Algunos días antes de las
elecciones vi un cartón en el periódico. El caricaturista (Paco Calderón, me
parece) representaba a Luis Videgaray y a Agustín Carstens , sosteniendo una
pesada losa con la inscripción "Devaluación" (o algo parecido) sobre un
tembloroso personaje flacucho de piel morena, bigotes a la Cantinflas y ropa de
manta con el que representan al grueso de la población del país. "En cuanto
pasen las elecciones, se la dejamos caer" le decía el Secretario de
Hacienda al Gobernador del Banco de México.
Tristemente el cartonista tuvo
voz de profeta. El gobierno de Enrique Peña Nieto recibió el país en diciembre
de 2012 con un tipo de cambio de 12.91 pesos por dólar. Y aunque su prometedor
inicio consiguió acortar distancias a 12.05 pesos para mayo de 2013, eso sólo
hace más sorprendente el tremendo retroceso de nuestra moneda sobre la del país
vecino. En tan sólo un año la moneda
pasó de 12.96 (julio de 2014) a 15.9 (julio de 2015), aumentando casi la cuarta
parte de su valor.
Por lo que he leído, mucha de
esta volatilidad tiene que ver con factores externos, sobre todo el súbito
freno de la economía China (que ha tenido que devaluar su moneda de manera
intencional, para seguir resultando atractiva a inversionistas) y la
perspectiva de un alza de las tasas de interés en Estados Unidos (que hace más
atractivo para los capitales volver al dólar). Si a eso le sumamos la
devaluación del precio del petróleo, del que nuestro país depende, nos
encontramos a las puertas de la tormenta perfecta.
México vive en un mundo
globalizado y con economías cada vez más dependientes unas de otras
(pregúntenle a la Unión Europea y a Grecia) Por eso no le falta razón a quién
dice que estamos como estamos por culpa de factores externos. Pero sería
también necio lavarnos las manos con tan generosa lectura, porque independientemente de
lo que pase afuera, parece que a México siempre le toca la varita más corta. Ocurrió
en 2008, cuando a E.U.A. le fue mal y ocurre ahora, cuando le está yendo bien.
Tiene que haber algo subyacente, algo que estemos haciendo mal.
Esta semana, me cayó la respuesta
en forma de dos notas periodísticas. La primera, la declaración de Virgilio
Andrade negando cualquier conflicto de interés entre la Gaviota, Videgaray y la
"Casa Blanca" y la segunda una declaración del coordinador del PRI en
el Senado; Emilio Gamboa, respecto a no permitir a los empresarios aumentar los
precios por el súbito incremento en el valor del dólar.
La declaración de Virgilio
Andrade no se la cree ni él mismo y han salido a la palestra incontables
evidencias de que el titular de la Secretaría de la Función Pública no cumplió
cabalmente con su obligación. Su informe contiene inconsistencias y según El
Economista, pudo haber ido más lejos en sus indagaciones. Pero es la excusa perfecta
para que Presidencia y Gobernación den carpetazo a un asunto del que ya no quieren
que se hable más.
El problema es que esta escapada al
vapor deja más dudas que respuestas y contribuye a generar desconfianza, tanto
entre la ciudadanía, como entre posibles inversionistas externos. Nadie quiere meter
dinero en donde impera la corrupción. La misma SFP, responsable de coordinar,
evaluar y vigilar el ejercicio público del gobierno federal, permaneció sin
secretario hasta que la presión obligó a Peña a nombrar a Andrade. Creo que eso
refleja el nulo compromiso que tiene el gobierno en turno con la transparencia.
Por otro lado, la desafortunada
declaración del PRI en el Senado es también ejemplo de otro cáncer que tenemos
en México y que nos impide crecer: el gobierno tiene puesto el pie sobre la
iniciativa privada. El control de precios bien puede acabar con una economía. Si
el producto deja de ser rentable para el empresario, este se deja de vender, de
producir, porque no hay incentivo para ello. Y se ha demostrado, como en el
caso de Venezuela, que sin cuidado puede llegar a escasear hasta el papel
higiénico.
Más que buscar al culpable
afuera, habría que ver qué podemos hacer dentro para tener una economía que
valga la pena y no que se desmorone al primer signo de problemas.