miércoles, 25 de febrero de 2015

Resolviendo el problema del empleo (parte 4): El colchón oculto

Se nos acaban las opciones.  Como vimos en entradas anteriores, es muy difícil crear más empresas que generen más empleo y la falta de una educación de calidad nos impide aspirar a empleos de alto valor agregado que paguen mejor.  Nos jugamos nuestra última carta: reducir todo lo que no sea salario, que deba pagar el patrón por tener empleados contratados. Es decir, reducir la carga fiscal.

Para nadie es un secreto que el Salario Nominal de un empleado (es decir, la cifra que aparece en el contrato que el trabajador recibe como pago por sus servicios) sufre una serie de deducciones por concepto de IMSS e ISR según manda la ley. El resultado de esas deducciones es el Salario Neto del trabajador, lo que finalmente termina en su bolsillo. Sin embargo, lo que a mucha gente se le escapa, es que en realidad el empleador debe pagar mucho más que sólo el Salario Nominal para poder contratar a ese empleado.

El salario de un trabajador incurre en una serie de costos adicionales: las cuotas del patrón al IMSS, el 5% adicional al INFONAVIT, el impuesto sobre nóminas (que grava todo lo que el trabajador percibe: salario, primas, bonos e incluso PTU) y la cuota sindical que el empleador debe pagar por cada empleado. Todo esto va sumando al Costo Total del Trabajador.

La diferencia entre ese costo total y lo que finalmente recibe el trabajador, su Salario Neto, es lo que definimos como Carga Fiscal: un colchón, tan inflable como la ley quiera, que hace bulto, ensancha el costo de tener empleados y  por lo tanto, limita lo que el patrón puede pagar y a cuántos empleados puede pagar.

¿Qué tan grande es este colchón?  Para una persona que ganaba el salario mínimo en 2013, representaba el 35.52% de lo que ganaba. Es decir, por cada peso que recibe, su patrón debía pagar treinta y cinco centavos más al gobierno, de diferentes formas y a través de distintos impuestos. Y mientras más ganas, más se infla dicho colchón. Para una persona que ganaba 4.5 salarios mínimos ese mismo año, la carga fiscal obligaba al patrón a pagar un 44.27% adicional. Con diez salarios mínimos la carga fiscal se dispara hasta el 51.13%

¡Y atención! De eso que recibe finalmente el trabajador, aún tendrá que pagar el 16% de impuestos al consumo (IVA), hacer sus pagos al INFONAVIT y cubrir su cuota sindical. ¡Sigue habiendo costos que pulverizan el ingreso!

Resulta evidente que el empleador tiene fuertes incentivos para querer pagar lo menos posible a la menor cantidad de personas posibles, pues mientras más dinero reciben sus empleados, más debe pagarle al gobierno por esos costos ocultos.
-¡Pero- alegarán algunos de nuestros amigos marxistas -toda esa carga fiscal se usa en beneficio del empleado! La seguridad social, la vivienda y la organización sindical son resultado de victorias del proletariado frente al empresario capitalista que de otra forma no lo pagaría-

Es un argumento válido, al que trataré de responder con un ejemplo:
Supongamos que un empleador quiere contratar a un nuevo empleado. La cifra que ofrezca como salario tratará de mediar entre dos situaciones. Por un lado, el empleador quiere al mejor talento y para ello no puede ofrecer menos que el resto del mercado. Esa es una fuerza que lo obliga a ofrecer más. Por otro lado, debe cuidar su rentabilidad y asegurarse de ganar dinero. Esa es una fuerza que lo obliga a ofrecer menos.
Finalmente, el empleador llega a la conclusión de que su punto de equilibrio, la cifra que satisface en mayor o menor medida ambas condiciones es $9,000  
Sin embargo, como por cada peso que le pague al empleado deberá pagar cincuenta centavos de carga fiscal, en realidad podrá pagar a su empleado sólo $6,000, reservando los otros $3,000 que tenía presupuestados para cubrir esa carga fiscal. ¿No hubiera sido mejor para el empleado quedarse con los $9,000 desde el principio?

Una vez más, como hemos visto a lo largo de estas cuatro entradas, la legislación que debía proteger al empleado (porque se supone que la seguridad social, el apoyo a vivienda y la organización sindical son todas en beneficio del trabajador) cumple exactamente la función contraria.

Recupero algunas ideas que discutimos al inicio de esta mini-serie. El gobierno es un ente que no crea, que no produce riqueza. Subsiste a través de tomar la riqueza de quienes sí la producen y utiliza esos recursos para hacerse el indispensable, fingirse importante. Pero la verdad es que todas las soluciones que hemos propuesto involucran en mayor o menor medida, reducir el papel que juega este ente en el escenario nacional, hacerlo pequeño, darle más libertad al empleador y al empleado, al ciudadano, a quien sí produce, vibra y vive. Y sin embargo, no hay un sólo partido político que abandere estas propuestas. Algunos al contrario, insisten en la idea de que empleador y empleado son fuerzas irreconciliables y no sinérgicas, enemigos y no aliados y que se requiere más y más regulación para ponerlos en orden.

 Hay elecciones el próximo junio. Visto lo visto ¿Usted ya sabe por quién va a votar? 

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