Querido Santa:
Disculpa que interrumpa con mi
carta tus vacaciones por el Caribe, pero las pasadas elecciones me han dejado
pensativo y también un poco decepcionado. Sé que apenas estamos en junio y que faltan meses
para que vuelvas al trabajo, pero temo que lo que te tengo que pedir es tan
complicado, que si no te lo encargo ahora no lo tendrás listo para Navidad. Quiero
una reforma electoral. Ahí va la lista:
1.- Que tengamos mayor interés,
como ciudadanos, por lo que pasa en nuestro país.
En los pasados comicios acudimos
a votar 36.5 millones de personas; el 47% del padrón electoral. Nosotros
decidimos por los más de 123 millones de almas que habitamos el país. La proporción
es de 1 en cada 4. Y si consideramos además que esa fracción se dividió aún más
entre los diferentes partidos y candidatos, finalmente quien sea que gane las elecciones
tiene el apoyo de apenas una pequeña fracción de la población total. De hecho,
tiene el apoyo de una minoría. Tal vez quieras considerar las segundas vueltas,
el referendo y la revocación de mandato como opciones.
2.- Que las campañas duren menos
y sean menos caras.
Si vas a considerar segundas
vueltas, es indispensable que arregles primero las campañas, su costo y
duración. En teoría, duran sólo dos meses, pero entre precampañas, destapes y
rumores, el tema se viene rumiando desde noviembre del año pasado. Y el costo
total de las elecciones fue de 5,096 millones de pesos, de acuerdo con el
Anteproyecto de Presupuesto del INE (tendrías que revisar las cifras reales, cuando las
publiquen). En un país con problemas tan
graves, que se despilfarre tanto tiempo y dinero es un categórico sinsentido y
termina generando molestia en la población.
Recortemos el tiempo de campañas
a un único mes, y limitemos el presupuesto que reciben los candidatos. Obliguémoslos
a hacer campaña en base a sus ideas, no a sus mercadólogos (Kumamoto ya
demostró que se puede).
3.- Que exista una verdadera
oposición ideológica.
Las propuestas de este periodo
electoral fueron un bodrio, copia y calca unas de otras. En los temas candentes
de materia social (aborto, matrimonios del mismo sexo, legalización de la
marihuana) todavía hay una clara línea que divide las ideas de uno y otro
partido; pero en materia económica es otro cantar. Todos sin excepción están apelando
a la misma demagogia, al apoyo, al subsidio y a los programas sociales; a un estado
centralista, proteccionista, avasallador y metomentodo. Electoralmente funciona
y es atractivo, pero nos impide explorar otras opciones como nación. Como, por
ejemplo, la de una nación económicamente más libre, que nadie propone.
Me gustaría ver esas otras
opciones representadas dignamente. Me gustaría ver partidos llenos de gente
preparada con ideologías firmes y no chapulines del montón que cambian según
les conviene. Me gustaría ver en la boleta sólo tres o cuatro opciones, bien
diferentes cada una, en lugar del enorme listado indistinguible con el que me
encontré el domingo. Me gustaría acabar con los partidos que sólo están ahí
para sacar dinero y vivir del presupuesto del INE.
4.- Que el voto nulo tenga más
peso.
El voto nulo es un voto de
protesta y ha tenido sus victorias (las candidaturas independientes, por ejemplo)
pero requiere de un empujón para que sea la herramienta transformadora que
necesitamos que sea. Más de un millón y medio de personas anulamos nuestro voto
al no sentirnos representados por nadie. Superamos en las urnas a varios
partidos pequeños. ¿No sería coherente que dichos partidos perdieran su
registro? Es decir, si no pudiste capitalizar entre quienes no se sienten
representados o jalar más votos que la inconformidad. ¿A qué estás jugando como
partido?
En fin Santa, son cuatro puntos,
pero son toda la diferencia. Si no puedes dejarlo bajo el árbol este fin de año
no te preocupes, me basta con que quede lista para arrancar 2018. No te lo pido
yo, creo que hablo por muchos mexicanos.
Atte:
Uno Opina
PD: Y tú lector ¿Qué otra cosa
propondrías?
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