Paréceme que el presidente erró su profesión. Lejos de hacer carrera en la política el señor debería haberse interesado por la mercadotecnia. Tiene mucha facilidad para vender sus más irracionales caprichos y más estrepitosas derrotas como brillantes proyectos e históricas victorias nacionales. Si esta facilidad le viene de su propio ingenio y habilidad con las palabras, o es resultado del pobre estándar al que lo sujeta el grueso de la población, es más difícil de decir.
En su último gran despliegue de prestidigitación verbal para transformar en gloria su fracaso, Andrés Manuel López Obrador se refirió a la compra de trece plantas de generación eléctrica, hasta ahora de la empresa Iberdrola, como una “nueva nacionalización”, “algo extraordinario”, un “acuerdo histórico”.
Son palabras muy grandilocuentes para referirse a lo que, en esencia, es una de las salidas de capital más importante en lo que va de sexenio.
Iberdrola llegó a México a finales de los noventas e invirtió en el país (sobre todo a raíz de la reforma energética de 2013) miles de millones de dólares hasta convertirse en la segunda empresa más importante en materia de generación eléctrica en el país, detrás sólo de la propia CFE. Entre sus planes para esta década estaba la inversión de alrededor de 15 mil millones de dólares anuales en energías limpias, para cumplir con sus objetivos globales de descarbonización.
México pudo haber recibido parte (o toda) de esa inversión. Pero la errática política energética en México, incapaz de establecer reglas claras de operación. El abandono del esquema de subastas (poner a competir a todos los jugadores del sector, incluída la CFE, a ver quién ofrecía más barata la energía y comprársela a ese) y la andanada de ataques verbales y jurídicos orillaron a Iberdrola a decir “Sabes qué, hasta aquí llegué. Aquí no hay manera de trabajar. Vende”
Así, en lugar de que un privado invierta en México y desarrolle infraestructura limpia, el gobierno mexicano pagará porque la empresa más ineficiente del mercado (CFE, por diferentes razones produce energía a 1,280 pesos el MWh, en promedio a los privados les cuesta sólo 385 pesos) opere el cascajo (87% de sus activos) que el privado ya no quiere, por contaminante o porque no entrá en planes. Por sus molestias, la empresa española se lleva 6.000 millones de dólares que habrán de salir de deuda y en último término, del bolsillo de los mexicanos.
México no gana absolutamente nada con esta compra. Las instalaciones adquiridas no añaden un sólo watt a la capacidad de generación de nuestro país porque ya existían, ya estaban operando para México. Acaso, la ineficiencia de la CFE termine contagiándose a la operación de estas centrales eléctricas y terminemos con energía más cara. Lo que el mandatario aplaude como “el rescate definitivo a una empresa pública fundamental como es la Comisión Federal de Electricidad” pudiera ser en realidad la losa que termine de enterrarla en su propia tumba financiera.
En esta compra-venta de activos, el único que gana es Bartlett, el presidente de la paraestatal. La CFE ampliará su participación en el mercado a un 55 por ciento, frente al 39 por ciento actual, ganando también el control que ello conlleva, especialmente en el noreste país.
¿A cuántas empresas, fábricas e industrias no puedes maniatar cuando eres el único proveedor de electricidad? ¿Cómo le caería un apagón generalizado en el Estado de México o en Zacatecas, si las cosas se tuercen contra el partido del presidente?
Le digo, la habilidad del presidente para vender espejitos es extraordinaria. La obsesión porque los libros de historia lo recuerden como un nuevo Cárdenas, con su “Nueva Nacionalización”, preocupante… Pero que como sociedad le compremos ambas es quizá lo más alarmante
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