Hay adiciones que no suman. Existen personas cuya incorporación a un proyecto, resta. Es el caso de Carlos Manuel Urzúa Macías y del anuncio sobre su integración al equipo del Frente Amplio por México.
No cuestiono la preparación o capacidad técnica del Dr. Urzúa, sencillamente me parece inexcusable su pasado político y lo que refleja de su persona. Se trata de un personaje que fue utilizado para prestarle legitimidad a la presente administración desde que esta era proyecto de campaña y fue lo suficientemente ingenuo para permitirlo, o lo suficientemente corto de miras para no percatarse de quién lo rodeaba. No me interesa ninguna de las dos cualidades para hacer gobierno.
Cuando Andrés Manuel López Obrador lo nominó para hacerse cargo de la hacienda pública durante la campaña, la idea era tranquilizar a los indecisos. Teniendo como responsable de los caudales del país a un maestro en matemáticas del IPN y además doctor en economía por una universidad extranjera, seguramente habrá moderación ¿No? Esos proyectos que suenan tan descabellados como la Refinería en Dos Bocas, el Tren Maya y el Aeropuerto en Santa Lucía y que todo el mundo insiste en que serán un despilfarro… no podrán serlo tanto si tienen a alguien de ese calibre vigilando los números ¿No?
Pues no. Con el aval de Urzúa se trazó la centralización en la compra de medicamentos, que hoy tiene al país en una crisis de desabasto sin precedentes. Con el aval de Urzúa, se eliminó el programa de estancias infantiles. Con el aval de Urzúa, se impulsó la mentira de que construir Santa Lucía nos saldría más barato. Fue el rostro, la voz y la mano de muchos movimientos financieros que abrieron camino al desastre que tenemos hoy en las arcas públicas.
Habla bien de él que se haya separado del cargo y se volviera férreo crítico del oficialismo desde entonces. Y sin duda su contribución como voz experta en los diarios y en su esfera de influencia se agradece. Pero de eso a incorporarlo a un proyecto que pretende diferenciarse del régimen, que pretende renovar y reconstruir lo destruido hay un trecho largo.
¿Aceptaría usted que López Gatell se sumara al equipo del Frente Amplio? ¿O Bartlett? ¿O Rosa Icela? ¿Por qué habríamos de tragarnos el sapo con Urzúa?
Criticamos el lavado de cara masivo que el macuspano hizo de un montón de impresentables que quisieron sumarse a su movimiento. ¿Por qué no somos congruentes y rechazamos esta nueva “purificación”? ¿Porque ahora el bautizo es blanquiazul y no guinda?
¿Cómo se ve un proyecto que está cayendo en los mismos vicios de chapulineo que venimos arrastrando desde que el PRI perdió su hegemonía?
Si empujados por las circunstancias va a ser tan fácil que bajemos la cabeza, los partidos políticos van a hacer su agosto, mexicanos. Miden muy bien qué les permitimos y no hacer, para servirse con la cuchara grande todo lo que puedan en perjuicio de la ciudadanía.
Y en ese tema, podemos empezar hasta por la misma Xóchitl Gálvez. ¿Alguien puede explicarme por qué, en la reciente y crítica votación por los fideicomisos del Poder Judicial, la todavía senadora en funciones se ausentó?
No pretendo encontrar a la candidata perfecta pero si pretendo tener en la boleta alguien que sirva, que nos sea útil. Si a la señora no le marcamos el mínimo aceptable de que cumpla con su trabajo y no sea pura saliva. ¿Como por qué habríamos de entregarle la Presidencia de la República?
Se los dejo de tarea.