Charles Mills Tiebout fue un economista norteamericano que acuñó el concepto de “votar con los pies”, que expresa esa posibilidad que tienen los ciudadanos de manifestar sus preferencias sobre ingresos y gastos públicos, desplazándose al territorio en el que las políticas públicas se aproximan más a lo que quieren o necesitan. El concepto es particularmente aplicable en aquellas sociedades en donde el voto tradicional no es una opción, por ejemplo: Cuba.
Buscar “desertores cubanos” en Google le arrojará cerca de 133,000 resultados con historias de lo más variopintas: desde deportistas que desaparecen de las concentraciones de sus selecciones para no regresar a la isla, el Éxodo de las Balsas Cubanas de 1994 (la emigración de más de 35,000 cubanos a los Estados Unidos a través de balsas improvisadas) hasta, curiosamente, médicos.
Para nadie es un secreto que la Isla depende de la ayuda exterior para sostenerse, del turismo en su parte más legal y abierta (representa el 68% de su PIB) pero también de un sistema complejo de apoyos con paises afines (Venezuela le vende petróleo a la Isla a precios absurdamente subsidiados) o, en el peor de los casos, con un macabro sistema de explotación de su capital humano.
Durante las últimas semanas, brigadas de personal médico cubano han acudido a 15 países para ayudar a contener la expansión del coronavirus y en 2019 Cuba cerró con 28,000 doctores y enfermeros en 61 países. La Oficina Nacional de Estadística e Información cubana declara a la exportación de los servicios de salud de Cuba como la principal fuente de ingresos de divisas del país. ¿Cómo funciona? Básicamente, el gobierno cubano establece una tarifa mensual para cada uno de sus médicos. De esa tarifa, apenas el 25% va a parar a los bolsillos de los médicos y de esa cifra, por lo menos la mitad queda retenida hasta su regreso a la isla. (Ya saben, para prevenir aquello del “votar con los pies”). Las lamentables condiciones de estos profesionales de la salud ya es investigada por la ONU. El organismo señala la posible existencia de condiciones de “trabajo forzoso” (una forma contemporánea de esclavitud) al que el gobierno cubano podría haber sometido a sus propios agentes.
México colabora con este sistema macabro, a razón de seis millones de dólares mensuales por la asistencia de 585 profesionales de la salud isleños, so pretexto de que hace falta personal para lidiar con la pandemia. Es curioso, porque el año pasado el Gobierno Federal despidió a más de diez mil empleados del sector salud, por culpa de la malentendida austeridad. Aparentemente hay dinero para subsidiar al régimen comunista, pero no para los médicos y enfermeros mexicanos.
Ya que estamos en el tema, deberíamos hablar también del hecho demostrado de que como parte de estas comitivas no siempre viajan doctores, sino también operadores políticos cuya función es construir “comités revolucionarios”, bases de adoctrinamiento para el establecimiento de políticas similares a las de la isla caribeña. Bajo el camuflaje de ayuda humanitaria, se oculta la radicalización de la población y la captación y capacitación de cabecillas que puedan colaborar en la instalación de un régimen totalitario..
¿Qué es esto, pues? Porque no solo no tiene sentido desde el punto de vista económico (cuesta diez mil dólares mensuales cada profesional cubano, más sus gastos de manutención), sino que es un insulto a los galenos mexicanos y una colaboración explícita con un cruel sistema de explotación humana de parte de un presidente que se llama “humanista” ¿Hasta cuándo?
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