derechos, el Instituto se atribuye funciones como la de evaluar la “veracidad y oportunidad” de las noticias difundidas, obligar a los concesionarios del espectro de radio y televisión a transmitir “rectificaciones” o establecer un “Código de Ética” para los medios. El incumplimiento de cualquiera de estas medidas puede acarrear sanciones desde la “suspensión de transmisiones” hasta el 3% de las ganancias anuales de la difusora de radio y televisión, o la cancelación de su concesión.
Veo implicaciones preocupantes en la legislación. Primero, que es, para fines prácticos, una ley mordaza mediante la cual, disfrazados de “audiencia”, diferentes grupos de presión pueden levantar denuncias anónimas y golpear voces que no les favorecen. La segunda, que es una medida que complica la operación de los nuevos concesionarios de radio y televisión, como Grupo Imagen y Radio Centro. La nueva reglamentación apesta a cabildeo de parte de Televisa y TV Azteca. Y finalmente, la tercera, que está ya a la vuelta de la esquina el año electoral 2018 y que el control de los medios parece ser la única manera que tiene el PRI de tener alguna oportunidad en esta ocasión.
Desde un punto de vista Libertario, el IFT ni siquiera debería de existir. Pero asumiendo (sin conceder) que fuera realmente necesario, podría proteger los derechos de la audiencia procurando, o invitando (pero nunca obligando) a que la programación regular incluyera cierta cantidad de material educativo de calidad. En su lugar, el organismo comienza a imponer controles para regular aspectos que poco tienen que ver con la calidad de lo que recibimos como audiencia.
Defendamos nuestro derecho a librar nuestras propias batallas, sobre todo si estas son tan sencillas como ejercer nuestra capacidad de decidir qué queremos consumir, cambiar el canal del televisor, o sencillamente apagarlo si la programación no nos satisface. Aprendamos a reconocer que dependencias nos están generando para su propio beneficio. Y demostremosle a nuestros gobernantes que somos consumidores responsables, exigiendo que se nos reconozca como tales. Porque cuando alguien que no es el consumidor toma el control del mercado y decide lo que es adecuado y lo que no, estamos un paso más cerca de las grandes dictaduras.
Es nuestra batalla, respondamos de acuerdo al desafío.
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