miércoles, 11 de julio de 2018

Consecuencias

A semana y media del día de la elección y mientras se asienta el polvo levantado durante la contienda y nos permite ver sus resultados. ¿Qué pasó? ¿Qué aprendimos? ¿Quién fue el ganador y por qué?. En base a las noticias que leo y escucho, a tomarle el pulso a las redes sociales y a las opiniones de gente que le sabe al tema, sostengo que pasaron dos cosas el pasado primero de julio:

La primera, un voto masivo con el estómago de parte de una población harta de la indolencia de la cúpula política frente a los escándalos de influyentismo, la corrupción y la vida difícil que lleva la población. Con más de 30 millones de votos, Andrés Manuel supo capitalizar eso para alzarse con la victoria y convertirse en el presidente más votado de la historia del país.

Todo esto es obvio, pero ¿por qué digo que se trató e un voto con el estómago? Pues porque en medio ese enojo y a través de la insistencia de López en votar parejo por Morena, se entronó al partido como primera fuerza en ambas cámaras y se le dio el respaldo del voto a personajes pintorescos, por decir lo menos. La lógica indicaría que, de no haberse tratado de un voto indiscriminado y a ciegas, nunca se hubiera entregado de esa manera el poder.

Para muestra un botón: Ahí está, como ganador de una diputación local de San Luis Potosí, Pedro César Carrizales Becerra, alias el Mijis. El caballero, de 39 años, era reconocido pandillero, ahora está supuestamente reformado y desde hace quince años es trabajador del Movimiento Popular Juvenil, agrupación que procura por los jóvenes de barrios peligrosos de San Luis y les orienta para evitar el crimen y el pandillerismo. 

El problema es que su perfil público contrasta mucho con algunas notas periodísticas. Se le acusa de haber herido a balazos a cuatro personas apenas en 2011. ¿No que se había reformado hace quince años, pues? Además tiene antecedentes de robo, allanamiento y daños a terceros.


En cualquier otra circunstancia que no hubiera sido la particular coyuntura historica que vivimos estas elecciones, su victoria hubiera sido, quiero creer, mucho más complicada.

La segunda situación que noto, es un gigantesco acto de gatopardismo de parte de Andrés Manuel. Lejos de romper con el modelo anterior, Andrés asume el manto y se dispone a administrarlo, a cooptar las estructuras de operación política del PRI y operarlas cambiándoles el nombre. Él, que supo venderse como la alternativa a una “mafia del poder” para ganar adeptos y votos, demuestra, a través de entrevistas a su equipo de trabajo y en menos de 72 horas, que el “cambio verdadero” pudiera no ser tal: 

El precio de la gasolina seguirá subiendo, no habrá cambios drásticos en materia de seguridad (es más, se integra al equipo a Manuel Mondragón, quien fuera Comisionado de Seguridad Nacional con Peña Nieto), no se prevén cambios en al reforma energética, el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México se seguirá construyendo, no habrá investigación a las acusaciones de currupción del presidente saliente… Y así una larga lista de promesas de campaña que van cayendo aún antes de que AMLO tome posesión. 

¿Qué va a pasar con la gente que votó enojada, con el estómago y convencida de que Andrés Manuel representaba un cambio? ¿Qué va a pasar con esa gente que la noche del primero de julio salió eufórica al zócalo convencida de que se venía la Cuarta Transformación? Para Andrés Manuel va a ser dificil, si no es que imposible, volver a contener esa euforia, esa expectativa creada. Si no lo consigue, no tendrá a nadie a quien culpar sino a él y a sus casi dos décadas de campaña ininterrumpida.

Habrá que estar atentos a las consecuencias de uno y otro efecto de esta elección. Porque como no se vea oposición organizada en la esfera política, tocará a la esfera ciudadana tomar esa estafeta. Mucho ojo.

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