martes, 15 de enero de 2019

Nos leyeron la cartilla...

En una jugada que debería sorprender a muy pocos (después de todo, la Constitución Moral fue propuesta de campaña y uno de los miembros de la coalición que ganó el poder era el Partido Encuentro Social, de extrema derecha), el presidente López anunció que comenzaría a repartirse un folleto donde reeditaron la “Cartilla Moral” de Alfonso Reyes, escrita en 1944. La idea es, de inicio, empezar a distribuirlo entre 8,5 millones de personas beneficiarias de sus nuevos programas sociales. El objetivo, dijo en el acto de presentación es "moralizar la vida pública de México". “Tenemos que fortalecer los valores culturales, morales, espirituales; no sólo lograr el bienestar material, sino también el bienestar del alma" señaló.

Aunque comparto la opinión de López en que a México y a su gente le falta educación en valores y no tengo ninguna diferencia ideológica significativa con el texto de la “Cartilla Moral” si albergo algunas serias dudas y varias objeciones de cuán apropiado o siquiera legal es que el gobierno reparta (y por extensión, respalde) este documento como “moral de estado”


Legalmente, el documento tiene varios problemas. Camina al filo de la navaja en lo que respecta al estado laico (Art. 40°) pues es claro que el texto está inspirado por la moral católica —aunque redactado de tal manera que no le haga referencia directa— toca temas de religión, alma, y conceptos de espíritu y materia.
Entra en terreno pantanoso con el Art. 24° que explícitamente señala que toda persona tiene derecho a la libertad de convicciones éticas y de conciencia; sin contravenirlo directamente por que, hasta ahora, a nadie se le ha impuesto u obligado a seguirlo (a saber qué pasará cuando lo eleven a “Constitución” Moral).

El tema del fondo, y la mentalidad detrás de la movida, me parece aún más problemático. Políticamente es un acierto, porque le permite perpetuar su imagen como “el bueno” dentro de la escena pública nacional, el que quiere que el pueblo sea feliz. Desafortunadamente, él ahora representa al gobierno en turno, por lo que de facto se trata del gobierno intentando hacerse responsable no sólo de nuestro bienestar material (que ya es de por si complicado, si no es que imposible) sino también de nuestro bienestar “del alma” y de nuestra felicidad, que es punto más que imposible porque a cada quien lo hace feliz algo distinto.
No solo eso, al querernos quitar el derecho (y la responsabilidad que por fuerza conlleva) de buscar y procurar nuestra propia felicidad, la dinámica y el discurso gobierno-gobernados cambia dramáticamente. No es ya la relación de la institución que procura el orden y el estado de derecho con el ciudadano libre y consciente que actua como mejor le conviene para alcanzar sus objetivos dentro de ese marco legal; sino la del padre sobre protector y el niño pequeño, dependiente e inútil que ni siquiera sabe lo que es mejor para él y que no decide nada de su propia vida. ¿Cómo prefiere que le traten, querido lector?

Para muestra, baste un botón. En su texto la “Cartilla Moral” propone una definición universal del “bien” (complicado, porque lo que para mi es muy preciado para otro puede no valer nada). El “bien”, según esta definición, es “un ideal de justicia y de virtud”. De qué ideal se trate no nos lo aclara, pero si nos aclara que el bien “puede imponernos el sacrificio de nuestros anhelos, y aún de nuestra felicidad o de nuestra vida”. La línea siguiente continúa diciéndonos que el bien es “una felicidad que abarcase a toda la especie humana, ante la cual valen menos las felicidades personales de cada uno de nosotros
Ahora olvide que se trata de un texto que se escribió en 1944 y recuerde que esta es la filosofía que están promoviendo desde el gobierno. No es ni sutil, ni delicado; nos están mostrando el mapa de ruta con todas sus letras. Literalmente nos leyeron la cartilla. ¿Está usted dispuesto, querido lector a dar su vida por lo que esta administración decida que es “el bien”? ¿Le queda clara la idea de que no van a respetar sus deseos y libertades si estas se anteponen a la “felicidad colectiva”? ¿A qué le suena?

Agradezco que no le estén imponiendo nada a nadie pero, ¿Y si mejor, en lugar de entrar en debates filosóficos del bien y el mal, el estado se preocupa por fortalecer el estado de derecho, dejar claras las diferencias entre lo que es legal y lo que no y dejarnos a cada uno ver por nuestra felicidad?

PS: Por no dejar y porque no crean que se me pasó comentarlo. ¿Usar los colores del nuevo partido oficial hasta en las publicaciones institucionales también es parte de la moral que pregonaba Alfonso Reyes? ¿O eso solo lo recomiendan los publicistas de MORENA?

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