martes, 18 de diciembre de 2018

El presupuesto, por supuesto.

Porfirio Muñoz Ledo (izq.) presidente de la Cámara de Diputados, y Carlos Urzúa (der.) Secretario de Hacienda


Mucha gente, en México y en el extranjero, esperaba con interés a que Carlos Urzúa y la Secretaría de Hacienda y Crédito Público que encabeza, hicieran pública la propuesta de Presupuesto de Egresos para el año que viene. Después de todo, a pesar de las sacudidas económicas y sociales que desde que fue electo ha generado el presidente López con sus declaraciones y actitudes, es el presupuesto el que presenta con más claridad el mapa de ruta de lo que será el próximo año para México. El presupuesto es un manifiesto ético-filosófico con numeritos, vaya. Además, la idea de ver cómo demonios conseguía la administración entrante cuadrar las cuentas de su proyecto de nación, a más de alguno nos generaba cierto morbo.

Cuando finalmente llegó el día y empezamos a ver cómo habían quedado las partidas presupuestarias, la mayor parte de los analistas comenzaron a alzar las cejas; incluyendo algunos que abiertamente habían apoyado a López hasta ese punto.
De lo primero que nos enteramos fue del recorte presupuestal a las universidades públicas (UNAM, ITAM, UAM, etc.). Al principio (el lunes, en su conferencia de prensa matinal) el presidente defendió el ajuste. “en general, es que se va a hacer más con menos.” señaló. “Se acaba la corrupción, se acaba el derroche. Va a rendir más el presupuesto. Eso es lo único que puedo decir”. Ya para el martes había enmendado la plana “Hice el compromiso de que no se iba a reducir el presupuesto de las universidades… se va a reparar ese error y se le va a entregar a las universidades lo que les corresponde”, expresó en un evento en Hidalgo. Sea. Aunque errores de ese tamaño, en el documento que va a marcar tu primer año de gobierno y al que se le debió haber puesto todo el cuidado del mundo, son sumamente preocupantes.

Preocupante también es la reducción en un 86% del Fondo Nacional de Desastres. Habrá que suponer que con la estrecha relación que tiene nuestro nuevo presidente con la Pachamama, este sabe de buena fuente que este año no habrá ni temblores, ni huracanes, ni inundaciones a las que hacerles frente. ¡Chulada!

En el mismo tenor, las direcciones generales de Protección a Mexicanos en el Exterior y de Servicios Consulares pierden respectivamente 22% y 83% de su presupuesto en términos reales. Que nuestros compatriotas allende fronteras se las apañen como puedan. Lo mismo dá, con la reducción al presupuesto del Concacyt (23%), también habrán menos mexicanos estudiando en el extranjero, de cualquier manera.

¿Sabe qué si creció en este nuevo presupuesto? La partida de Comunicación Social y Publicidad, que trae para este año 39% más recursos de lo presupuestado por Peña en 2018. También creció el presupuesto del ejército en un 11.3% real, pero el resto de las dependencias del gobierno involucradas en tareas de seguridad, prevención e investigación de los delitos registran recortes presupuestales, así como los apoyos a entidades y municipios en esta materia. ¡Menos mal que esta es la gente que iba a pacificar al país!

Ah, y un último apunte saciamorbos. Ni con todas estas reducciones pudo el equipo de Andrés ajustar el presupuesto, tuvieron que considerar el precio del petróleo en $55 dólares por barril (actualmente está en menos de $46, dese una idea y si realmente consiguen incrementar la producción y la oferta no hará sino caer) y el dólar a unos estables $20 pesos. No, no va a alcanzar, aunque en Hacienda crean que sí.

El presupuesto es un manifiesto ético-filosófico con numeritos. ¿Qué nos dice este de López y del gobierno que encabeza? ¿Qué aprendimos? Apesta a boquete financiero ¿Está preparado para ello? ¡Se lo dejo de tarea!

martes, 11 de diciembre de 2018

Nuestras armas, las instituciones

Anímense aquellos a quienes les entra miedo y preocupación ver a López en la silla presidencial y a las cámaras teñidas del color guinda de Morena. A doce días de arrancada la cuarta transformación, ya se han recolectado preciosas gemas de evidencia de que nuestras instituciones, y la inmisericorde realidad, pueden pararle los pies en su intento de instalar el sistema de caudillismo populista que lo entrone. Se le puede hacer frente, pues.

El primer manotazo le cayó antes siquiera de tomar posesión, con el freno en seco que le pusieron al remedo de reforma que querían aprobar para “eliminar el fuero” (sustituyéndolo convenientemente por una “inmunidad constitucional”, porque esta gente no da paso sin huarache) y que no alcanzó las mayoría calificada de dos terceras partes de la votación.
Por supuesto, porque esto es política, los bandos procedieron a acusarse unos a otros; pero la realidad es que ni siquiera entre sus aliados Morena pudo hacer un frente unido. Fernandez Noroña, por ejemplo, votó en contra argumentando que la propuesta pretendía “entregar atado de pies y manos al presidente electo a la oligarquía, al Poder Judicial y a los adversarios del pueblo”. El punto es, que se confirma que el bloque que desde afuera se ve sólido y teñido con los colores del partido del presidente, en realidad es una amalgama de gente de muy diversos intereses, que puede resquebrajarse cuando se toquen temas importantes. Morena lo tendrá difícil para modificar la Constitución a piacere

El otro es la férrea defensa institucional que el poder Judicial está haciendo de nuestras leyes y que tiene su punto contencioso en la llamada Ley de Remuneraciones.
Como para el gobierno entrante la imagen de austeridad republicana lo es todo (aunque ya platicamos la semana pasada que de ahorro real, nomas nada) aprobó dicha ley; que modifica el artículo 127 de nuestra Carta Magna y establece que ningún funcionario público puede ganar más que el presidente. El problema es que hay otro artículo, el 94, que indica que los sueldos de los ministros de la Suprema Corte no pueden ser disminuidos durante su encargo.
Así las cosas, en cuanto se aprobó la reforma, la SCJN aceptó un recurso legal y la declaró inconstitucional. El golpeteo, que es donde el presidente López mejor se mueve, no tardó en empezar. Que si los ministros ganaban tanto y cuánto, que si era un abuso y una vergüenza. Vaya, el presidente se atrevió incluso a llamarlo “otra forma de corrupción”. ¡Al mero hecho de hacer su chamba y señalar incongruencias en el más importante compendio legislativo del país!


¿Que los ministros ganan demasiado? Muy probablemente. Pero definitivamente no son ni el enemigo a vencer, ni están tratando de oponerse a la mala al presidente. La mismísima Olga Sánchez Cordero, exministra de la SCJN y secretaria de Gobernación, salió a declarar que le había explicado personalmente al presidente que es inconstitucional bajar los sueldos de los ministros. Y la Corte había propuesto desde hace mucho algunas maneras de conseguir un ahorro en el Poder Judicial de 5 mil millones de pesos, sin necesidad de tocar los ingresos.

Se trata pues, pienso, de una estrategia del presidente para, aprovechando su popularidad y su hábil control de medios (ahí los tiene todos los días a las 7 de la mañana puntuales) para demeritar y golpear la legitimidad de la otra institución que puede hacerle sombre y detenerle: El Poder Judicial.

Son nuestras dos armas, las dos instituciones que acompañan al Ejecutivo en el ejercicio del poder en este país y están funcionando como deben, acotándo, resistiendo. Hay que acompañarlas, hay que exigirles, hay que protegerlas. Porque si para defender la democracia, como sostiene López en su discurso, hay que atacar la independencia de nuestras propias instituciones, quizá lo que necesitamos es una conversación sobre si verdaderamente quiere una democracia...

martes, 4 de diciembre de 2018

La austeridad sale carísima

No sé qué tiene de complicado el concepto de “austeridad” que parece que elude a los más agudos pensadores de la 4ta transformación (no preste atención al oximorón, lo de “pensadores” es un decir).
En estricto apego al diccionario, la palabrita es un adjetivo que significa sobrio, morigerado y sin excesos; de donde se desprende que se trata de ser reservados, gastando apenas lo necesario y sin dispendio. ¿Cómo puede pues, la cuarta transformación, sangrar dinero de tan fea forma en nombre de la “austeridad”?

Empecemos por el avión presidencial, culmen y ejemplo perfecto del derroche de gobiernos anteriores. En aras de cuidar su imagen de hombre “de pueblo” nuestro nuevo presidente insiste en viajar en aerolíneas comerciales y por lo tanto ha decidido vender la aeronave (junto con el resto de la flota gubernamental). Lo que el señor López no parece haber considerado, porque a él y a su equipo eso de hacer matemáticas no se les dá, es que podríamos llegar a perder hasta $219 millones de dólares con la ocurrencia.

De acuerdo con la firma consultora Flight Ascend Consultancy, la compra del avión fue bastante razonable y práctica. Fue apenas el sexto Boeing 787 que se construyó y comenzó su operación como un avión de pruebas, lo que lo ubicaría como un avión temprano, más pesado y menos refinado que el diseño final. El tipo de avión que en la jerga del negocio se le conoce como “terrible adolescente” —por los problemas de ensamblaje que naturalmente enfrenta cualquier producto al salir de una línea de producción nueva— y que permanecen en los hangares durante años. Así que mal negocio, o una aeronave de súper lujo, tampoco fue.

Las que fueron ventajas al momento de comprar, van a ser obstáculos al momento de vender. Es un modelo que hay que reacondicionar para la operación comercial y que no tiene el desempeño de los 787 que podrían comprársele a Boing en este momento. Ascend calcula que en el mercado actual, el avión podría venderse en $81.6 millones de dólares a una aerolínea comercial o a $142.4 millones si se le vende a un privado, $76.3 millones menos de lo que se pagó por él, en el mejor de los casos. Por si fuera poco, no es el único que está en el mercado: HNA Group Co. de China está vendiendo su flota de aviones privados, incluido un 787, según informó Bloomberg en octubre pasado.
De la necedad de sacarlo del hangar presidencial y perder dinero rentando un espacio en California, mejor ni hablamos.



Y ya que estamos hablando de aviones y despilfarro, se sigue trabajando en el aeropuerto de Texcoco porque una vez más, resultó que la planeación no es el punto fuerte de la administración entrante. Que no le doren la píldora ni pretendan venderle la recompra de bonos del aeropuerto como la primera parte de un “plan maestro”, se trata de un vil bomberazo.
A los tenedores de los bonos se les garantizó su inversión con lo que se recaude de la TUA del nuevo aeropuerto. Si se detienen las obras, o el gobierno hace siquiera alguna finta institucional de querer cancelarla, dichos tenedores tendrían todo el derecho de demandar al gobierno mexicano por el monto de su inversión y eso automáticamente quebraría al país. Por eso, mejor comprar los bonos poco a poco, porque el gobierno mexicano no se va a demandar a sí mismo.

Bueno, “poco a poco” es un decir. Recomprar bonos por 1.8 mil millones de dólares no es precisamente una baba de perico. Para ponerlo en perspectiva, esos 34 mil 300 millones de pesos (según el tipo de cambio actual) son tres veces lo que recibió la Secretaría de Cultura en este año fiscal; cuatro veces el presupuesto de la Secretaría de Relaciones Exteriores y es casi tres mil millones de pesos más que todo el presupuesto de la Secretaría de Marina. ¿Y con qué lo van a pagar? Sabrá Dios. Yo no creo que tengan tanto en la caja chica.
Y es dinero que se va directito a la basura ¿Eh? Porque los bonos que se están comprando representan derechos sobre las utilidades futuras producto de la operación del aeropuerto, pero la única razón por la que se están recomprando es para poderlo cancelar.

¡Chanfle! ¡Qué cara nos sale la austeridad!