miércoles, 23 de octubre de 2019

Bueno... ¿Y qué hacemos?

Varias veces, con el correr de las columnas semanales en este espacio, personas que aprecio se han acercado a decirme que las recomendaciones que dejo como conclusiones en las entradas del blog no son lo suficientemente prácticas. Este fenómeno se ha agravado con la elevación de López Obrador a la dignidad de Presidente y la avalancha de malas noticias y decisiones cuestionables que llegan desde Palacio Nacional. 
“Bueno sí, tal y tal cosa están terribles” me comentan cuando terminan de leer la columna “Pero ¿Qué hacemos? ¿Cómo respondemos? Lo único que mencionas es que hay que estar atentos, poner atención y tal...” 

Por la velocidad a la que se está dando la degradación del tejido institucional y del estado de derecho en el país; entiendo la preocupación, entiendo la molestia y la necesidad que tenemos de buscarle rápida solución a un problema que se antoja apremiante. Pero la durísima realidad es que no existe una solución rápida. López no es el problema, es un síntoma. Y aún si fuera posible retirarlo de la ecuación, el problema de fondo persistiría y en poco tiempo habríamos vuelto a la misma situación en que nos encontramos ahorita. 

La problemática, según la veo, es la manera en la que abordamos y buscamos la política y a sus personajes. Nos falta crítica y nos sobra esperanza y buenas intenciones. Nos aferramos a la idea de un caudillo que nos resuelva. Le caravaneamos al poder y nos sometemos a él con tal de que “nos saque de la bronca” y eso nos vuelve tontos útiles. 
No, no estoy hablando sólo de López, aunque es el ejemplo más claro. Puede pasar con políticos de cualquier color. Hoy por hoy, buscando la salida inmediata, hay mucha gente sumándose al proyecto México Libre, aglutinándose frente al que se perfila como la opción más viable para sacarlo del poder en 2024. (A pesar de que, ojo, ni siquiera conocemos al candidato que enfocaría este esfuerzo). 

Dinámicas así, en las que el desencanto de una y luego otra opción lleva y trae en constante vaivén al péndulo de las preferencias electorales, son responsables del surgimiento del populismo (de derechas o izquierdas) y de los drásticos golpes de timón que hemos visto en los últimos años en diferentes países: Lula da Silva y Dilma Rousseff (izquierda) que dieron pie a Bolsonaro (extrema derecha), Barack Obama (demócrata) que llevó a la Casa Blanca a Trump (republicano de extrema derecha), los Kirchner (izquierda) y Macri (derecha) en Argentina, François Hollande (Partido Socialista), que estuvo a punto de dejar a Marine le Pen (derecha) en Francia, políticas ultranacionalistas en el Reino Unido… 
Dinámicas así no funcionan, no construyen instituciones y son resultado de una ciudadanía pobre, de una nación de cruzaboletas 

¿Quiere cambiar a un país? Empecemos por normalizar la política. Por aprender a mirarla con ojo crítico y a no perdernos en el discurso de [Inserte aquí el nombre del político de su preferencia]. Le pongo un ejemplo clarísimo: A raíz de lo ocurrido el jueves pasado en Culiacán hoy el país discute si liberar a Ovidio Guzmán para evitar más muertes fue la decisión correcta o no. Y esa discusión es la que le resulta útil al presidente, porque nos distrae de preguntarnos cosas más importantes. ¿Cómo fue que se llegó a la situación en donde había que decidir si liberar o no a un capo? ¿Qué no se planificó en el operativo? ¿Por qué? Como nos enfrascarnos en cuestionarnos la última etapa, en donde el presidente queda como “humanista”, el resto del proceso (en donde francamente su gestión da pena) queda en el olvido. 

Hay que dejar de ser tontos útiles para uno y otro bando. Hay que aprender a mirar la política en frío y dejar de pensar en ella cada seis años nomás para ver de qué color es el simbolito que tachamos en la boleta. 

Hay que hablar de política. Una de las actitudes que más daño le ha hecho a México es la de sus ciudadanos y esa maldita costumbre de no hablar de política para no amargar las convivencias o las amistades, porque corta todo intercambio constructivo. 
Hablemos de política. Discutámosla en toda su extensión. Dejemos de ver príncipes azules en el primer advenedizo que le hable bonito al electorado. Si usted ya abrió los ojos, siéntese a platicar con su vecino, con su familia y con sus amigos. ¿Qué queremos para México y cómo llegamos ahí? ¿Cómo hacemos funcionar sus instituciones? 

Se van a enojar con usted. No importa, lo importante es persistir, ir “desconectando de la Matrix” poco a poco a la mayor cantidad de gente que podamos. De manera que verdaderamente podamos sentarnos a ver, qué queremos para México y cómo llegamos ahí. Ese ha sido el esfuerzo con Uno Opina desde 2014. Ayudarle a la gente a abrir los ojos y motivarla a tomar acción, razonada y voluntaria, a perseguir a su diputado, a cuestionar a su presidente municipal, a comportarse como el mexicano que le gustaría ver en su vecino. 

Aunque me gustaría poder ofrecer otra respuesta cada vez que me preguntan ¿Qué hacemos? De momento esta es la única que tengo. Pero nunca he dejado de buscar opciones y aquí estoy, listo para el debate y el intercambio si alguien tiene una mejor. Porque así, me parece a mi, se construye un mejor México: Construyendo mejores ciudadanos.


1 comentario:

  1. Muy parece muy acertado tu artículo. Debemos dejar de esperar que alguien (político o quien sea) nos resuelva las cosas en lugar de trabajar por las soluciones que queremos.

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