Me enteré por El Universal que diputados perredistas planeaban proponer
una ley que limitara la máxima tasa de interés con la que pueden ofrecer
cualquier tipo de crédito las diferentes instituciones financieras en México.
Propondrían fijarla en 35%. La medida, alegan, es para proteger al cliente que
termina pagando en comisiones hasta el doble de la deuda contratada.
Dejando de lado las intenciones de Arturo Santana, diputado a quien la
nota periodística cita como autor intelectual (es un decir) de la propuesta, la
solución presentada demuestra un entendimiento equivocado (casi nulo) del
funcionamiento del mercado financiero, así como una debatible perspectiva de la
economía y una nada saludable actitud de metomentodo.
Algunos conceptos básicos, en beneficio del diputado Santana y sus
compañeros:
Una nación crece en la medida en la que puede generar riqueza. Su capacidad
para generar riqueza está limitada por su capital, los medios que ésta nación
ha acumulado y que puede invertir en producir (Puede tratarse de una patente de
tecnología especializada, maquinaria, conocimientos, recursos naturales, etc.)
La manera de acumular capital es a través del ahorro, que es abstenerse de
consumir en el presente lo ganado por la venta de bienes o servicios.
Ahora, ojo, ahorrar no significa únicamente no gastar, o atesorar, o
guardar para consumir más adelante, sino abstenerse de consumir para invertir;
gastar para producir. Eso es ahorro, adquirir bienes de capital, poner un
negocio, pagar salarios a trabajadores o prestar fondos para que otros compren.
El ahorro es esencial, porque naturalmente hay bienes que no pueden
comprarse con el salario devengado en un día (una casa, un automóvil). Para
adquirir ese bien uno puede usar sus propios ahorros, o adquirir los de otro
mediante un préstamo.
Ahí es donde entra el sistema financiero. Las instituciones
financieras, en su mayor parte, funcionan como puente entre los ahorros de uno
y las necesidades de otro. Y como cualquier otro mercado, está sujeto a leyes
de oferta y demanda. ¡Y esto es positivo!
Si hay mucha incertidumbre sobre el futuro por una economía flaca, la
gente privilegiará el ahorro. El banco, para poder mover ese dinero y obtener
una utilidad, reducirá las tasas de interés, incentivando que la gente pida
prestado para proyectos de inversión que a su vez reactiven la economía. Por
otro lado, si en una economía boyante no hay ahorro, el banco podrá (buscando
incrementar su ganancias) disparar la tasa y ofrecerla al mejor postor. Solo
unos cuantos podrán acceder a los créditos, pero eso evitará que la economía
quede desbocada y se produzca una falsa burbuja financiera (bancos prestando
dinero que no tienen)
Ahora, lo que acabo de describir es un mercado libre, completamente
desregularizado. Menos dinero, mayor tasa, más dinero menor tasa. Fijar
arbitrariamente la tasa de interés por decreto como propone el diputado Santana
es falsificar bonanza, crear auge consumiendo e invirtiendo con un dinero que
no se tiene. No es novedad. Está basado en las ideas de John Maynard Keynes
que desprecian el ahorro bajo el argumento de que “Un dólar ahorrado es
uno que no circula en la economía” (que es un sinsentido tremendo porque no
toma en cuenta que los bancos toman el ahorro y lo reintroducen en la economía
en proyectos de inversión.) O que, “Entre más ahorro de la gente repercutirá en
menores ventas, y, en consecuencia, menos utilidades para los negocios” (sin
considerar que es el crecimiento y no el consumo, el que genera capital y el
que debería ser prioridad)
Manufacturar prosperidad y crecimiento sólo conduce a burbujas
financieras, a ciclos de crecimiento acelerado que luego se vienen abajo en crisis
económicas monumentales; en lugar de apelar al libre mercado y a su crecimiento
más modesto, pero más constante, sustentable.
Ahora bien, aunque estoy en contra de la regulación de las tasas de
interés, estoy de acuerdo con el diputado en que hay bancos abusivos. Si es el
caso, regulemos la forma, no el fondo. Hagamos una legislación que obligue a
estandarizar la forma en la que se venden los créditos para que la tasa, los
montos a pagar y todas las condiciones sean absolutamente transparentes, sin
limitar el producto que pueden ofrecer los bancos y confiemos en que el
mexicano promedio sabrá reconocer, a través de la maravilla del libre mercado y
su propio interés, a la institución financiera que mejor le convenga.
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