miércoles, 21 de septiembre de 2016

La oportunidad de la impopularidad.

Imagine usted por un momento que ocupa los zapatos de Carlos Pérez Verdía Canales, Coordinador de Asesores de Enrique Peña Nieto. Su labor principal es proveer al presidente de consejo experto y bien intencionado, ya sea propio o de alguno de los veinticuatro colaboradores que integran su equipo de trabajo. Prepararle para cada aparición pública, darle la información relevante y mantenerlo sensible y en contacto con las necesidades y sentir de la población son también parte de sus funciones.

Ocupa el cargo desde el pasado 2 de mayo, es decir, hace apenas cuatro meses y medio; pero la inercia de mala imagen que arrastra su patrón es una aplanadora que sigue ganando velocidad semana a semana y a la que hay que ponerle freno con urgencia. Hoy por hoy, la persona que lo contrató para cuidar su imagen tiene una paupérrima aprobación del 23%.

No está fácil. Nada de lo que ha intentado parece funcionar y los ataques no cesan. Nadie pareció notar que The Guardian pidió disculpas por la investigación del departamento en Miami prestado a la primera dama. El nuevo formato del informe de gobierno, diseñado para mejorar la imagen del presidente entre los jóvenes, resultó en un bodrio infumable que lució preparado y rígido. Los recortes en sectores prioritarios en el presupuesto para 2017 significaron munición para sus enemigos políticos y causaron descontento.  Incluso el premio al Estadista del Año otorgado por la Foreign Policy Association ha sido objeto de masivo pitorreo.

Démosle también el beneficio de la duda y supongamos, (porque queremos creer lo mejor de usted y de los 203 mil pesos que mensualmente se embolsa) que no le está jugando una cruel broma a Don Enrique y realmente le interesa pulir su imagen. ¿Qué haría usted?

A mi parecer, situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas. Si la población en general lo identifica como un político corrupto, proteccionista y títere de viejos intereses partidistas y de la estructura del viejo PRI; dele un vuelco a la mesa. Vuélvase justo contra esa clase política con la que lo identifican.

Promueva iniciativas como la abolición del fuero, la eliminación de los diputados plurinominales, la reducción de salarios y beneficios de Diputados y Senadores y de sus enormes séquitos que “trabajan” con ellos. Desafíe a los sindicatos, encabece una cruzada por un gobierno más esbelto, menos burocrático y aplíquese en la implementación del Sistema Nacional Anticorrupción. De cada victoria, anuncie con bombo y platillo el ahorro que representa y deje a la población sentir ese beneficio eliminando impuestos, robusteciendo los servicios de salud y educación, o reduciendo obligaciones para los pequeños empresarios.

“¿¡Y de dónde voy a sacar el capital político!?” preguntará. “Reformas como esas jamás van a tener el visto bueno del Poder Legislativo” Yo le respondería: No pregunte, coaccione. Use la pésima percepción del público y la amenaza de 2018 como palanca para mover al mundo. El PRI y su incondicional aliado, el Verde, controlan justo la mitad de la Cámara de Diputados y el 48% de la Cámara de Senadores. Si se organizan, pueden.

Recuérdeles que la coalición viene de recibir un duro golpe de realidad en las elecciones intermedias, donde perdió estados que eran históricamente bastiones priistas; que la mala imagen del presidente les está afectando y que a todo el partido le conviene recomponerla.

Métales miedo y deles una solución. A casi dos años de distancia el PAN ya perfila a Margarita Zavala o a Ricardo Anaya como presidenciables. Andrés Manuel lleva todo el sexenio en campaña. Y mientras tanto el PRI no tiene a nadie con el carisma y la capacidad de arrastre como para ser su caballo negro de la contienda. Eso se puede resolver: Denle la Coordinación de Bancada a un PRIista medianamente joven y con encanto. Déjenlo salir en televisión, que acapare los reflectores explicando las iniciativas y sus beneficios, háganlo quedar como aliado del presidente, como la dupla héroe y artífice de tan positivos cambios y encarrílenlo para ir por la grande en 2018.

Si ganan, bien por ustedes. Si no ganan, por lo menos el descalabro no será tan crítico. En cualquiera de los dos casos, ayudarán a remover lastres que le han impedido a México crecer como debiera. La oportunidad está ahí, no creo que se repita en largo tiempo.

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