Le tiemblan las piernas al presidente más votado de la historia del país. Hoy López no se siente seguro de ganar limpiamente y por sus propios medios las intermedias de 2021 y sabe que un tropiezo ahí implicaría un descarrilamiento completo de su proyecto autoritario y unipersonal: la figura del presidente fuerte y las instituciones débiles que el PRI utilizó con maestría en buena parte del siglo XX.
Y como le tiemblan las piernas y no quiere arriesgarse, va enturbiando las aguas por adelantado, preparando el terreno y sembrando la duda y la sospecha; con la intención de, si lo ve necesario, cosechar un escándalo electoral prefabricado.
“Me voy a convertir en guardián para que se respete la libertad ciudadana a elegir libremente a sus dirigentes” dijo el presidente López el lunes, durante su mañanera. “Ya sé que existe el INE [...] pero estoy obligado a denunciar si hay intentos de fraude. […] Recuerde que una de las reformas que se llevaron a cabo fue convertir el fraude electoral en delito grave”
Dejando de lado el hecho de que con sus palabras está enlodando al proceso que lo entronó y la institución que hizo posible que resultase elegido —restándole así legitimidad a su propia administración— el presidente comete varios errores esenciales con esa declaración.
En primera instancia, desnuda su ignorancia absoluta del tema. El “fraude electoral” no está tipificado siquiera como delito, ya no digamos delito grave. Si no me cree, puede darle una ojeada a la Ley General en Materias Electorales para confirmarlo por usted mismo. El término brilla por su ausencia. Ergo, el presidente miente, como de costumbre.
Luego está el tema de las facultades que la Constitución le otorgan como titular del Poder Ejecutivo. ¿Adivine qué? Tampoco ahí aparece que tenga injerencia alguna en la organización o vigilancia de proceso electorales. Esa responsabilidad particular es una que a los mexicanos nos costó años de lucha democrática arrancársela de las manos a la Secretaría de Gobernación y que ya no pudo retener después del escándalo de la “Caída del Sistema” de 1988 (Orquestado, no olvidemos, por el señor Bartlett como titular de la SEGOB entonces. No hay manera de que el presidente haga cualquier legítima movida “en defensa de la democracia” teniendo a un esperpento con semejantes antecedentes en su equipo de trabajo)
El presidente López está completamente descalificado para erigirse en paladín democrático. Es un personaje que jamás ha respetado un resultado electoral adverso desde que competía por la gubernatura de Tabasco y todavía mantiene relación con otros individuos fuertemente ligados a eventos cuestionables en la historia democrática mexicana moderna. Pero sobre todo, es una función que ya tiene una institución dedicada específicamente para llevarla a cabo y su labor es vigilada por miles de mexicanos cada día de elecciones.
Le exijo, señor presidente, que cumpla el juramento que hizo al tomar protesta de guardar y hacer guardar la Constitución y se abstenga de cualquier intervención en el proceso electoral, según el artículo 134°. De lo contrario, cualquier gubernatura y legislatura emanada de ese proceso, ya sea de su partido o cualquier otro, nacerá muerta, desprovista de legitimidad y sumirá al país, de motu propio, en un problema de ingobernabilidad de proporciones no vistas en casi un siglo. Quizá sea inútil pedírselo, pero no debe dejar de intentarse: Por una vez, sea responsable y consecuente con el cargo que ostenta.
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