miércoles, 8 de julio de 2020

Contrastes

Hay dos López. El primero es el mordaz, el golpeador, el oportunista el “todas-puedo” que vimos en campaña eterna durante más de doce años y a lo largo de tres procesos democráticos. El segundo es el timorato, tímido y agachón que finalmente se instaló en la silla presidencial y de inmediato se le hizo bolas el engrudo en todos los frentes.

Hay quien dice que López era un magnífico opositor, pero está resultando un mediocre gobernante. No es así. Ni como opositor la hacía. El presidente nunca fue más que un triste perro de azotea, escandaloso y bravucón desde las alturas y detrás de la barrera, pero que a la mínima respuesta pone el rabo entre las piernas y escapa de los cuestionamientos y la confrontación de ideas. 

No necesitamos ir muy lejos para encontrar ejemplos, los eventos de esta misma semana nos ofrecen uno magnífico: Su relación con Donald Trump.
Durante la campaña, el López ladrador era categórico. Trump era una afrenta a la dignidad nacional, su política era discriminatoria y racista; la propuesta del muro, una agresión. Andrés publicó incluso un libro al respecto “Oye Trump” en donde lo acusaba de atentar contra los Derechos Humanos por su postura anti-inmigrantes. “Incitar al odio contra los migrantes es una forma de atentar contra la humanidad, porque nos hicimos humanos caminando” escribía entonces. De la respuesta del entonces presidente Peña señalaba: “carente de toda autoridad moral y política, o bien, debido al chantaje que habrían podido ejercer sobre él diversas dependencias de Washington, ha permitido la insolencia y el ultraje del mandatario de Estados Unidos en contra de nuestros connacionales.”


¡Cómo han cambiado las cosas! Desde su toma de posesión, la relación de López con Trump ha sido más bien de absoluto sometimiento. Desde las negociaciones del T-MEC, en las que aceptaron la presencia de inspectores norteamericanos para vigilar el cumplimiento de la reforma laboral, hasta esta ultima invitación a una visita de estado en la que México tiene poco que ganar y que Canadá de plano dejó pasar de largo.
El pretexto para la reunión es la puesta en marcha del T-MEC, pero esa justificación no cuadra cuando el tratado se firmó desde antes y entró en vigor el primero de este mes, sin mayor intervención de los jefes de estado.

No, el trasfondo de la reunión para Trump es netamente político y electoral. Los norteamericanos pasarán a las urnas en noviembre y Trump va rezagado en todos los estados importantes o definitorios frente a su rival, Joe Biden. Necesita dar una imagen de líder global fuerte, capaz de doblegar al vecino y sacar ventaja para Estados Unidos y verse “presidencial”.
No recibir a López en la Casa Blair, tuitear fotografías del muro fronterizo y redoblar sus discursos antiinmigrantes mientras presenta al presidente mexicano bailando al son que él le toca es una jugada destinada a hacerle ganar las elecciones.

¿Por qué López no se niega? preguntarán. Me permito contestarles otra pregunta ¿Puede?

Esto que sigue queda netamente en el terreno de la especulación, pero ¿Recuerda usted aquella ocasión en la que Rocío Nahle atoró las negociaciones con la OPEP por negarse a reducir su producción petrolera voluntariamente? ¿Recuerda que fue Trump el que absorbió los compromisos de México y que “los mexicanos podían pagarnos más adelante”? Si. Sospecho, aunque no tengo prueba alguna, que Trump se vio muy hábil y tiene agarrado al perro de azotea por más de una correa.

En fin momento de contrastes, entre un presidente y otro y entre el mismo presidente en dos momentos distintos. Para no olvidar.

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