miércoles, 23 de mayo de 2018

Fiasco de Debate



Pues el domingo fue el segundo debate. A fin de transmitir con exactitud mi sentir a mis cuatro lectores, ruego lean esa primera frase de corrido, dejando caer el timbre de voz mientras avanzan y expulsando aire a manera de abatido suspiro. ¡Vaya bodrio se aventaron todos, candidatos, moderadores y organizadores! 

Se agradece al INE la intención de seguir buscando modernizar el formato, de encontrar un esquema dinámico y que permita la confrontación de ideas. Permitirle a los participantes moverse con libertad por el foro fue un cambio interesante. Nos permitió poner atención al aplomo de los diferentes candidatos, su manera de desenvolverse y su seguridad al hablar en un ambiente no controlado. Las preguntas no preparadas también evidenciaron que ninguno de los cuatro está preparado para salirse de su libreto (aunque en algunos fue más evidente que otros) y quién depende de la pluma de su asesor para articular ideas.

Desafortunadamente, ahí acaba lo que puede aplaudírsele al ejercicio del domingo.

La labor de los moderadores fue aceptable. Estamos pasando de la figura del reloj checador y lector de preguntas a un moderador con un rol más activo, más cuestionador. En ese sentido, no me parece mal que intenten sacar a los candidatos de su zona de confort, pero sí que están lejos de ser todo lo que deberían ser en su rol. Idealmente, tendríamos a alguien preparado para señalar y rebatir falacias argumentales así como limitar y condenar ataques ad hominem. Con una figura así en el estrado, casi se forzaría a que la discusión se realizara alrededor de las propuestas y no de penosos intercambios de insultos.

Y es que en cuanto a contenido el debate se quedó muy, muy corto. La discusión, que se supone giraba en torno a la posición de México frente al mundo, básicamente se limitó a problemas internos donde Centroamérica o Estados Unidos tienen algo que ver: migración, el tema Trump, aduanas y seguridad fronteriza. Y las respuestas fueron todas superficiales, mas o menos parecidas, con mayor o menor grado de coherencia.

No, no vi a ningún claro ganador. Hubo diferencias esenciales, sin embargo, entre unos y otros. 

Anaya vuelve a ser el que mejor se desenvuelve en público, haciendo uso correcto del espacio y del tiempo. La estrategia era, otra vez, hacerse el fuerte y presentarse como el opositor natural de Andrés Manuel. Le salió bien, a medias. Casi seguro se vio innecesariamente agresivo, sobre todo con comentarios que tenían poco punch (“Tu hijo estudia en el extranjero”) Tampoco le ayuda que ya carga con la etiqueta de mentiroso. En algunas cosas se la merece.

Meade honestamente me sorprendió. Demostró amplísimos conocimientos de la realidad económica y del funcionamiento interno del gobierno, lo vi más suelto y más libre que el debate pasado. Admiro, aunque creo que es un error, que se quiera morir con la suya y defender cargas que no le tocan, como la invitación a Trump siendo éste todavía candidato. No le va a alcanzar para ganar o mover mucho las preferencias, pero consiguió oxígeno para la parte intermedia de las campañas. Si me apuran a nombrar un “ganador” sería él.

A López Obrador fue al que más le pesó el cambio en el formato. Se le vio estático en su sitio, sigue administrando su ventaja y aunque usó el comentario de la cartera para verse jocoso, la realidad es que se acobardó y echó un par de paso para atrás cuando Anaya lo encaró. También se vio desencajado, con los dientes apretados y molesto por que le increparan. Es normal, él no acostumbra que le lleven la contraria. Protagonizó, eso si, dos de los momentos más incómodos del debate: cuando tardó casi quince segundos para barruntar un insulto de nivel primaria (ojo, descalificando a la persona, nunca al argumento) y cuando terminó su mensaje de cierre. ¿Qué esperaba? ¿Que se pusiera el auditorio de pie y se deshiciera en aplausos por su patriotismo y su mensaje?. 

Total, que de los cuatro (porque no, no me olvidé del Bronco, sencillamente es tan irrelevante que no quise dedicarle líneas) no hacemos uno y que tendremos una fea decisión que tomar el día de la elección, cuando estemos frente a la boleta. Más nos vale pensarla bien.

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