Doce días. Bastaron únicamente doce días para que la nueva legislatura confirmara lo que mucha gente ya sospechábamos: Que la prometida cuarta transformación es un gordísimo taco de lengua y poco más, que el “cambio” fue una magnífica jugada para que quedaran los mismos al frente de la orquesta pero que los músicos (los que chambeamos, pues) dejáramos de quejarnos.
¿Por dónde empezar a la larga lista de puntadas que se han aventado nuestros “representantes”? Quizá por el tema de austeridad, que tanto han cacareado. ¿Se acuerda de la promesa de que nadie ganaría más que el presidente? ¿De que se recortaría el dispendio en el poder legislativo? Pues váyala sumando a la lista de promesas que no veremos cumplidas. Ayer martes salió el coordinador de Morena en San Lázaro que “dijo mi mamá que siempre no” y que por “Falta de acuerdos” no bajará el sueldo a los nuevos diputados. “Falta de acuerdos” cuando Morena tiene, por si mismo, más de la mitad de los curules para pasar la ley que se le dé la gana. ¡Chulada!
Ah, pero nada de eso ha impedido que los morenistas se sigan llenando la boca con el discurso de austeridad republicana. El lunes apareció en las redes sociales del presidente del Senado, Martí Batres, un vídeo donde presumía el “tupper” que “lo ha acompañado en los últimos años” y se atrevió a lanzar el “tupper challenge”
“Lo llevo en el coche y lo desayuno en el automóvil, en la oficina, y traigo aquí mis uvas y mis quesadillas. Así he trabajado y así le voy a seguir haciendo. En esta primera semana de trabajo formal en las sesiones ordinarias, así es como le he hecho con mis alimentos" dice este cínico. Habrá que darle un premio por sumarse a las legiones de Godinez que en este país hacen eso no por obligación, sino ahorrativa por necesidad. En una de esas puede explicarnos qué fue lo que pasó con la licencia de Manuel Velasco mientra esperamos nuestro turno en la fila del microondas.
Porque la de Velasco es otra que merece señalarse por el absoluto desparpajo con el que tuercen la ley quienes están encarados de diseñarla y hacerla valer.
Sucede que Manuel Velasco, a fin de acomodar todas sus ambiciones sin renunciar a nada, consiguió desde agosto que el Congreso de Chiapas hiciera modificaciones a la Constitución de aquél estado para poder ser gobernador sustituto de sí mismo.
Así, pidió licencia de la gubernatura para tomar posesión como senador y apenas jurado pidió licencia como senador para irse de gobernador sustituto.
La cosa no habría sido más que anecdótica si todo se hubiera resuelto así a la primera, pero resulta que en una primera votación, sus compañeros senadores le negaron la licencia. Aparentemente, todavía había algunos negocios que arreglar entre el Partio Verde y Morena y la mentada licencia pendiente era una excelente manera de acalambrar y aflojar a lo del partido del tucán.
Al final, se hizo público que cinco diputados del Partido Verde pasarían a la filas de Morena, con lo que este partido llegaba a la absoluta mayoría en la Cámara. A cambio, dijo Arturo Escobar y Vega, coordinador de los legisladores verdes, conseguían el “éxito rotundo” de un vaguísimo “presupuesto extraordinario” para la atención a pequeños con cáncer en el próximo ejercicio fiscal.
Sorprendentemente, hecho este aviso, el Senado estuvo dispuestísimo a volver a votar el tema de Manuel Velasco y concederle su licencia, el mismo día y durante la misma sesión en la que se la habían negado originalmente.
Al final, tal parece que esta 4ta transformación en serio se volvió una transformación de cuarta y seguimos en las mismas. ¡Ah, qué curiosita la LXIV Legislatura!
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