miércoles, 22 de agosto de 2018

Lo que la maestra quiso decir...

El lunes pasado tuvo su primera aparición pública en más de cinco años, la maestra Elba Esther Gordillo; quien permaneciera en arresto domiciliario mientras se deshaogaba el proceso en su contra por los crímenes de operación con recursos de procedencia ilícita y delincuencia organizada.

No tenga ninguna duda, querido lector, que ni la rueda de prensa que organizó la maestra para volver a la palestra política, ni su mensaje de trece minutos en el hotel Presidente Intercontinental de Polanco, fueron para beneficio del público general, para el ciudadano de a pie. Se trató más bien de una declaración de intenciones, un aviso dirigido a la clase política que se pensó y preparó con cuidado.

Empecemos por analizar lo que rodeó al discurso:
La rueda de prensa se convocó justo el día en que la mayoría de las escuelas del país vuelven a clases. Se pretende con ello comparar la renovación de este ciclo escolar, con el “nuevo comienzo” para la educación en México que representa el regreso de Elba Esther a la vida pública. Si alguien tenía duda de que quería volver a la cabeza del Sindicato (ya sea ella o a través de un personero), con esto debe quedar más que despejado.
Por otra parte, el evento se llevó a cabo en uno de los hoteles más exclusivos de la capital, apenas dos semanas después de su liberación, con una serie de instrumentos (como el teleprompter) dignos de un discurso presidencial, lo que interpreto como clara demostración de que su poder económico para hacerse con los espacios y recursos que requiera, así como su estructura logística/administrativa permanecen intactos luego de su estancia en prisión.

A eso, súmele lo que dijo, que se reduce a tres mensajes esenciales: Soy inocente, recuperé la libertad y la reforma educativa se ha derrumbado.
De su inocencia, saber que en buena medida se debe a que el SNTE jamás se atrevió a acusarla por el desvío de los recursos del gremio y a que la PGR no se animó a llevar la averiguación a sus últimas consecuencias porque hubiera involucrado a la SEP, que era lo mismo que dispararse en el pie. Sería inocente pensar que su señora madre, una profesora rural, le haya dejado una herencia de 373 millones de pesos, como afirmó en la corte. Y aún ese argumento no explica sus dos residencias en San Diego, California; los departamentos y casas en Polanco y en Las Lomas y los pagos comprobados de cuentas por 39 millones de pesos en prendas de vestir y otros lujos en Miami.


Pero la parte preocupante no está en su inocencia o su culpabilidad. La parte preocupante está en las últimas dos declaraciones, que se sueltan como una sola “Recuperé la libertad y la reforma educativa se ha derrumbado”, como si uno fuera consecuencia de otro; o peor aún (y desafortunadamente, así tiene más lógica) como advertencia; como si la caida reforma educativa viniera a darle a Elba y a su sindicato nueva vida y más poder. Y no estaría alejado de la realidad.

Los próximos seis años pintan para ser un salto al pasado, desde una incipiente y primitiva democracia participativa al presidencialismo a ultranza y al centralismo avasallador de los peores años del PRIato. ¿Y sabe quiénes eran caudillos indispensables en esas superestrucutras? Exacto, los líderes sindicales. ¿O a poco cree que la relación cordial con Deschamps es por ser educados? ¿Que el apoyo de Napoleón Gómez Urrutia es de a gratis? ¿Qué la liberación y regreso a la palestra de Elba Esther es coincidiencia?

Preocúpese, querido lector, porque de ese tamaño es el resultado por el que votaron más de 30 millones de mexicanos. ¿Qué vamos a hacer?

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