A Mahatma Ghandi se le atribuye
la frase “La Tierra tiene lo suficiente para satisfacer las necesidades de
todos, pero no las ambiciones de unos cuantos”.
No me considero un defensor del
medio ambiente. Estoy convencido de que el hombre puede y debe modificar el
ambiente para su comodidad y conveniencia. Lo hemos hecho así desde el
principio de los tiempos. Las razas de nuestros perros modernos son como son porque
fueron diseñadas por años de cruzas selectivas y es bastante seguro decir que
la variedad de maíz que hoy encontramos en el supermercado es bien distinta a
la que comían nuestros antepasados prehispánicos.
Aun así, creo que para todo hay
formas; que es importante cuidar, en la medida de lo posible, que nuestra
interacción con el planeta no represente más daño al ecosistema del que es
absolutamente necesario o razonable. La vida seguramente podría continuar así
aconteciera una catástrofe nuclear de escala global, pero ¿por qué acelerar la
extinción de millones de especies, entre ellas la nuestra?
Por fortuna, ha habido un cambio
en la conciencia ecológica de la población, que cada vez más adopta medidas
para reducir su huella ecológica. Por desgracia, aún no conseguimos que todo el
mundo comparta esa misma conciencia.
La tragedia de Tajamar, en Cancún,
es sólo una raya más al tigre.
En la madrugada del sábado 16 de
enero, como bandidos protegidos por la oscuridad, más de cien granaderos de la
policía municipal y estatal entraron y cercaron el manglar de Tajamar. Apagaron
las luces del malecón, dejaron pasar maquinaria pesada al lugar y comenzaron
con la destrucción de 57 hectáreas de
ecosistema para dar espacio a un complejo turístico.
Si el objetivo era el
aprovechamiento del espacio para el turismo, la destrucción del manglar era
innecesaria, quizá incluso contraproducente. Un complejo hotelero se puede
construir en cualquier parte del mundo, los manglares son espacios con un
encanto especial, que no pueden construirse ni imitarse. Un espacio
ecoturístico podría haber sido igual de redituable, con la ventaja competitiva
de presentar el manglar como muchos otros puntos del planeta no pueden. ¿Puede llamarse aprovechar un recurso si éste termina completamente destruido?
Lo que más molesta, sin embargo,
es la forma de llevar a cabo el ecocidio; totalitaria y secreta, a media
noche. El gobernador de Quintana Roo
asegura que todo se ha hecho conforme a derecho. Los permisos se otorgaron como
parte de un proyecto de desarrollo que se consideró procedente desde 1992que
emitió la Dirección General de Ordenamiento Ecológico e Impacto Ambiental, del
Instituto Nacional de Ecología. Pero desde su nacimiento, dicho proyecto, se
encontró con oposición de parte de activistas y vecinos de la zona.
Desde hacía meses la zona estaba
bajo vigilancia por Greenpeace y otras organizaciones. Evidentemente la
autoridad sabía que estaba procediendo con argumentos de dudosa validez; de lo
contrario lo habría hecho sin tapujos y a plena luz del día.
El problema es que los terrenos
comenzaron a venderse desde 2005 y por su venta el Fondo Nacional de Fomento al
Turismo (FONATUR) se llevó 2,040 millones de pesos; dinero que por supuesto ya
no puede devolver(de hecho, sería interesante saber en qué se utilizó).
Conforme se acercaba la fecha estipulada para la entrega del desarrollo, la
FONATUR se sentía cada vez más entre la espada y la pared y recurrió a una
jugarreta secreta que pasó por encima de los derechos de los ciudadanos de la
zona y de todos los mexicanos que disfrutamos de la biodiversidad de nuestro país.
Nada de esto es nuevo. Lo que
está ocurriendo en el Bosque de los Colomos en Guadalajara, el decreto mediante
el cual la zona protegida del Nevado de Toluca dejó de serlo, la invasión
tolerada a áreas protegidas son evidencia de que nuestros políticos no han
acabado de hacer ese cambio de conciencia del que hablaba la iniciar la
entrada.
Como tantas otras cosas, queda en
nosotros, el ciudadano de a pie, impulsar esa agenda. Nadie más lo hará. La
acción valiente de una ciudadana, por ejemplo, detuvo la destrucción del
manglar de Tajamar al conseguir una suspensión provisional de un juez federal.
Con la labor valiente de algunos activistas, algo de tiempo y la sorprendente
habilidad de la madre naturaleza de reponerse a la adversidad, quizá sea posible
que el espacio se recupere.