Arturo Zaldívar, ministro de la
Suprema Corte de Justicia, propuso legalizar el cultivo, transporte y consumo (ojo,
no la comercialización) de mariguana con fines lúdicos o recreativos. En su
próxima sesión del 28 de octubre, los ministros deberán empezar a discutir la
propuesta; que tiene, como cualquier otro tema de importancia, tanto
detractores como defensores.
Yo me considero uno de estos
últimos.
La realidad, en términos
económicos, es que existe una demanda del producto. La prohibición hace que la producción y
transporte del bien sea riesgoso y por lo tanto el productor necesita que cada intercambio
exitoso justifique o cubra las pérdidas de los que no lo fueron. El riesgo, en
otras palabras, se traduce en encarecimiento del producto final.
Ahora, una persona de estrato
socieconómico alto puede permitirse las dosis y permanecer perfectamente
funcional, laborando sin problemas. Pero una persona con menos suerte puede
verse atrapado entre su adicción y el exagerado costo que debe de pagar por
sostenerla y recurrir al asalto a mano armada, al raterismo o a otros medios (también
ilegales, pero mucho más violentos) para conseguir esos recursos. ¿Lo peor? La
calidad del producto final siempre está en entredicho y como la competencia es
difícil, también lo es encontrar proveedores consistentes.
La prohibición enraíza el
problema de la pobreza, engendra violencia y hace absurdamente rico a quien se
vuelve eficiente en burlar la ley. ¡Lejos de reducirla, incentiva la
criminalidad!
Por otro lado, sustancias
igualmente adictivas y peligrosas no tienen las mismas restricciones. El tabaco
y el alcohol han estado presentes legalmente en nuestras vidas con consecuencias
igual o más funestas que las que tendría la mariguana. El número de
accidentados en estado de ebriedad es inmenso y no quiero imaginar lo que se
gasta en los hospitales del seguro en atender a personas con enfisemas
pulmonares.
La Ley Seca de los años veintes
en nuestro vecino del norte vio nacer a capos y mafias tristemente célebres y
nunca consiguió erradicar el consumo. Si acaso, la producción e importación
clandestina del etílico líquido se incrementó. Si ya aprendimos la lección con
una sustancia nociva ¿Por qué insistir y cometer los mismos errores con otra?
Y finalmente, y este es quizá el
argumento más importante, la mariguana no es más que haces con ella, un recurso.
El cianuro es un veneno letal, pero al mismo tiempo se usa para procesar
metales, endurecer acero y producir goma sintética. Es usado comercialmente por
la industria farmacéutica para producir vendas quirúrgicas que promueven la
cicatrización y reducen las cicatrices. Se producen alrededor del mundo 3.1
millones de toneladas perfectamente legales de cianuro de hidrógeno al año, 42%
de la producción se usa para producir un intermediario del nylon.
La mariguana podría ayudar a
contrarestar los efectos de las quimioterapias en los enfermos del cáncer,
disminuye la presión ocular en pacientes con glaucoma y reduce el daño que la
esclerosis múltiple inflige en el sistema nervioso central. Puede aliviar y
ayudar a controlar espasmos musculares y es un buen remedio para las personas
que sufren de insomnio.
Consumir o no mariguana debería
ser una decisión personal no criminalizada. La legalización podría ayudar a
desmitificarla como algo prohibido y ¿quién sabe?, quizá hasta favorecer una
disminución en el consumo, luego de que deje de ser tabú. Además, ahorraría un
montón de dinero al estado, tanto en policías, militares y operativos contra la
droga que serán siempre insuficientes, como en el mantenimiento de una
población carcelaria creciente por culpa de las absurdas normas que no prohíben
su consumo, pero sí su comercialización. En ese respecto, me parece que la
propuesta del juez Zaldívar se queda hasta corta.
¡Sí a la legalización de la
mariguana!
Interesante...
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