miércoles, 22 de noviembre de 2023

Los Grandes Elefantes Blancos de Infraestructura

 


Un enigma central en la economía política del desarrollo es por qué la inversión se asigna de manera ineficiente. En muchos casos, esta pregunta es mucho más importante que por qué la inversión es insuficiente. 


Tony Killick, investigador retirado del Overseas Development Institute de Londres y consultor en cuestiones de política de desarrollo sostenía en su “Libro Economía del Desarrollo en Acción: Un estudio de las políticas económicas en Ghana”, de 1978 que en aquel país “gran parte de la “inversión” en la primera mitad de los años sesenta fue en realidad una forma de consumo que producía pocos retornos, si es que producía alguno, en el largo plazo. El mayor volumen de “inversión”... no pudo compensar los usos de baja productividad a los que se destinó”. La evidencia sugiere que esta mala asignación se produce incluso cuando se comprenden sus implicaciones. Por tanto, no se debe a incompetencia.


¿Por qué existen entonces los Grandes Elefantes Blancos de la Infraestructura? ¿Bajo qué lógica torcida conviene dilapidar recursos en inversión poco rentable?


Para James A. Robinson, del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de California, y para Ragnar Torvikc, del Departamento de Economía de la Universidad de Ciencia y Tecnología de Noruega la respuesta está en los réditos políticos. La construcción de Elefantes Blancos debería verse como una redistribución destinada a influir en los resultados de las elecciones. 

"La razón principal por la que es tan difícil reformar, y mucho menos privatizar, las empresas del sector público africano es porque el régimen central no cree que redunde en sus propios intereses políticos reducir su tamaño y alcance... las entidades paraestatales se han utilizado tradicionalmente como una forma de distribuir clientelismo''.


El político tiene entonces un interés en tratar de equilibrar los ingresos de los proyectos eficientes, con los proyectos deficitarios que afectan el comportamiento electoral.  En medio de este equilibrio, los proyectos ineficientes pueden resultar más atractivos, especialmente cuando el valor de alcanzar y conservar el poder es grande.


Si trasladamos lo aprendido de la experiencia africana a nuestro país ¿empieza a clarearse el panorama de por qué en este sexenio tenemos una Gran Refinería, una Gran Farmacia, un Gran Tren, un Gran Aeropuerto? Más aún ¿se entiende por qué es el Ejército el gran responsable de la gestión de todos estos Elefantes Blancos de Infraestructura?

Para el presidente y su grupúsculo, conservar el poder es el único objetivo que vale la pena, incluso si hay que quebrar al país y pauperizar a la población en el proceso.


La idea de reactivar el sistema de trenes de pasajeros, que el presidente hizo decreto en el Diario Oficial de la Federación del 20 de Noviembre, es otro magnífico ejemplo de un Elefante Blanco de Infraestructura. 

El ferrocarril de pasajeros en México “murió” el 2 de marzo de 1995, con la reforma del presidente Zedillo al artículo 28 constitucional y la transmisión del 84.5% de las líneas de ferrocarril del Estado Mexicano a concesionarios privados. Dichos concesionarios no vieron las condiciones para que trasladar pasajeros fuera lucrativo y en su lugar prefirieron enfocarse en el transporte de carga. En los casi treinta años entre entonces y ahora, el PIB de nuestro país ha crecido un 194,5% reemplazando el sistema ferroviario para el traslado de personas con alternativas más eficientes.


Sin embargo, a través del decreto del lunes, aparentemente la prestación del “servicio público” de transporte ferroviario de pasajeros es un “área prioritaria para el desarrollo nacional”, justificando la decisión en la romántica idea de que “La Revolución se hizo en ferrocarril y a caballo” y ¡tomando como modelo un México de hace más de cien años!


La idea no es mala per se. Quizá ese 194% de crecimiento hubiera sido mayor con una red de trenes de pasajeros operando en el país, no lo sé. Pero es un hecho que prácticamente todas las líneas de trenes de pasajeros en el mundo tienen que ser subsidiadas. El gobierno del Reino Unido cubre el 32% del costo de las mismas, por ejemplo. Y por algo será que la iniciativa privada no se ha decidido a instalar un tren de pasajeros en México. Ya sea el costo de instalación, la densidad de población, la distancia entre ciudades o algún otro factor. Si el gobierno se lanza a hacerlo se trata entonces, cuando menos, de una inversión ineficiente. 


Una medida que, sin embargo, puede fácilmente venderse con fines electorales: Romantizando el pasado, la Revolución que “le hace justicia” al pueblo, el recuperar algo que los villanos neoliberales “nos quitaron”. 


Ojo, que no nos sigan vendiendo Elefantes Blancos: ni los gobiernos en turno, ni los candidatos, ahora que es tiempo de elecciones. Cuestionemos la existencia de los que ya están en marcha y exijamos un uso eficiente de los recursos de todos.




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