A pesar de los múltiples y risibles intentos de la presente administración por minimizarlos, los dos vídeos que circularon en redes este fin de semana son graves focos rojos para el Estado mexicano y la gobernabilidad del país.
En el primero de los videos se muestra a un grupo paramilitar, con distintivos uniformes y fuertemente pertrechado, que se autodenomina “El Grupo Élite” del Cartel Jalisco Nueva Generación. Los ¿soldados?, disparan al aire y sueltan consignas a favor de Rubén Oseguera Cervantes, alias el Mencho; líder de la organización criminal.
El segundo vídeo lleva nombre y apellido en la línea del destinatario. Se trata de una suerte de advertencia o amenaza a José Antonio Yépez “El Marro”, cabecilla del Cartel Santa Rosa de Lima, con quien el CJNG sostiene una lucha encarnizada por el control del territorio de Guanajuato e Hidalgo.
Alfonso Durazo, Secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, articuló una respuesta rápida (y ridícula) durante ese mismo fin de semana. Primero aseguró que el despliegue se trataba de un montaje (teoría que fue desmentida durante la mañanera del lunes por el secretario de la Defensa Nacional [SEDENA], Luis Cresencio Sandoval) Después apuntó que no existía “grupo criminal alguno” con la capacidad para desafiar exitosamente a las fuerzas federales de seguridad”.
Alfonso Durazo no ha entendido nada. La mera existencia de un grupo criminal de estas características supone un desafío exitoso a la Federación. Porque es evidencia de que en este país se puede violar la ley y aún así desfilar a plena luz del día y claramente identificados sin que les pongan un dedo encima. Es evidencia contundente de que los “abrazos, no balazos” les hacen a estos gamberros “lo que el viento a Juárez” y de que el Estado Mexicano está aceptando, de facto, no ejercer el monopolio de la fuerza en este país y dejar a estados y municipios a merced de estos delincuentes.
Porque esa es la piedra angular del segundo argumento. ¿Tiene la capacidad este grupúsculo de malandros de enfrentarse al tú por tú con el Ejército? Por supuesto que no; pero no lo necesita y no es suicida para hacerlo. La presa no es el ejército, son las corporaciones policiales locales, que, aunque no les guste admitirlo, si no están cooptadas por la corrupción, están atenazadas por el miedo y sobrepasadas en medios para defenderse.
Al poder no le gustan los vacíos. Cuando son varias las fuerzas en pugna por espacio e influencia, la tensión entre las mismas es lo que sostiene el sistema en equilibrio. Nadie avanza porque nadie cede y si alguien gana terreno es (normalmente) a costa de mucho esfuerzo.
El Gobierno de López, lejos de pelear palmo a palmo por la seguridad de sus ciudadanos, ha decidido empequeñecerse; dejar vacíos que los grupos delincuenciales están ocupando. En el proceso, dejan descobijadas a fuerzas del orden locales, que no tardarán en entender que quizá les convenga más doblegarse al cartel en turno por salvar la vida, que enfrentarles heroicamente, pero sin posibilidad de victoria.
Desde Palacio Nacional todo esto, en la más absoluta indolencia y disfrazándolo de “respeto a los derechos humanos” o “humanismo”. En otras épocas le llamábamos franca cobardía, cuando no descarado abandono del deber. ¿Seguiremos dispensando abrazos?
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