miércoles, 8 de julio de 2015

Animales en los circos... ¿o en el congreso?

No cuesta trabajo entender cuál era el propósito del Partido Verde Ecologista cuando impulsó la prohibición del uso de animales en los circos que ayer entró finalmente en vigor: simple y plano populismo. Intentaron justificarse aludiendo a la pobre calidad de vida de las criaturas, al maltrato del que eran objeto y a una compasión malentendida. Sin embargo, si esas hubieran sido sus verdaderas intenciones, habrían planificado de mejor manera cómo manejar al montón de animales que se quedarían sin hogar, en lugar de lavarse las manos como han hecho hasta ahora.

El cirquero no gana nada maltratando al animal. Necesita, por el contrario, que la atracción de su circo se vea sana y bien alimentada. Representa para él una inversión y mientras más tiempo la pueda conservar en buen estado, más tiempo tendrá para devengarla y generar utilidades con ella. Eso sin mencionar que enemistarse y violentar a un animal salvaje sólo hará más violento al animal, complicando así su manejo y presentación frente al público.

Me queda claro que habrá por ahí algún cirquero que maltrate a sus animales. La Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) tiene registradas más de mil bestias que se presentan en actos circenses bajo alguna carpa, de las cuales han asegurado apenas 136; 103 por no acreditar su lícita procedencia, 5 por carecer del permiso legal y tan solo 28 por faltas de trato digno. Ni siquiera el 3%.

La preocupación por un maltrato (ficticio o estadísticamente irrelevante) al animal, se tradujo en maltrato (real y concreto) a las personas que con ellas se ganaban el sustento. De los 199 circos que se tenían registrados en el país, hoy operan únicamente 75. Más de la mitad de esas fuentes legítimas de empleo quedaron desarticuladas, sus trabajadores desamparados. ¿Le negaríamos al campesino su sustento por obligar al caballo a tirar del arado? ¿Por qué no prohibir el uso de la lana de oveja, dado el trauma que les produce que las esquilen periódicamente?

Aún más alarmante es que el propósito original (o al menos el discurso demagógico que se usó para impulsar la reforma) no se alcanzó. Nadie sabe qué hacer con esos animales que ya no pueden ser usados en los espectáculos. El presidente de la Asociación de Zoológicos y Acuarios de México (AZCARM), Carlos Alberto Guichard Romero, indicó que a pesar de la disposición de los directores de estos recintos para alojar a los animales expulsados de los circos, las limitaciones de infraestructura y el plan de colección podrían impedir que se reciban a todas las especies. Alimentar con ocho kilos de carne diarios a un tigre adulto cuesta, después de todo.

A todo esto, la autoridad ha dicho que si bien la ley prohíbe que se utilicen animales en los actos circenses, no limita a los circos a exhibirlos afuera de las carpas; cual zoológico. De manera que, si se les maltrataba, si el traslado de una ciudad a otra, o el confinamiento en espacios reducidos era perjudicial para el animal (y lo que se pretendía corregir) eso seguirá ocurriendo, a pesar de la ley.


En conclusión, el gobierno y todo su maravilloso aparato burocrática, encontró la manera de hacer la mayor cantidad de daño con su legislación, no resolver el problema que pretendía resolver y quedar como héroe gracias al discurso demagógico de protección al ambiente. ¿En dónde están los animales, en el circo o en el congreso?

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