miércoles, 24 de enero de 2018

Tasa de Interés ¿de quién?

Me enteré por El Universal que diputados perredistas planeaban proponer una ley que limitara la máxima tasa de interés con la que pueden ofrecer cualquier tipo de crédito las diferentes instituciones financieras en México. Propondrían fijarla en 35%. La medida, alegan, es para proteger al cliente que termina pagando en comisiones hasta el doble de la deuda contratada.

Dejando de lado las intenciones de Arturo Santana, diputado a quien la nota periodística cita como autor intelectual (es un decir) de la propuesta, la solución presentada demuestra un entendimiento equivocado (casi nulo) del funcionamiento del mercado financiero, así como una debatible perspectiva de la economía y una nada saludable actitud de metomentodo.

Algunos conceptos básicos, en beneficio del diputado Santana y sus compañeros:
Una nación crece en la medida en la que puede generar riqueza. Su capacidad para generar riqueza está limitada por su capital, los medios que ésta nación ha acumulado y que puede invertir en producir (Puede tratarse de una patente de tecnología especializada, maquinaria, conocimientos, recursos naturales, etc.) La manera de acumular capital es a través del ahorro, que es abstenerse de consumir en el presente lo ganado por la venta de bienes o servicios.
Ahora, ojo, ahorrar no significa únicamente no gastar, o atesorar, o guardar para consumir más adelante, sino abstenerse de consumir para invertir; gastar para producir. Eso es ahorro, adquirir bienes de capital, poner un negocio, pagar salarios a trabajadores o prestar fondos para que otros compren.
El ahorro es esencial, porque naturalmente hay bienes que no pueden comprarse con el salario devengado en un día (una casa, un automóvil). Para adquirir ese bien uno puede usar sus propios ahorros, o adquirir los de otro mediante un préstamo.

Ahí es donde entra el sistema financiero.  Las instituciones financieras, en su mayor parte, funcionan como puente entre los ahorros de uno y las necesidades de otro. Y como cualquier otro mercado, está sujeto a leyes de oferta y demanda. ¡Y esto es positivo!
Si hay mucha incertidumbre sobre el futuro por una economía flaca, la gente privilegiará el ahorro. El banco, para poder mover ese dinero y obtener una utilidad, reducirá las tasas de interés, incentivando que la gente pida prestado para proyectos de inversión que a su vez reactiven la economía. Por otro lado, si en una economía boyante no hay ahorro, el banco podrá (buscando incrementar su ganancias) disparar la tasa y ofrecerla al mejor postor. Solo unos cuantos podrán acceder a los créditos, pero eso evitará que la economía quede desbocada y se produzca una falsa burbuja financiera (bancos prestando dinero que no tienen)

Ahora, lo que acabo de describir es un mercado libre, completamente desregularizado. Menos dinero, mayor tasa, más dinero menor tasa. Fijar arbitrariamente la tasa de interés por decreto como propone el diputado Santana es falsificar bonanza, crear auge consumiendo e invirtiendo con un dinero que no se tiene. No es novedad. Está basado en las ideas de John Maynard Keynes  que desprecian el ahorro bajo el argumento de que “Un dólar ahorrado es uno que no circula en la economía” (que es un sinsentido tremendo porque no toma en cuenta que los bancos toman el ahorro y lo reintroducen en la economía en proyectos de inversión.) O que, “Entre más ahorro de la gente repercutirá en menores ventas, y, en consecuencia, menos utilidades para los negocios” (sin considerar que es el crecimiento y no el consumo, el que genera capital y el que debería ser prioridad)

Manufacturar prosperidad y crecimiento sólo conduce a burbujas financieras, a ciclos de crecimiento acelerado que luego se vienen abajo en crisis económicas monumentales; en lugar de apelar al libre mercado y a su crecimiento más modesto, pero más constante, sustentable.

Ahora bien, aunque estoy en contra de la regulación de las tasas de interés, estoy de acuerdo con el diputado en que hay bancos abusivos. Si es el caso, regulemos la forma, no el fondo. Hagamos una legislación que obligue a estandarizar la forma en la que se venden los créditos para que la tasa, los montos a pagar y todas las condiciones sean absolutamente transparentes, sin limitar el producto que pueden ofrecer los bancos y confiemos en que el mexicano promedio sabrá reconocer, a través de la maravilla del libre mercado y su propio interés, a la institución financiera que mejor le convenga.


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