miércoles, 28 de febrero de 2018

Guerra de Lodo


Formalmente las precampañas terminaron el 12 de febrero y las campañas no iniciarán sino hasta el 30 de marzo. Aún así, suponer que en este entretiempo es irrelevante en la contienda electoral sería pecar de inocente. La percepción de la población no es estática. Las tres principales coaliciones políticas lo saben y se han estado moviendo para cimentar el tono, estrategia y discurso a usar por sus candidatos durante los meses de campaña. Desafortunadamente por lo que se ve, dadas las acusaciones levantadas contra Meade, Anaya y Andrés Manuel, el ejercicio democrático se verá reducido a una espectacular guerra de lodo. 

Será una guerra de descalificaciones, como ha venido siendo desde el año 2000 (solo que entonces que Fox llamara ocasionalmente mariquita y Lavestida a su rival nos parecía jocoso) y esto es lamentable por varias razones:
La primera porque demuestra que, de los tres candidatos más fuertes, ninguno está por encima de usar la guerra sucia para salir adelante y conseguir la victoria; ninguno tiene esa nobleza de carácter y honorabilidad que sería deseable en un jefe de estado. En fin, en la guerra, en el amor y en política todo vale, supongo.

En segundo lugar, porque polariza a la población. El votante mexicano promedio participa en política exactamente igual a como participa en el fútbol: Se compromete con su equipo, grita desde las gradas, vitupera al rival y al árbitro si las cosas no les van bien y aunque entre aficionados del mismo equipo reconozcan sus deficiencias, demuestran una nada saludable cerrazón cuando algún externo se las recuerda. Tirar lodo sólo pone a este tipo de gente a la defensiva, los hace aferrarse con más fuerza a aquello que les da identidad y rechazar con más ganas cualquier diálogo productivo. 

En tercer sitio, porque no priorizar las propuestas, el análisis y las soluciones fomenta el pensamiento mágico y el culto a la personalidad y retrasa (si no es que estanca) el desarrollo de una madurez política en el país. Siguiendo con nuestra analogía pambolera, el objetivo de un torneo de fútbol es ganar el torneo y punto; en política ganar la elección es apenas el primer paso. La mentalidad de aficionado nos hace pensar en el corto plazo, en que lo importante es llegar a la grande y ganar el trofeo y nos reduce al letargo los seis años entre una elección y otra, el descanso entre temporadas. No deberíamos celebrar el triunfo de un candidatoemos el triunfo de un candidato como si nuestro equipo


No es el proceso electoral que nos gustaría, pero es el que tenemos. Hay que apechugar y de lo malo hacer un esfuerzo por rescatar lo bueno. Extrapolando la actuación del candidato frente a una campaña de este tipo podemos por lo menos entrever de qué estan hechos realmente los candidatos, como reaccionan ante la presión y qué tipo de gobierno podríamos esperar cuando las cosas se tuerzan (como es inevitable que ocurra, según nos recuerda Murphy). 

Meade podrá no estar detrás del súbito interés de la PGR en Ricardo Anaya, pero ahora sabemos que no ve mal usar selectivamente a las fuerzas del estado para acosar a la competencia. Ricardo Anaya podrá haberse presentado como un candidato diferente y ciudadano, ahora sabemos que también pudiera tener cola que le pisen, porque la explicación que dio frente al pizarrón deja muchos huecos. Andrés Manuel puede querer dar la imagen de ser el único capaz de frenar la corrupción, pero el Wall Street Journal ya nos dijo esta semana que quien sería su jefe de gabinete de llegar a la presidencia, trianguló recursos con sabrá Dios qué destino. Todo esto es información que necesitamos ir masticando antes de que nos toque decidir en las casillas.

Así las cosas y las elecciones no han ni empezado.

miércoles, 21 de febrero de 2018

America First?

El miércoles pasado, los chicos de la preparatoria Majory Stoneman Douglas en Florida tuvieron un San Valentín de pesadilla cuando Nikolas Cruz (un exalumno recientemente expulsado) comenzó a disparar a estudiantes y miembros del cuerpo docente con un rifle semiautomático. Diecisiete personas murieron en el incidente, otras catorce resultaron heridas. 
El atentado, porque hay que llamarlo como lo que es, es el séptimo en lo que va del año (de a uno por semana, más o menos) y uno de incidentes escolares más mortiferos que se tienen registrados. Estados Unidos tiene un serio problema a dos frentes 

El primero y quizá el que mejores probabilidades tenga de resolverse en el corto plazo (aunque ojo, no será fácil en absoluto) es el frente legislativo. 
La legislación en materia de control de armas en Estados Unidos es confusa, cuando no abiertamente contradictoria. Independientemente de que se apoye la portación de armas o no, algo está roto en el sistema si un militar debe pasar por extenso adiestramiento físico y mental antes de que pongan en sus manos un rifle AR-15; pero un chico de 19 años puede adquirir una variante de la misma arma de manera legal y en una tarde.

La Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés) es en gran medida responsable de este desorden legislativo. A base de cabildear con diferentes legisladores ha conseguido una y otra vez que diferentes propuestas de ley sean modificadas, aprobadas o desechadas por completo según convenga a sus intereses. Su pecado más grande, sin embargo, es que por miedo a lo que pudiera descubirse, ha conseguido restringir la investigación respecto a la violencia con arma de fuego, sus causas, consecuencias y maneras de prevenirla al menos los últimos 20 años; de tal manera que todo el debate político respecto al control de armas se hace sin información, sin evidencia, a ciegas. Es dificil combatir un problema que no se entiende y que no se conoce.

El otro frente, tiene que ver con el espíritu mismo de los Estados Unidos y su gente. 
Casos extremos que terminan en tragedia, como el de Florida, gracias a Dios son proporcionalmente pocos en un país con más de 320 millones de habitantes, pero la manera de pensar de Cruz, sus ideas y las condiciones que lo engendraron están latentes a todo lo largo y ancho del país y lejos de combatirlas, la administración Trump es el principal responsable de proliferarlas.

El terrorista de Florida era un convencido de la supremacía blanca, tenía fuertes y desagradables opiniones respecto a las personas de color, a los practicantes del islam, a los judíos y a los homosexuales. Era un inestable mental con cierta fascinación por el poder de las armas de fuego y si, un partidario de la administración Trumpista, que varias veces ha llamado a los integrantes de estos grupos extremistas “very fine people” 
A este paso, las gorras rojas de la campaña de Donald Trump; esas que dicen “Make America great again” se convertirán en el equivalente de nuestro siglo a la capucha del Ku Klux Klan o la banda nazi. 

Revisar la legislación en materia de armas puede ayudar mucho, pero no hay manera de que estas tragedias dejen de suceder si no cambia el chip y la cultura norteamericana en muchos aspectos. ¿Quiere un botón de muestra? Le presento a Dinesh D’Souza, un comentarista político conservador, autor y cineasta indio-americano.


Los chicos sobrevivientes del atentado de Florida se han destacado por sacar valor de la tragedia y encausar su ira a hacer activismo en favor de la prohibición de rifles de asalto en su estado. Los legisladores, por circunstancias que ya tocamos (NRA) rechazaron la iniciativa. 
Dinesh tiene tan torcidos sus principios morales y políticos que siente la necesidad de reafirmarse frente a un grupo de niños que, luego de ver morir a amigos, compañeros y maestros, están tratando de hacer algo al respecto para que no vuelva a ocurrir. ¿El mensaje? “Adultos 1, Niños 0”  Claramente al tipo le faltó cariño cuando era chiquito.

En ese punto estamos. Así el nivel del debate. Así el espíritu en los Estados Unidos de Donald Trump.

miércoles, 14 de febrero de 2018

Discursos complacientes

Parte de la razón por la cual las campañas resultan tan cansinas se la atribuyo al hecho de que, en cuanto a posturas, muy pocos candidatos se atreven a marcar distancias y a defender sus convicciones. En temas espinosos, como la legalización de las drogas, la situación jurídica del aborto o los matrimonios homosexuales, todos tienen una respuesta preparada; la respuesta de campaña, la que hace menos olas, la que no les compromete, pero tampoco los exhibe. En suma, una respuesta que no es respuesta.

Por eso me llamó la atención la declaración que dió Milkel Arriola en el evento de cierre de precampaña donde se avaló su candidatura por el PRI al gobierno de la Ciudad de México. Por una vez, un candidato se mostró directo en estos temas. 

“Nuestros gobernantes han promovido la ruptura del núcleo familiar, y el desprecio [...] por los valores. [...] La familia será mi prioridad. [...] claramente les digo, Mikel Arriola está en contra de la adopción entre parejas del mismo sexo [...] no a la mariguana para el uso recreativo, sí a la medicinal [...] Hoy yo les ofrezco una candidatura [...] que se enfrentará frontalmente contra las candidatas (Claudia Sheinbaum y Alejandra Barrales) [...] de los libertinajes encubiertos de derechos”
Más allá de si estamos o no de acuerdo con la postura del candidato Arriola, hay que reconocerle (quizá hasta agradecerle) su franqueza, su voluntad de representar “algo” en el ambiente político tan estéril de ideas y falto de debate sustancioso en el que nos movemos.

Quizá es estrategia electoral. Quizá ven perdida la Ciudad de México y se trata de un juego de sacrificio para ayudarle al jugador más grande, a Meade. Quizá vio la oportunidad de ocupar el espacio a la derecha del espectro político que dejó vacante el PAN al formar el antinatural esperpento ideológico que es alianza “Por México, al Frente”. También, quizá, es una convicción propia legítima. En cualquier caso, está permitiendo que el debate se centre alrededor de una idea y está obligando al resto de los candidatos a establecer sus posturas con respecto a ese espinoso tema en particular. “Mikel defiende ésto… ¿Y tú?”

Es una tragedia que no estemos preparados para debatir ni siquiera a ese nivel y que el candidato no haya sabido, o querido (¿o no lo hayan dejado?) sostenerse en su postura. Apenas recibió la (inevitable) respuesta de parte de Coalición Mexicana LGBTTTI (tachando su postura de “oportunista, homofóbica y que alienta conducta discriminatorias en la sociedad”), salió a corregir la plana y volvió a los lugares comunes. “Lo someteríamos a encuesta” dijo, y con esas cuatro palabritas se hizo indistinguible de, por ejemplo, Andrés Manuel López Obrador; quien ha utilizado esa misma frase como muletilla cada que se le increpan este tipo de cosas.

“No me salí del IMSS para dar discursos complacientes” dijo también Mikel durante el valiente discurso del domingo. Aparentemente sí Mikel, porque justo eso es lo que hiciste al doblegarte al primer cuestionamiento..
Andrés Manuel usa la frasecita, frena durante su gobierno en la Ciudad de México cualquier iniciativa de ley respecto al aborto y al matrimonio igualitario y sin embargo se le considera bastión progresista de izquierda. Mikel hace exactamente lo mismo y le cuelgan la medallita de reaccionario derechista. ¿Ven por qué insisto en que urgen valientes que se atrevan a diferenciarse claramente por sus ideas?

miércoles, 7 de febrero de 2018

Duarte, el tercer round.

Probablemente no se lleve los titulares porque el caso está ya muy visto y porque la cúpula política quiere convencernos de que las precampañas son más relevantes (mal rayo parta a quien diseñó semejante esperpento electoral y otro tanto a quienes lo aprovechan para hacer campaña anticipada; estamos hartos y no hemos ni empezado) pero el pasado miércoles 31 de enero tuvo lugar la tercera audiencia preliminar para de Javier Duarte, el exgobernador de Veracruz que, entre otras cosas, hacía pasar agua destilada por tratamiento contra el cáncer.


Desde julio del año pasado advertí en este mismo espacio que se trataba de un caso de alto perfil, que merecía la justa atención de la PGR. Cuestioné, luego del desastre y escándalo de la primera audiencia, si la Procuraduría sabía lo que se jugaba y reconocí cuando, en la segunda audiencia, pareció recomponer el camino. Ahora me pregunto si no fue todo un teatro montado para que luego de seis meses se nos olvidara el caso.

Me explico..
En la última audiencia, la de julio, un juez le dio a la PGR seis meses para reunir evidencia adicional contra Duarte por los delitos de lavado de dinero y delincuencia organizada (Desde ahí mal vamos con el sistema de justicia en México, no digo que Duarte no merezca la cárcel, pero estar seis meses tras las rejas porque la PGR no tiene la evidencia lista para ir a juicio cuando te arrestó, es preocupante). El plazo se cumplió y el punto central de esta nueva audiencia era que el juez que lleva el caso admitiera la información adicional que la Procuraduría hubiera podido reunir; en concreto, datos bancarios obtenidos a través de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores.

Oh sorpresa, los datos no eran nuevos. La PGR presenta datos que ya estaban en el expediente. ¿Cómo así? Pues sí, resulta que la Procuraduría consiguió los datos bancarios personales sin la órden judicial correspondiente e intentaba, mediante chapuza, que le avalaran su inclusión presentándolo como evidencia nueva, justificada por el proceso judicial en curso. En cuanto fueron puestos en evidencia por la defensa, señalaron que su intención era “armonizar” (sic) el caso con el criterio legal. La estrategia no funcionó.

“La PGR no puede volver a investigar lo que ya investigó” habría dicho el juez “Si esas pruebas bancarias fueron legítimamente obtenidas o no es algo que ya se deberá resolver en el juicio no ahorita” 
Ojo aquí. La información que la PGR arriesgó con esta jugada constituye la piedra angular de la acusación contra Duarte; la ruta del dinero de sus malversaciones expuesta en los movimientos bancarios. si esta información, ya en juicio, se considera inadmisible, todo el caso se desmorona.

¿A qué juega la fiscalía? ¿Por qué con seis meses adicionales de investigación, con el acusado preso y todas las facilidades no tiene ya un caso sólido y contundente? ¿Tiene siquiera ya a una persona fija trabajando en el caso, o sigue mandando a las audiencias a los fiscales que estén disponibles?

Es claro el cambio de prioridades entre los comunicadores porque, salvo Animal Político, que publicó una crónica completa al respecto, no he visto mucha cobertura en medios tradicionales. También la vigilancia ciudadana respecto al caso ha disminuido, porque a una semana de distancia del fiasco, no veo al Secretario de Gobernación salir a dar el espaldarazo y a pedirnos que “tengamos confianza en la Procuraduría”, como si ocurrió luego de la catastrófica primera audiencia.

La impunidad en México se sirve del “debido proceso” y del olvido. Hace falta profesionalizar a la PGR, reestructurarla quizá para que lo primero deje de ser un problema; pero lo segundo está en nuestras manos. El juicio no está todo perdido, quedan aún órdenes de aprensión por delitos electorales, peculado, abuso de autoridad, que hasta el día de hoy no han sido ejecutadas por las autoridades y que, por lo tanto, ni siquiera han comenzado proceso. Pero hay que insistir en que las cosas se hagan bien, y tratar de que la presión pública sea constante. Ni perdón ni olvido para Javier Duarte, ni para ningún otro capo político de su calaña. México merece más.