El día de hoy escribo con el corazón acongojado. Ayer, dos autoridades distintas enviaron el mismo mensaje: que la vida, si no les representa interés político, no vale nada.
El primer y más crudo ejemplo lo propuso el Subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, al criticar los amparos que algunos menores de edad (y sus padres, naturalmente) han interpuesto para conseguir una dosis de la vacuna contra la COVID-19. Afirmó que buscar la protección legal para conseguir la dosis se la quita a adultos con más riesgo. Los amparos de este estilo ya se cuentan por cientos.
Al subsecretario convenientemente se le olvida que está dentro de su esfera de responsabilidad el garantizar el abasto suficiente de vacunas para toda la población mexicana, independientemente de su edad o condición.
Pretende enterrar el hecho de que los médicos, presumiblemente los adultos de más riesgo, tuvieron que exigir sus vacunas por la vía legal y con manifestaciones populares porque el Estado fue incapaz de hacérselas llegar.
Se le escapa que la población de la tercera edad, o de mayor riesgo, tiene más posibilidades de resguardarse y “Quedarse en casa” y no la están obligando, como a los niños, a asistir a clases presenciales en instalaciones sin las mínimas medidas de salubridad, como agua corriente y drenaje.
Omite también que el mismo secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard Casaubon, confirmó el envío de más de medio millón de vacunas a Guatemala, El Salvador y Honduras, como misión humanitaria. Si estamos tan faltos del insumo que no podamos proporcionárselo a toda la población, veo muy poco inteligente (por decir lo menos) andarlo entregando a los vecinos (aunque éstos también lo necesiten con desesperación)
La hemos discutido antes, este gobierno no combate la pandemia, la administra y la usa para justificar el paupérrimo desempeño económico, o utilizar la vacunación como herramienta electoral. —Revise los ritmos de vacunación antes y después de la elección, o antes y después del informe presidencial. Se va a ir de espaldas—. Pero los menores de edad no votan y eso significa que para esta administración, no importan, no son prioridad.
Y si los niños que ya están en edad escolar les importan poco, los que aún se están desarrollando en el vientre de sus respectivas madres les importan mucho menos.
La decisión de la SCJN de declarar inconstitucional la penalización del aborto (el segundo golpe contra la infancia en los últimos dos días) cambia poco las cosas en la realidad, y en principio estaría de acuerdo (no criminalizar a quien se sintió orillada por las circunstancias a buscar un aborto) pero es un paso en la dirección equivocada en cuanto a cómo concebimos la problemática, pues le da fuerza a la idea del “aborto como solución”
Según un reporte firmado por el director del Centro Nacional de Información del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, fechado al 24 de enero del 2020, son mujeres sólo 5 de las 117 personas en las cárceles del país por haber cometido o participado en este delito; 112 son hombres. No hay una cacería activa, ni se persigue el delito de oficio. El argumento de la madre involuntaria como víctima no cuela.
Por otro lado, la decisión de la corte no contribuye en nada a combatir las causas que sí victimizan a la mujer y la obligan a tomar la decisión de terminar con su embarazo. El violador no queda preso, La vulnerabilidad no se convierte en fortaleza e independencia. La relación de abuso con la pareja o los familiares sigue estando ahí.
Criminalizar a la mujer no es la respuesta, no. Pero el ideal no es un mundo en donde el aborto sea la primera solución y una peligrosa intervención quirúrgica que puede terminar con dos vidas se agende y realice en una tarde, incluso si la chica a la que van a intervenir es menor de edad y va sin sus tutores.
El ideal sería que cada mujer con un embarazo vulnerable recibiera tanto apoyo que ni siquiera tuviera que considerar el aborto. Pero claro, eso requeriría inversión pública, trabajo continuado durante años y cero réditos políticos que podamos capitalizar en votos.
Insisto, en nuestro actual esquema, uno vale sólo mientras pueda tachar boletas.
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