Más de alguna vez a Mario Moreno le tocó interpretar a su popular personaje Cantinflas como político y candidato. Llevando al (ficticio) espacio público su característica manera de expresarse (y a veces hasta de contradecirse) consiguió sacarle a más de alguno una sonrisa con los malentendidos que provocaba y sus exhasperantes disparates. Por suerte para los personajes, Cantinflas era un personaje de humor sano y la cosa siempre acababa bien para casi todos los involucrados y la trama solo tenía importancia durante la duración de la película.
El problema es que no estamos en una película y en la vida real las declaraciones desafortunadas y contradictorias cuestan.
A principios de mes Andrés Manuel López Obrador, presidente electo de México (detalle no menor que conviene recordar en todo momento), sorprendió a propios y a extraños al declarar que recibía a un México estable, sin crisis política, sin crisis financiera. Que había problemas, seguro, pero que también había las condiciones para que él trabajara con su plan de gobierno. Hasta ahí todo bien. Es una declaración responsable. Sorprendente, quizá, porque el macuspano había construído toda su imagen de opositor a base de lapidar al gobierno en turno, pero razonable de un presidente electo que quiere una transición tranquila.
Luego dio el bandazo, el golpe de timón inentendible e irresponsable.
Durante el arranque de su “Gira de Agradecimiento” (porque parece que la palanca de velocidades se le atascó en “Modo Campaña”) Andrés Manuel salió con la puntada de que le sería imposible atender todas las demandas del país, pues este se encuentra “en bancarrota”.
¡Ah, caray! ¿En bancarrota? ¿Cuando somos el país número quince en tamaño del PIB nominal? ¿Cuando las finanzas del país están sanas y el FMI ofrece línea de crédito sin condiciones? ¿Cuando las calificadoras nos han mantenido como un país sólido para invertir? ¿Cuando tenemos las reservas internacionales más grandes de la historia? ¡Bancarrota la de agosto del 82, cuando hubo que suspender pagos y se dispararon los intereses!
Si fuera todavía candidato, o Juan Cuerdas, el abarrotero de la esquina, la desproporcionada declaración no habría pasado a mayores, pero se trata del presidente electo de la nación. Para los inversionistas la confianza lo es todo, es el punto de partida para iniciar proyectos que generen empleo y muevan la economía. Si después de salir de su reunión con el Secretario de Hacienda (el viernes) el presidente electo se avienta esta puntada ¿Dónde y cómo cree que quede la confianza para invertir en dicha nación?
Ahora, también es cierto que Andrés Manuel no es ningún tonto y sabe jugar el largo plazo (18 años de batalla por la presidencia lo demuestran). Este comentario no es al azar, es paliativo, preparativo para tener a alguien o a algo a quien culpar cuando no pueda cumplir con lo ofrecido. Así ha ido sembrando las semillas de los argumentos que le veremos usar en el futuro. ¿O a poco cree que el golpeteo a Banxico, por ejemplo, es de a gratis?
El lunes pasado salió a decir que si hay crisis económica en su gobierno (que ojo, ya desde ahí es advertencia) será culpa de un mal manejo de la política financiera de parte de Banxico. Habiendo señalado al culpable antes siquiera de que haya delito que perseguir (por que la hipotética crisis aún no se da) basta con que cualquier cosa salga mal para que los más fervientes seguidores morenistas pidan la cabeza de la institución y vayan a entregarle la máquina de hacer dinero de regreso al poder ejecutivo. Y entonces sí, agárrese, porque veríamos unas cifras de inflación de miedo.
Andrés Manuel funciona y prospera en una atmósfera de indignación y constante llevar la contraria a cualquiera que no sea él. Ponga cuidado, veremos muchos más ataques a Banxico, a las asociaciones civiles, a las instituciones no centralizadas y, en general, a todo lo que no le represente o no pueda controlar. Tenga cuidado y estemos prestos para defender, con dato duro en mano, lo que tomó años construir.