Como ciudadano mexicano, reconozco el sacrificio de muchos que durante la época más dura de la dictadura perfecta priista de nuestro país, hicieron oposición y, arriesgando a a veces la vida, exigieron la construcción de instituciones democráticas por encima de cualquier otra cosa. Fue su esfuerzo lo que permitió que poco a poco, se diera la alternancia política en este país, el equilibrio de poderes. Fue su entrega y su valentía la que pavimentó el terreno para que la primera derrota seria del partido hegemónico en 1997.
A más de veinte años de distancia de los hechos, sin embargo, nuestra incipiente democracia y sus instituciones empiezan a incomodar (lo cual, vale decirlo, es buena señal de que funciona). Irónicamente, está encontrando su nuevo adversario precisamente en quien más se ha beneficiado con ella: el presidente López.
El proceso que encumbró a Andrés Manuel en la silla presidencial fue un ejercicio perfectamente legal, relativamente limpio; tal como lo fueron los que dos anteriores que perdió. ¿Cómo lo sé? Porque los tres fueron exáctamente iguales.
Aún así López insiste (y ya está escrito y aparece como historia oficial en la página de presidencia) que hubo fraude electoral en 2006 y 2012. Lo usó de plataforma de campaña. Se ufanó de promover la “verdadera” democracia y elecciones “libres”
Quizá ahora quiera explicar como es que su propio partido acusa a este autoproclamado paladín de la democracia de negociar, personalmente y sin intermediarios (ya sabemos que no le gustan) un jugoso “donativo” de 50 millones de pesos a cambio de candidaturas en el estado de Hidalgo. El generoso donante es Gerardo Sosa Castelán ex priista y ex Rector de la Universidad Autónoma de ese estado que, al parecer, necesitaba a sus incondicionales de diputados locales y federales. Junto con la lana, que se le habría entregado a Tatiana Clouthier, Sosa prometió el voto corporativo de quienes laboraban en la Universidad.
Recibir dinero a cambio de meras candidaturas no es, propiamente, un delito. Cada partido se administra y decide cómo se van a repartir dichas candidaturas. Pero sí viola los estatutos internos de Morena. Total, que ni sus propias reglas pueden seguir.
Ups... |
Y es que la democracia a López le incomoda. Al menos, la que está bien hecha, regulada por contrapesos y auditada por instituciones fuertes. Por eso elige debilitar dichas instituciones con sus propios feos remedos de ejercicios democráticos que son las consultas, que muestrean grupos pequeños y con sesgos políticos para validar su voluntad. No lo hemos notado sólo nosotros, anda por ahí ya la nota de Bloomberg: Lopez Obrador Is Dismantling Democracy in Mexico
Si vamos a regresar (como todo aprece indicar) a esa terrible época en la que el presidente preguntaba la hora y sus allegados le respondían servilmente “Las que usted diga, señor presidente” y al estado benefactor, pero autoritario de los setentas y ochentas, quizá valdría la pena estudiarnos bien cómo fue que se formó la oposición de aquella época, y cómo podemos aplicar esas estrategias en nuestra realidad moderna. Después de todo reza la sabiduría popular “Pa' los toros del Jaral los caballos de allá mesmo”
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