miércoles, 21 de abril de 2021

Mangonear la Justicia: El caso Alonso Ancira

Es de conocimiento general que en este país la justicia es muy maleable. El pobre y vulnerable pasará años en prisión por un delito que no cometió, pero cuyo proceso se extenderá indefinidamente víctima de un océano burocrático innavegable. Como contraste, el que goza de posición y caudales seguramente tendrá “opciones”: Engrasar la mano del tránsito que le detuvo, entenderse con el juez a punta de billetazos, o recurrir al amigo o al compadre para que mueva sus influencias.

Pero una cosa es que esa falta de estado de derecho, por más cultural que sea, permanezca como un secreto a voces; y otra bien distinta que sea el mismo Estado Mexicano el que la justifique, la solape y la aproveche.

Alonso Ancira es un defraudador y criminal confeso. Entregó un soborno multimillonario a Emilio Lozoya para que PEMEX adquiriera la planta productiva de Agronitrogenados a un exorbitante sobreprecio, causándole un importante perjuicio a la paraestatal. Se inició la investigación contra él en marzo de 2019 y en cuanto lo supo intentó evadirse de la justicia huyendo a España. Fue detenido en Mallorca y apenas en febrero pasado volvió a territorio nacional luego de perder todos los recursos que interpuso para evitar la deportación.
El lunes este personaje que le describo salió del Reclusorio Norte, sin ninguna restricción o medida cautelar, a bordo de una camioneta Mercedes-Benz, con una sonrisa en los labios y un puro entre los dedos. ¿La razón? Llegó un acuerdo con PEMEX para pagar 216 millones de dólares en los próximos tres años, para “reparar el daño”.

El señor se dio el lujo de hacer con la justicia mexicana lo que quiso, meramente porque tiene lana. Y todavía hay quien lo celebra, incluido el presidente.
“Yo celebró que se haya llegado a este acuerdo” dijo en su mañanera “Aquí , desde el principio, sostuvimos que se reparara el daño, nos importaba mucho que todo ese dinero regrese al pueblo”.

Dejemos algo en claro: lo que se recuperó fueron cacahuates. PEMEX perdió 480 mil millones de pesos el año pasado, más de dos mil doscientas veces lo que Ancira se comprometió a “reparar” o “devolver”. Es una gota en el océano de deudas y malas gestiones que plagan a la paraestatal.

Para conseguir esos cacahuates, se siembra el peligrosísimo antecedente de que cometer estos actos gigantescos de corrupción no tiene más consecuencia que una gentil llamada de atención y, si acaso, el inconveniente de devolver las ganancias de tus corruptelas. A sabiendas de que sólo tendrá que enfrentar estas consecuencias si lo llegan a pescar ¿No le parece mucho más atractivo intentar jugar chueco? ¿No le parece un ejemplo nefasto para el resto de la población y una validación a la cultura anti-estado de derecho, el verdadero cáncer en este país? ¿No dijo el mismo presidente, en campaña, que la corrupción era el mal primigenio y que había que terminar con ella por cualquier medio?

No entiendo qué celebramos, o por qué pretendemos que esto es algo bueno para el país y sus instituciones. Entiendo, sin embargo, que presumirán los cacahuates como si fueran las habichuelas mágicas del cuento, mientras nos ocultan otras cifras: las pérdidas de PEMEX, los muertos por la pandemia, los recursos dilapidados en proyectos sin futuro…

Acuérdese de todo esto cuando acuda a su casilla este 6 de junio.



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