Probablemente no se lleve los titulares porque el caso está ya muy visto y porque la cúpula política quiere convencernos de que las precampañas son más relevantes (mal rayo parta a quien diseñó semejante esperpento electoral y otro tanto a quienes lo aprovechan para hacer campaña anticipada; estamos hartos y no hemos ni empezado) pero el pasado miércoles 31 de enero tuvo lugar la tercera audiencia preliminar para de Javier Duarte, el exgobernador de Veracruz que, entre otras cosas, hacía pasar agua destilada por tratamiento contra el cáncer.
Desde julio del año pasado advertí en este mismo espacio que se trataba de un caso de alto perfil, que merecía la justa atención de la PGR. Cuestioné, luego del desastre y escándalo de la primera audiencia, si la Procuraduría sabía lo que se jugaba y reconocí cuando, en la segunda audiencia, pareció recomponer el camino. Ahora me pregunto si no fue todo un teatro montado para que luego de seis meses se nos olvidara el caso.
Me explico..
En la última audiencia, la de julio, un juez le dio a la PGR seis meses para reunir evidencia adicional contra Duarte por los delitos de lavado de dinero y delincuencia organizada (Desde ahí mal vamos con el sistema de justicia en México, no digo que Duarte no merezca la cárcel, pero estar seis meses tras las rejas porque la PGR no tiene la evidencia lista para ir a juicio cuando te arrestó, es preocupante). El plazo se cumplió y el punto central de esta nueva audiencia era que el juez que lleva el caso admitiera la información adicional que la Procuraduría hubiera podido reunir; en concreto, datos bancarios obtenidos a través de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores.
Oh sorpresa, los datos no eran nuevos. La PGR presenta datos que ya estaban en el expediente. ¿Cómo así? Pues sí, resulta que la Procuraduría consiguió los datos bancarios personales sin la órden judicial correspondiente e intentaba, mediante chapuza, que le avalaran su inclusión presentándolo como evidencia nueva, justificada por el proceso judicial en curso. En cuanto fueron puestos en evidencia por la defensa, señalaron que su intención era “armonizar” (sic) el caso con el criterio legal. La estrategia no funcionó.
“La PGR no puede volver a investigar lo que ya investigó” habría dicho el juez “Si esas pruebas bancarias fueron legítimamente obtenidas o no es algo que ya se deberá resolver en el juicio no ahorita”
Ojo aquí. La información que la PGR arriesgó con esta jugada constituye la piedra angular de la acusación contra Duarte; la ruta del dinero de sus malversaciones expuesta en los movimientos bancarios. si esta información, ya en juicio, se considera inadmisible, todo el caso se desmorona.
¿A qué juega la fiscalía? ¿Por qué con seis meses adicionales de investigación, con el acusado preso y todas las facilidades no tiene ya un caso sólido y contundente? ¿Tiene siquiera ya a una persona fija trabajando en el caso, o sigue mandando a las audiencias a los fiscales que estén disponibles?
Es claro el cambio de prioridades entre los comunicadores porque, salvo Animal Político, que publicó una crónica completa al respecto, no he visto mucha cobertura en medios tradicionales. También la vigilancia ciudadana respecto al caso ha disminuido, porque a una semana de distancia del fiasco, no veo al Secretario de Gobernación salir a dar el espaldarazo y a pedirnos que “tengamos confianza en la Procuraduría”, como si ocurrió luego de la catastrófica primera audiencia.
La impunidad en México se sirve del “debido proceso” y del olvido. Hace falta profesionalizar a la PGR, reestructurarla quizá para que lo primero deje de ser un problema; pero lo segundo está en nuestras manos. El juicio no está todo perdido, quedan aún órdenes de aprensión por delitos electorales, peculado, abuso de autoridad, que hasta el día de hoy no han sido ejecutadas por las autoridades y que, por lo tanto, ni siquiera han comenzado proceso. Pero hay que insistir en que las cosas se hagan bien, y tratar de que la presión pública sea constante. Ni perdón ni olvido para Javier Duarte, ni para ningún otro capo político de su calaña. México merece más.
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