Terminó otra jornada electoral y una vez más el Instituto responsable, apoyado por innumerables amigos y vecinos, ciudadanos comprometidos, realizaron la tarea monumental de llevarla a buen puerto y garantizar su transparencia. ¡Gracias totales! Días como el domingo nos confirman que el INE es una de las piedras angulares de nuestra democracia, y que merece toda nuestra protección.
Contrario a lo que puedan decir en Palacio Nacional, los resultados si hablan de una movilización o un voto de castigo al partido en el gobierno. Morena tendría en la próxima legislatura entre 190 y 203 diputados, frente a los 256 diputados que tiene en ésta y que conformaban una mayoría absoluta. Ahora tendrá que afianzarse de sus comparsas, el PV y el PT para conseguir esa “mitad +1”. Y ni siquiera así consigue la mayoría calificada (más de dos tercios) con la que (gracias a estas alianzas) contaba desde 2018.
El alto grado de participación para una elección intermedia también puede interpretarse como un interés por cambiar las cosas, especialmente en la Ciudad de México, en donde hay una alta correlación entre las casillas ganadas por la oposición y las que más participación tuvieron.
Morena se está aferrando al hecho de que ganaron 9 de las 15 gobernaturas en disputa (10, si consideramos San Luis Potosí que ganó el Verde-PT) para acomodarse narrativamente una victoria, pero no es así. En realidad, perdieron 5 estados.
Explico: En la elección de 2018 no estuvieron en juego todas las gubernaturas, pero en todos los estados ganó Morena la elección presidencial, con la excepción de Guanajuato, que se llevó Anaya. De haber estado todas las gubernaturas en juego, probablemente se habrían llevado el carro completo. Tres años después, esa aplanadora guinda no llegó, perdió fuerza.
¿Se pudo hacer más? Seguramente. El voto de castigo no encontró causa más que en un discurso nacional del “voto útil” que no contemplaba ni tenía la sensibilidad de las problemáticas locales. Los votos que perdió López no pasaron automáticamente a “la oposición” pues la campaña fue de desprestigio y de hartazgo, sin propuestas, sin discurso y usando puro cartucho quemado como candidato, por lo tanto, buena parte de la legítima indignación quedó en hartazgo e indiferencia.
Quien piense que al PAN le va a bastar ser el PAN, que al PRI le va a bastar ser el PRI y que a Movimiento Ciudadano le va a bastar ser Movimiento Ciudadano para ser “la oposición”, se engaña de fea manera. Los colores ya no bastan, es la hora de los perfiles.
¿Cuán distinto hubiera sido si “la oposición” lo hubiera sido de a de veras, con una propuesta inteligente y un perfil construido y candidateado desde la sociedad? ¿Si se hubieran alejado del discurso simplón del “rescatemos a México” para construir uno de lo que Sí queremos? ¿A poco no hubiera cambiado muchísimo la cosa?
Las decisiones empoderan al ciudadano y a la vez emanan del ciudadano empoderado. No existe tal cosa como “el pueblo”. Somos ciudadanos, somos individuos tomando decisiones y encauzándolas mediante instrumentos ajenos al poder. A veces a través de una institución como las elecciones, pero no es ni por asomo la única.
Lo que sigue es complicado, pero tiene que hacerse y corresponde a las Ciudadanos (con mayúscula): Quienquiera que haya sido el ganador de la elección en su municipio o estado, independientemente de su partido o de si usted votó o no por él o ella, se acaba de convertir en su representante. ¡Asegúrese de que le represente! Exíjale, comuníquese con él, extérnele sus inquietudes, esté al pendiente de sus acciones y la dirección de sus votos, siéntase con toda la libertad de reclamarle si no hace un buen trabajo y si es necesario, enchínchele hasta que entre en razón. Coordínese con sus vecinos de ideas similares si quiere repartirse la tarea, la masa crítica también ayuda a hacerles reaccionar.
¿Quiere “la oposición” (Ciudadanos y Partidos) algo más que una victoria pírrica el 2024? Que se ponga a trabajar.
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