Se nos acaban las opciones. Como vimos en entradas anteriores, es muy
difícil crear más empresas que generen más empleo y la falta de una educación
de calidad nos impide aspirar a empleos de alto valor agregado que paguen
mejor. Nos jugamos nuestra última carta:
reducir todo lo que no sea salario, que deba pagar el patrón por tener empleados
contratados. Es decir, reducir la carga fiscal.
Para nadie es un secreto que el Salario Nominal de un empleado (es
decir, la cifra que aparece en el contrato que el trabajador recibe como pago
por sus servicios) sufre una serie de deducciones por concepto de IMSS e ISR
según manda la ley. El resultado de esas deducciones es el Salario Neto del trabajador, lo que finalmente termina en su
bolsillo. Sin embargo, lo que a mucha gente se le escapa, es que en realidad el
empleador debe pagar mucho más que sólo el Salario
Nominal para poder contratar a ese empleado.
El salario de un trabajador
incurre en una serie de costos adicionales: las cuotas del patrón al IMSS, el
5% adicional al INFONAVIT, el impuesto sobre nóminas (que grava todo lo que el
trabajador percibe: salario, primas, bonos e incluso PTU) y la cuota sindical
que el empleador debe pagar por cada empleado. Todo esto va sumando al Costo
Total del Trabajador.
La diferencia entre ese costo
total y lo que finalmente recibe el trabajador, su Salario Neto, es lo que
definimos como Carga Fiscal: un colchón, tan inflable como la ley quiera, que
hace bulto, ensancha el costo de tener empleados y por lo tanto, limita lo que el patrón puede
pagar y a cuántos empleados puede pagar.
¿Qué tan grande es este colchón? Para una persona que ganaba el salario mínimo
en 2013, representaba el 35.52% de lo que ganaba. Es decir, por cada peso que recibe,
su patrón debía pagar treinta y cinco centavos más al gobierno, de diferentes
formas y a través de distintos impuestos. Y mientras más ganas, más se infla
dicho colchón. Para una persona que ganaba 4.5 salarios mínimos ese mismo año,
la carga fiscal obligaba al patrón a pagar un 44.27% adicional. Con diez salarios
mínimos la carga fiscal se dispara hasta el 51.13%
¡Y atención! De eso que recibe
finalmente el trabajador, aún tendrá que pagar el 16% de impuestos al consumo
(IVA), hacer sus pagos al INFONAVIT y cubrir su cuota sindical. ¡Sigue habiendo
costos que pulverizan el ingreso!
Resulta evidente que el empleador
tiene fuertes incentivos para querer pagar lo menos posible a la menor cantidad
de personas posibles, pues mientras más dinero reciben sus empleados, más debe
pagarle al gobierno por esos costos ocultos.
-¡Pero- alegarán algunos de
nuestros amigos marxistas -toda esa carga fiscal se usa en beneficio del
empleado! La seguridad social, la vivienda y la organización sindical son
resultado de victorias del proletariado frente al empresario capitalista que de
otra forma no lo pagaría-
Es un argumento válido, al que trataré
de responder con un ejemplo:
Supongamos que un empleador
quiere contratar a un nuevo empleado. La cifra que ofrezca como salario tratará
de mediar entre dos situaciones. Por un lado, el empleador quiere al mejor
talento y para ello no puede ofrecer menos que el resto del mercado. Esa es una
fuerza que lo obliga a ofrecer más. Por otro lado, debe cuidar su rentabilidad
y asegurarse de ganar dinero. Esa es una fuerza que lo obliga a ofrecer menos.
Finalmente, el empleador llega a
la conclusión de que su punto de equilibrio, la cifra que satisface en mayor o
menor medida ambas condiciones es $9,000
Sin embargo, como por cada peso
que le pague al empleado deberá pagar cincuenta centavos de carga fiscal, en
realidad podrá pagar a su empleado sólo $6,000, reservando los otros $3,000 que
tenía presupuestados para cubrir esa carga fiscal. ¿No hubiera sido mejor para
el empleado quedarse con los $9,000 desde el principio?
Una vez más, como hemos visto a
lo largo de estas cuatro entradas, la legislación que debía proteger al
empleado (porque se supone que la seguridad social, el apoyo a vivienda y la
organización sindical son todas en beneficio del trabajador) cumple exactamente
la función contraria.
Recupero algunas ideas que
discutimos al inicio de esta mini-serie. El gobierno es un ente que no crea,
que no produce riqueza. Subsiste a través de tomar la riqueza de quienes sí la
producen y utiliza esos recursos para hacerse el indispensable, fingirse
importante. Pero la verdad es que todas las soluciones que hemos propuesto
involucran en mayor o menor medida, reducir el papel que juega este ente en el
escenario nacional, hacerlo pequeño, darle más libertad al empleador y al
empleado, al ciudadano, a quien sí produce, vibra y vive. Y sin embargo, no hay
un sólo partido político que abandere estas propuestas. Algunos al contrario,
insisten en la idea de que empleador y empleado son fuerzas irreconciliables y
no sinérgicas, enemigos y no aliados y que se requiere más y más regulación
para ponerlos en orden.
Hay elecciones el próximo junio. Visto lo
visto ¿Usted ya sabe por quién va a votar?
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