El andamiaje democrático en nuestro país recibió esta semana un golpe contundente y preocupante. Las modificaciones al Código de Instituciones y Procedimientos Electorales del Instituto Electoral de la Ciudad de México, aprobadas el viernes pasado por el congreso local, constituyen la “primera sangre” en un enfrentamiento a muerte entre el actual régimen y nuestras instituciones electorales. La importancia de lo ocurrido no debe subestimarse, el carácter local de las modificaciones no debe producir para el resto a una falsa sensación de seguridad o una actitud de "esto no me concierne". Se nos va en ello la vida democrática, y más de 30 años de lento y extenuante progreso institucional.
En el altar de la “austeridad republicana”, se sacrifican cinco áreas técnicas del Instituto Electoral de la Ciudad de México (IECM). Entre ellas, crucialmente, la Unidad Técnica de Fiscalización, la responsable de revisar el origen, destino y aplicación de los recursos asignados a los actores y agrupaciones políticas; y el Centro de Formación y Desarrollo, responsable de dirigir los procesos de capacitación electoral y educación cívica para contribuir a la construcción de la cultura política-democrática en su demarcación. La iniciativa contempla más de cien plazas de trabajo sacrificadas al dios austeridad.
Se trata de, ni más ni menos, una lobotomía cerebral al instituto local; una escisión quirúrgica de este OPLE (Organismo Público Local Electoral) con su símil federal (que, de hecho, el INE ya ni aparece mencionado en el reformado Código de Instituciones y Procedimientos Electorales de la CDMX) que le incapacita para fungir como árbitro y maestro de ceremonias de la fiesta democrática, y lo reduce a un cuenta-boletas ramplón que los actores políticos podrán manejar a su antojo.
Sobre todo, se trata de un experimento y punto de quiebre. Lo que ocurrió en la capital con el IECM puede y va a ocurrir en el resto de los estados, con el resto de los OPLEs. En vista de que el movimiento #YoDefiendoalINE y la iniciativa de #MoratoriaConstitucional demostró que el régimen no cuenta con los votos necesarios en el Congreso de la Unión para herir al instituto nacional, van sobre los Congresos locales que aritméticamente si tiene en la bolsa.
Desde este espacio siempre, siempre hemos explicado y defendido la vital importancia que ha jugado el INE (y antes, el IFE) en el lento desarrollo democrático de este país. No somos ajenos a sus carencias y no rechazamos, a priori, la necesidad de que sea una institución, junto con sus símiles locales, esbelta y eficiente. Pero entre procurar esto con modificaciones puntuales y respetando su autonomía, y pasarle la motosierra para rebanarle sus partes más incómodas (esas que promueven la cultura democrática y fiscalizan a los partidos) hay varios órdenes de magnitud de diferencia.
Prepárese, mexicano, así como se articularon a nivel nacional las iniciativas que permitieron blindar al INE, hay ahora que articularlas en lo local. Va a ser más complicado. El universo de personas a convencer e invitar se redujo a los habitantes de su estado, pero la masa crítica necesaria seguirá siendo más o menos la misma. El área de combate, los congresos locales, son menos visibles y populares, es más difícil darles seguimiento, pero de todas formas habrá que hacerlo. Los organismos que defendemos también son menos populares, menos conocidos, pero son sustento discursivo y operativo para el INE.
Las OPLEs no deben caer, bajo ninguna circunstancia.
Frente a la ciudadanía, la arbitrariedad y el autoritarismo, no pasarán.
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